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sábado, 18 de mayo de 2013

Coloquio: Las figuras del nacionalismo mexicano, la modernización de los imaginarios.Para los que no puedieron asistir al de Ciudad Universitaria esta semana en Acatlán


Coloquio: Las figuras del nacionalismo mexicano, la modernización de los imaginarios.

23 de mayo, 2013.

Auditorio del Programa de Investigación, FES-Acaltán-UNAM.


En el marco de las actividades del Seminario de Prácticas de Inclusión-Exclusión en la Configuración de los Imaginarios Mexicanos.


Jueves 23 de mayo.

Inauguración. 10:00 – 10:20.

Mesa 1.  10:30 – 12:00. Antecedentes del nacionalismo posrevolucionario: criollos, indígena y mestizos
Moderador: Liliana López Levi.
* El nacionalismo criollo novohispano y la configuración de imaginarios culturales mexicanos. Roberto Rodríguez.
* El mestizo en el imaginario nacional de Justo Sierra.
Orlando Ruedas.
* Gamio, el integracionismo y la idea de mestizo.
Guillermo Castillo.

Mesa 2. 12:00-14:00.  La identidad nacional, entre la inclusión-exclusión.
Moderador: Guillermo Castillo Ramírez.
* Un racismo enmascarado de belleza: política y esteticismo en José Vasconcelos, un acercamiento a La raza cósmica y el Timón.
Luis Veloz Montaño.
* El nacionalismo distópico del México posrevolucionario: el caso Caso.
Liliana López Levi y María Elena Figueroa Díaz.
*La noción de “patria” en la poesía de Ramón López Velarde.
José Rafael Yáñez Cital.

Comida. 14:00-16:00.

Mesa 3. 16:00-18:00.  Del nacionalismo posrevolucionario al México moderno.
Moderador: Emiliano López.
El nacionalismo revolucionario de Cárdenas.
Martha Sánchez.
* Orígenes del “pelado” en la reflexión sobre lo mexicano.
Zaira Zulim Galán.
* El Timón: Vasconcelos como vocero de los nazis.
Mauricio Pilatowsky.



Mesa 4. 18:00-20:00. El arte y los imaginarios culturales nacionales.
Moderador: Silvia Olvera.
* Imaginarios de progreso nacional: los almanaques porfirianos.
Luis Felipe Estrada Carreón.
* Música, nación e identidad. El surgimiento del nacionalismo musical en México. 
Emiliano López.
* Cine y ciudad en México: Ismael Rodríguez Ruelas, Luis Buñuel Portolés, Alejandro González Iñárritu y los laberintos urbanos de la identidad mexicana.
José Agustín Sánchez.
* El laberinto de la soledad: Cuerpos imaginarios. El cuerpo del Chuco.
Fabián Ríos.

Clausura. 20:00-20:20. 

lunes, 13 de mayo de 2013

Foto de Vasconcelos con el agente nazi de propaganda en México en 1940.


En la foto inferior derecha se puede ver a José Vasconcelos  con Arthur Dietrich agente nazi de propaganda, enviado a México en 1940 y quién fue el enlace para financiar y promover los 17 números de la Revista El Timón El material se encuentra en la Hemeroteca Nacional.

domingo, 12 de mayo de 2013

Coloquio: Las figuras del nacionalismo mexicano, la modernización de los imaginarios



Coloquio: Las figuras del nacionalismo mexicano, la modernización de 
los imaginarios.
16 y 17 de mayo, 2013. 
Salones 2-9 y 2-10
Anexo de la FFyL, Edificio Adolfo Sánchez Vázquez, CU-UNAM. 
En el marco de las actividades del Seminario de Prácticas de Inclusión-Exclusión en la 
Configuración de los Imaginarios Mexicanos.


Jueves 16 de mayo.
Inauguración. 10:00 – 10:20. 

Mesa 1. 10:30 – 12:00. Antecedentes del nacionalismo posrevolucionario: criollos, 
indígena y mestizos




Moderador: Liliana López Levi.
* El nacionalismo criollo novohispano y la configuración de imaginarios culturales 
mexicanos.Roberto Rodríguez.
* El mestizo en el imaginario nacional de Justo Sierra.
Orlando Ruedas. 
* Gamio, el integracionismo y la idea de mestizo.
Guillermo Castillo.

Mesa 2. 12:00-14:00. La identidad nacional, entre la inclusión-exclusión.

Moderador: Guillermo Castillo Ramírez.
* Un racismo enmascarado de belleza: política y esteticismo en José Vasconcelos, 
un acercamiento a La raza cósmica y el Timón.
Luis Veloz Montaño.
* El nacionalismo distópico del México posrevolucionario: el caso Caso. 
Liliana López Levi y María Elena Figueroa Díaz.

*La noción de “patria” en la poesía de Ramón López Velarde. 
José Rafael Yáñez Cital. 


Tarde

Conferencia Magistral. 17:00. 
Justo Sierra y el centinela católico. Dra. Carmen Rovira. 


Viernes 17 de mayo.

Mesa 3. 10:00-12:00. Del nacionalismo posrevolucionario al México moderno.
Moderador: Emiliano López.
El nacionalismo revolucionario de Cárdenas.
Martha Sánchez.
* Orígenes del “pelado” en la reflexión sobre lo mexicano.
Zaira Zulim Galán.
* El Timón: Vasconcelos como vocero de los nazis. 
Mauricio Pilatowsky.

Mesa 4. 12:00-14:00. El arte y los imaginarios culturales nacionales.

Moderador: Silvia Olvera. 
* Imaginarios de progreso nacional: los almanaques porfirianos.
Luis Felipe Estrada Carreón. 
* Música, nación e identidad. El surgimiento del nacionalismo musical en México. 
Emiliano López.
* Cine y ciudad en México: Ismael Rodríguez Ruelas, Luis Buñuel Portolés, 
Alejandro González Iñárritu y los laberintos urbanos de la identidad mexicana.
José Agustín Sánchez. 
* El laberinto de la soledad: Cuerpos imaginarios. El cuerpo del Chuco.
Fabián Ríos. 



jueves, 9 de mayo de 2013

Reseña del libro: El Antisemitismo y la Ideología de la Revolución Mexicana, de Claudio Lomnitz


Reseña del libro: El Antisemitismo y la Ideología de la Revolución Mexicana, de Claudio Lomnitz[1]

La Revolución mexicana fue un evento histórico al que se le han dedicado muchas investigaciones dentro y fuera de México; por lo mismo es difícil que podamos encontrarnos con aportaciones demasiado reveladoras en los estudios que se están realizando. En este escenario destaca de manera especial lo que el autor del libro El Antisemitismo y la Ideología de la Revolución Mexicana nos ofrece; Claudio Lomnitz encuentra que la ideología antisemita no estuvo ausente en el entramado discursivo que acompañó a este conflicto. Su hallazgo adquiere particular relevancia ya que, como él mismo lo señala, la presencia judía en esos años era realmente muy escasa[2] por lo que nos encontramos con lo que define como “antisemitismo sin judíos”.
En realidad, el antisemitismo mexicano de principios del siglo xx ayudó a dar forma a una modalidad de nacionalismo revolucionario dependiente, hipermasculino y autoritario. Este ensayo es una contribución a la historia política del nacionalismo revolucionario; asimismo, ofrece algunas perspectivas metodológicas para el análisis de otros casos de antisemitismo sin judíos.[3]

En este breve texto, que fue escrito originalmente en inglés, nos encontramos inmediatamente con una descripción desconcertante; estamos esperando que nos detalle los términos de esta expresión mexicana de odio a los judíos y más bien con lo que nos encontramos es con algo distinto; con el rechazo y descalificación de lo que él presenta como odio a los científicos. “Una de las características curiosas de la Revolución mexicana es el odio generalizado que los revolucionarios expresaban contra la élite tecnócrata de la dictadura, los llamados científicos.”[4] La mayoría del trabajo se ocupa de explicar quienes fueron estos personajes de la historiografía mexicana y cómo y por qué, fueron los “villanos” a los que se les responsabilizó de las políticas del dictador Porfirio Díaz. El tratamiento del antisemitismo pareciera un complemento de aquel que le brinda al análisis de aquellos que los revolucionarios llamaban “científicos”.
El texto de Lomnitz confunde ya que nos promete hablar de “antisemitismo” y a lo que le dedica más espacio es al tema de estos intelectuales positivistas. Sin embargo, la recuperación del discurso antisemita, aunque sea sólo en forma tangencial, permite comprender el conflicto mexicano más allá de un asunto regional. Como lo explica el mismo autor, al recurrir al discurso del odio a los judíos no habiendo presencia significativa de ellos en el país, lo que se está haciendo es “importar” de Europa los mecanismos de exclusión sin reparar siquiera en la falta de correspondencia con la realidad. Al respecto comenta:  “En este texto se buscará demostrar que el sentimiento en contra de los científicos tuvo como molde el antisemitismo moderno; incluso se sugiere que este último desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la ideología nacionalista en las nuevas condiciones de dependencia.”[5]
Para poder comprender cómo llega el autor a relacionar este fenómeno muy local con una ideología excluyente “importada” de Europa es importante detenerse en la descripción que hace de lo primero. En su genealogía, Lomnitz nos traslada al año 1892 cuando el dictador iniciaba su cuarto periodo presidencial, en ese momento  “Díaz pidió a un grupo y talentosos jóvenes liberales, encabezados por Justo Sierra, que organizarán algo parecido al estilo de las elecciones primarias estadounidenses con el propósito de que lanzaran su campaña por la presidencia.”[6]

A partir de ese momento, se satirizo a los firmantes del manifiesto de la Unión Liberal con el mote de <<los científicos>>, con lo que se hacía mofa de su pretensión de establecer un fundamento científico para la administración de las políticas públicas; sin embargo, el terminó fue ambiguo desde sus orígenes, ya que se refería tanto al estrechó grupo de ideólogos que habían organizado la Unión Liberal como al partido que habían buscado constituir; además, aunque los científicos apoyaba a la reelección de Díaz, también promovían reformas destinadas a llevar la dictadura hacia un sistema institucional moderno.[7]

Para comprender cómo este término se convirtió en un mote descalificador utilizado por los distintos grupos opositores debemos, según nos dice el autor, considerar que en su origen nos encontramos que las ideas científicas de la época se confrontaban con los principios católicos fuertemente arraigados en la población mexicana y en particular por las clases conservadoras que veían amenazados sus intereses económicos por el impulso a la industrialización del país que promovía Díaz.

Lo curioso, no obstante, es que la primera facción que emprendió los ataques verbales públicos frontales en contra de los científicos no fue una facción rival en el seno del gobierno de  Díaz y el grupo <> puramente ideológico. Por el contrario, el vitriolo temprano en contra de los científicos tuvo su origen en una escaramuza entre los católicos –que se encontraban en una posición ambigua o con respecto al régimen de Díaz-y los liberales, escaramuza en la que los católicos eligieron a los científicos como un útil instrumento para atacar la política gubernamental, al mismo tiempo que dictaban un enfrentamiento directo con el dictador. El contexto fue el caso Dreyfus y el tema, la guerra entre España y los Estados Unidos y la relación de México con el catolicismo y con una alianza católica panlatina.[8]

Para los sectores conservadores católicos las posturas positivistas representaban una amenaza contra los valores tradicionales, en el caso de otros sectores de la población que también eran opositores de la dictadura la descalificación a los científicos se construyo de otra manera. Para los ideólogos nacionalistas por un lado y los radicales de izquierda por el otro, lo que representaba una amenaza era la invitación a la inversión extranjera con el apoyo de nuevas tecnologías y la industrialización que se le acompañaba. Esto significaba una competencia para los capitales nacionales y una explotación de las clases trabajadoras; lo primero afectaba a los liberales nacionalistas y lo segundo a los trabajadores. Por esta razón la condena a los científicos  provenía de todos los sectores y sus referentes eran confusos.

A pesar de la incertidumbre que encierra el referente, no hay un solo revolucionario mexicano que no haya utilizado el término científico con aborrecimiento, a tal grado que se convirtió en sinónimo de traición y corrupción. Los grupos radicales de anarquistas y socialistas - tanto entre los magonistas, como entre los zapatistas - eran quizá los más vehementes a ese respecto, puedes redefinieron la Revolución en conjunto con una rebelión justificada en contra del abuso de los científicos: [9]

Lomnitz encuentra en los archivos una extraña asociación entre el mote “científicos” y el de “judíos”, en sus hallazgos descubre que esté paralelismo se relaciona con lo que estaba sucediendo en Europa, particularmente con el caso Dreyfus, que como es sabido consistió en una falsa acusación de traición a un oficial francés de origen judío. Este proceso antisemita fue muy famoso, entre otras cosas, por la denuncia que hizo en su momento el escritor Émile Zola. En México, los distintos sectores fijaron su postura con respecto a lo que sucedía en Francia.

Durante el desarrollo del suceso, los escritores más elocuentes de entre los científicos - especialmente Justo Sierra y Francisco Bulnes - se pusieron de parte del Dreyfus; y los periódicos dominados por los científicos, El Mundo y El Imparcial, adoptaron de manera predominante la línea pro Dreyfus, que también era una posición en contra de la Iglesia, el militarismo y la alianza católica <> fomentada por el papa León VIII. [10]

Para los católicos conservadores, los pronunciamientos de los liberales positivistas a favor de Dreyfus se asociaron con sus ideas anticlericales, aunado a esto debemos considerar que en estos sectores ya existía un odio antijudío de carácter religioso. Su postura era que “los científicos - y sus periódicos - como los judíos de México, estaban vendiendo el país a una potencia extranjera, los Estados Unidos, en lugar de tomar el partido de su propia sangre latina y propia religión católica.[11] Lo interesante es que, de haber sido una iniciativa del sector católico conservador, esta asociación entre los términos “científicos” y “judíos” fue retomada por los revolucionarios, Lomnitz nos presenta un fragmento donde Francisco Villa expresa lo siguiente: “será sencillamente, no la garantía del triunfo para Carranza sino la base más segura de su ruina completa y de su desprestigio, porque es la obra de los científicos y de los judíos;” [12]
Para encontrar una posible explicación a esta manifestación de un “antisemitismo sin judíos” Lomnitz, hace suya la interpretación de Moishe Postone, “quien, a manera de prolongación de las conclusiones de Hannah Arendt, Marx Horkheimer y Theodor Adorno argumentaba que,[…]los judíos se convirtieron en una obsesión <> del capitalismo abstracto.”[13] Su referencia directa a los estudios de estos pensadores nos permite suponer que entiende el antisemitismo a partir del estudio de los mecanismos excluyentes de la modernidad y no como una expresión concreta de odio a los judíos. La investigación no avanza demasiado en esa dirección, se limita a presentar lo encontrado. Más que una respuesta, Lomnitz nos deja con varias interrogantes, abre la pregunta: “¿Cuál fue la importancia histórica esa forma antisemita de la retórica en contra de los científicos?” nos advierte que se “trata de dos cuestiones […]: una de ellas se relaciona estrechamente con la cuestión del antisemitismo en México, mientras que la otra se refiere a la amplia relación entre la raza y el nacionalismo dependiente”.[14]
Es aquí donde ya no podemos avanzar más, nos ha demostrado que sí hubo antisemitismo en México y que “corresponde a los arcaicos prejuicios católicos: los judíos considerados como los míticos personajes que mataron a Jesús”.[15] Pero, al no haber judíos, queda claro que debemos encontrar contra quiénes iba dirigido este odio, en el caso específico de este momento histórico los que aparecen como “chivos expiatorios” son los llamados “científicos”, pero como el mismo autor lo señala, no son un referente claro.
En resumen, cuando se lo examinar de cerca, el objeto del odio por los científicos se torna asombrosamente inestable. Se los odiaba en conjunto, pero frecuentemente se los respetaba como individuos; podían ser muy corruptos, pero no lo eran más que los otros sectores de la élite; se criticaba sus doctrinas, pero también se las adoptaba; eran intermediarios de las inversiones extranjeras, pero también lo fueron todas y cada una de las demás élites nacionales de la época, entre ellas algunos prominentes miembros de la élite postrevolucionaria; sin embargo, esa quimera fue el archivillanismo, el verdadero motivo, la causa última de la revolución. 35 
A manera de contribución nos parece que lo que encontramos en el discurso posrevolucionario, es un nuevo “engendro” que permitió relacionar “raza” y “nacionalismo dependiente”: el “mestizo”. A partir de este “objeto racial” los constructores del nacionalismo mexicano consiguieron amalgamar las diferencias en el fundido de una “raza de bronce”, donde lo indígena podría “irse” blanqueando con la ayuda del “espíritu santo[16].


[1] Claudio Lomnitz, El Antisemitismo y la Ideología de la Revolución Mexicana, traducción Mario Zamudio, México, Fondo de Cultura Económica,  2012
[2] “En tal contexto, la escasez de judíos vivos y reales entre los científicos parece haber importado muy poco. La presencia de judíos en México en la época era muy modesta, si bien es difícil calcular su número real. Basándose en los apellidos que sonaban a judío, Corinne Krauze calculó que, entre 1877 en 1910, se naturalizaron como mexicanos 140 judíos, lo cual representaba 5% del número total de extranjeros que habían adoptado la nacionalidad mexicana durante ese período. El número de judíos no naturalizados debe de haber sido considerablemente más alto; sin embargo, el total debe de haber sido muy bajo. La primera congregación religiosa se estableció en 1908 en la ciudad de México, más de 10 años después de que estallara el escándalo Dreyfus. Ibid. p 83
[3] Ibid. p. 11-2
[4] Ibid. p. 7
[5] Ibid. p. 9
[6] Ibid. p. 19
[7] Ibid. p. 21
[8] Ibid. pp. 39-40
[9] Ibid. pp. 27-28
[10] Ibid. p. 42
[11] Ibid. p. 47
[12] Ibid. p. 74. Ver: Francisco Villa, Manifiesto de Agua Prieta, 5 de noviembre de1915, en  Romance histórico villista, editado por Antonio Delgado, Chihuahua, s.f., p. 164.
[13] Ibid. p. 81
[14] Ibid. p. 79
[15] Ibid. p. 80
[16] El lema de la Universidad Nacional Autónoma de México que acuñó José Vasconcelos en 1921 es “Por mi raza hablará el Espíritu”.  Este personaje, fue uno de los principales constructores del proyecto nacional posrevolucionario. Este personaje se distinguió por su hispanismo católico, su crítica al positivismo, su anti indigenismo y antisemitismo.
Publicado en Constelaciones Revista de Teoría Crítica Vol. 4 (2012) 
Antisemitismo: Clave civilizatoria y funcionalidad social. pp. 484-488

lunes, 6 de mayo de 2013

Héctor Orestes Aguilar, Ese olvidado nazi mexicano de nombre José Vasconcelos. Artículo que me facilitó Priscila Pilatowsky y que se publicó en Istor: revista de historia internacional, Año 8, Nº. 30, 2007, págs.148-157




El germanófilo es realmente un anglófobo. Ignora con perfección a Alemania, pero no se resigna al entusiasmo por un país que combate a Inglaterra [...] La ignorancia plena de lo germánico no agota, sin embargo, la definición de nuestros germanófilos [...] Es, asimismo, antisemita [...] inicia o esboza el pa­negírico de Hitler: varón providencial cuyos infatigables discursos predican la extinción de todos los charlatanes y demagogos [...] idolatra a Hitler, no a pesar de las bombas cenitales y de las invasiones fulmíneas, de las ametralla­doras, de las delaciones y de los perjurios, sino a causa de esas costumbres y de esos instrumentos. Le alegra lo malvado, lo atroz [...] El hitlerista, siempre, es un rencoroso, un adorador secreto, y a veces público, de la “viveza” forajida y de la crueldad [...] No es imposible que Adolf Hitler tenga alguna justifica­ción: sé que los germanófilos no la tienen.

Jorge Luis Borges, “Definición de germanófilo”, revista El Hogar, 13 de diciembre de 1940.

El sábado 18 de octubre de 1941 los lectores del periódico mexicano El popular se amanecieron con un encabezado a ocho columnas que los aguardaba, furtivo y perturbador, en la segunda sección del diario: “El Partido Nazi en nuestro país”. Tal era el título de una extensa nota acerca del discurso que Vicente Lombardo Toledano, Presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina, había pronunciado el día anterior en la Arena México. La redacción de El popular resaltaba las “proporciones colosales de la conspiración fascista en México” y prometía a quienes cursaran el nutrido reportaje una “lista completa con nombres, direcciones y actividades de los miembros del partido hitlerista alemán en toda la República”.
La leyenda de una red de organizaciones nacionalsocialistas en el México de la Segunda Guerra Mundial, largamente explotada por medios sensacionalistas y conocida popularmente como la “Quinta Columna”, quedó así desmontada para cobrar una realidad imprevisible. Aunque el discurso de Lombardo y su ver­sión periodística en El popular hacían referencia a todos los vínculos posibles es­tablecidos por los nazis en nuestro país, incluyendo lo mismo a grupos sinarquistas que a organismos “cristianos”, a ciudadanos de los países ocupados por Alemania y a los fascistas españoles, italianos, franceses y japoneses, con el correr de los años ha podido documentarse que los ciudadanos alemanes en México identificables plenamente como nacionalsocialistas pasaron de ser tan sólo siete en 1930 a constituir, a finales de 1939, una estimable comunidad de 366 miembros de distintas organizaciones esparcidas por toda la república y en diversos ámbitos sociales.[1] En ciudades como el D.F., Monterrey y Puebla; en puertos como Tampico, Veracruz, Mazatlán, La Paz, Guaymas, Acapulco, Manzanillo, Puerto Ángel y Salina Cruz; y en fronteras como Nogales, Juárez, Piedras Negras y Matamoros, esos conjurados habrían desplegado movimientos clandestinos de todo orden, es­pecialmente acciones de proselitismo y propaganda.
Aunque la lista negra de Lombardo y El popular fue la más exhaustiva que se conoció de manera pública y masiva en tiempos de guerra, omitía uno de los episodios axiales de la difusión del nacionalsocialismo en nuestro país: la publicación de la revista Timón, dirigida por José Vasconcelos en 1940. Desde entonces, ya sea como omisión involuntaria en las biografías del escritor mexi­cano o como calculado paréntesis en las historias de las ideas nacionales, el extraño momento en que un heterogéneo grupo de escritores, políticos, perio­distas, traductores y admiradores de Hitler se reúne para dar a luz al mayor medio propagandístico favorable al III Reich en América Latina, ignorando en buena medida la realidad de Alemania y de los alemanes de la época, parece haber quedado borrado de toda memoria literaria y registro histórico.

CRIMEN DE UN ENSAYO

A mediados de los años 1960, el crítico e investigador estadounidense de origen judío Itzhak Bar-Lewaw Mulstock dio a la Editora Intercontinental los originales de un ensayo escrito directamente en castellano que terminaría de imprimirse el 30 de septiembre de 1965 y que comenzó a circular hasta 1966: José Vasconcelos, vida y obra. Bar-Lewaw tenía una extensa carrera pero distaba mucho de ser un experto en historia mexicana. Sin embargo, contaba con el prestigio de ser doctor en Filosofía y Letras, profesor en las cátedras de litera­tura iberoamericana en las Universidades de Kansas, Florida y Chile, y de filología española en la Universidad Central del Ecuador, experto en las obras de José Martí, Julián del Casal, José Asunción Silva, Alfonso Reyes y César Vallejo, además de asiduo conferencista en universidades y centros culturales de casi todos los países de América.
Aquel libro, que abre con un conceptuoso prólogo de Salvador Azuela, es una semblanza didáctica y ligera muy distinta a las monografías, memorias y disertaciones de otros expertos en el autor del Ulises Criollo. Bar-Lewaw conta­ba en su haber, además, con un estudio más académico titulado Introducción Crítico-Biográfica a José Vasconcelos, aparecido un poco antes en Madrid. Inofen­sivos, aquiescentes y por momentos muy elogiosos, ambos volúmenes dan cuenta de la criminal ingenuidad política de su autor e ignoraban por completo el pasaje nacionalsocialista en la carrera pública de su biografiado. Resulta curioso -pero acaso inevitable- que haya sido un bonachón y devoto crítico literario judío, quien sostuvo frecuentes pláticas con Vasconcelos durante los dos últimos años de su vida sin enterarse de estar hablando con un viejo hagiógrafo de Hitler, el que revelara los detalles de un caso sepultado en archivo muerto con el aparente beneplácito y complicidad de toda la sociedad literaria mexicana. Sólo diez años después de la muerte de Vasconcelos, acaecida el 30 de junio de 1959, Bar-Lewaw parece haber encontrado, en circunstancias que no han sido aclaradas aún, con la pista que le condujo hasta la evidencia irreba­tible: los ejemplares de la “Revista Continental” Timón.
Este fue el más radical de los experimentos publicitarios de José Vasconcelos. Si ya durante su gestión como Secretario de Educación Pública había editado un sinfín de libros en tirajes de millones de ejemplares, Vasconcelos inició también la publicación de revistas como El libro y el pueblo y El Maestro (1921-1923), primer gran órgano de la cultura oficial que alcanzó a tirar 75 mil ejemplares por número y planeada como una revista miscelánea de esparcimiento y fácil lectura. Un poco más tarde, en 1924, fundaría su primera revista política como escaparate para su oposición personal al régimen, La Antorcha, efímera publicación en la que se hicieron patentes de manera más cruda las discrepancias entre el autor de La raza cósmica y el gobierno nacional. Todas estas tareas editoriales daban cuenta ya de una forma de concebir la producción de libros y publicaciones periódicas como si se tratara de la difusión masiva de “lecturas”, obras que fueron distribuidas como “catecismos”, concentrados acervos didácticos o instrumentos de una campaña propagandís­tica que tenía como pretensión reformar o, de ser posible, transformar la conciencia pública de un país.
Puede suponerse que, hacia finales de los 1960, Bar-Lewaw debe de haber encontrado -acaso en alguna hemeroteca o fondo reservado canadiense, pues para entonces daba clases en la Universidad de York, en Toronto- algunos números de Timón. La humillación, la vergüenza y el rencor que su hallazgo sin duda le produjeron lo llevaron a concebir un volumen editado en condi­ciones sumamente precarias, hoy inasequible, fetiche de unas cuantas bibliotecas privadas y señalado como si fuese un libro maldito: La revista “Timón” y José Vasconcelos.

EL FUEGO PURIFICADOR

Sea “misántropo” el nombre más dulce para mí y los rasgos de mi carácter el mal humor, la aspereza, la grosería, la ira y la carencia de humanidad. Si alguna vez veo a alguien que se abrasa en el fuego y me suplica que le salve, apagaré sus llamas con pez y aceite; y si el río, desbordado por la tempestad, arrambla con algún hombre y éste me tiende sus manos y suplica que le saque de allí, le empujaré y hundiré su cabeza bajo las aguas, de modo que no pueda flotar ya más. Así recibirán su merecido. Ha pro­puesto esta ley Timón, hijo de Equecrátides, del demo de Colito, y el mismo Timón la ha presentado a la aprobación de la asamblea. Bien. Aceptemos dicha ley y ciñámonos a ella con firmeza.

Luciano de Samosata, “Timón o el misántropo”

Lo que Itzhak Bar-Lewaw encontró se apartaba diametralmente de los perió­dicos, pasquines, gacetillas, boletines, cables noticiosos y hojas volantes que tradicionalmente constituyeron el arsenal propagandístico de la derecha mexicana y, para los 1940, de las agencias noticiosas de los países que tomaban parte en la Segunda Guerra. Timón, era evidente, estaba destinada a circular en un en­torno de lectores lo más amplio posible. En perspectiva, puede afirmarse que su proyectado nicho de mercado era el mismo que el de los magazines de moda y las revistas deportivas. Su presentación era muy semejante a las de las publicacio­nes semanales en boga por esos años en Estados Unidos: formato tabloide, por­tada a colores, 48 páginas impresas en offset que utilizaban al menos tres familias tipográficas diferentes y ocho planas enteras de publicidad; en cuanto a la distribución de contenidos, se favorecía la fluidez de la lectura con un orden basado en el equilibrio entre la longitud y la densidad de los materiales escritos: un editorial, seis secciones fijas, diez articulistas invitados en promedio, una serie de “cartones de la guerra”, caricaturas políticas, columnas irregulares de moda, deportes, salud, consejos para la vida familiar, un apartado literario y una miscelánea variable sobre cine, religión, ciencia, ópera, filatelia, toros, escultu­ra y pintura. Ya que los periódicos de la época costaban en promedio 3 centavos, podemos decir que Timón, por contenido, precio (50 centavos) y periodicidad (semanal), cabalmente era un lujo destinado para la alta clase media.
El académico estadounidense quedó pasmado cuando reparó en que el director de esa “Revista Continental”, como rezaba el subtítulo colocado en el frontispicio de la página editorial, era José Vasconcelos. El nombre de la publi­cación era extraño para una revista de ese perfil, toda vez que sus congéneres portaban títulos más explícitos, combativos o mesiánicos, como los periódicos de derecha Omega, La Reacción y El Hombre Libre, o los boletines Noticias de guerra y Diario de la guerra. La palabra “timón” podía asociarse lo mismo a la conducción, al dominio, al liderazgo o al líder, que al puesto de mando en un navio. El editorial anónimo del primer número intentaba dar cuenta de ello:

En las marejadas y torbellinos del momento actual, más que época alguna, hace fal­ta, a la nave de los destinos colectivos, un timón que la dirija en la marcha. Pero el ma­nejo del timón supone conocimiento de la ruta, firmeza de puño y audacia de la voluntad. No basta jamás con el impulso. Ningún pueblo se salva, si la inteligencia no le ha aclarado sus ímpetus. Donde gobierna el instinto, la barbarie perdura y la na­ción se convierte en paria [...] En todas las épocas el pueblo que se impone, es elque cuenta con una doctrina superior de vida [...] Lo importante para nosotros, de la si­tuación internacional, es que se están debilitando las potencias bajo cuya hegemonía padecemos desde hace siglo y medio. Ni Inglaterra volverá a lo que fue; ni Francia tornará a ser el feudo de Frentes Populares y Estrellas con más o menos puntas de Oriente o de Occidente; ni los Estados Unidos van a escapar del cambio universal [...] Por el momento nuestro interés reside en el debilitamiento de la hegemonía an­glosajona en el Planeta. Nuestra exigencia de pueblos en formación es que se derrum­ben todas las barreras que han estorbado nuestro progreso [...] Detrás de nuestras fracasos se ha alzado sonriente el poinsetismo, más poderoso cada día. Por eso mismo nues­tro esfuerzo combativo ya no se limitará al presente y a la situación local, sino que buscará más bien la raíz de nuestros males para prender en ella el fuego purificador.[2]

Aturdido y despistado, Bar-Lewaw reconoció sin embargo algunos giros y formulaciones, elementos que bien pueden ser descritos como pivotes dis­cursivos muy emblemáticos de la retórica vasconcelista. La oposición entre in­teligencia y barbarie y expresiones como “hegemonía planetaria anglosajona”, “poinsetismo” y sobre todo “fuego purificador” eran comunes y típicas de los escritos de madurez de Vasconcelos, veterano misántropo que, a juzgar por sus es­critos y tal como lo pide Luciano de Samosata, encaminándose al final de su vida pública quiso distinguirse por su aspereza, iracundia y hostilidad.

Una nómina de la diferencia

El primer número de Timón comenzó a circular el 22 de febrero de 1940 para desaparecer 16 entregas más tarde, censurada por el gobierno mexicano. A sa­biendas de ello, Bar-Lewaw se dio a la tarea de localizar la colección completa de la revista, a determinar las condiciones de su corta existencia y a compilar una selección de escritos e ilustraciones contenidos en esa serie para dar forma a un libro que le sirviera, simultáneamente, para reparar su descomunal negli­gencia y para delatar la gravedad de un episodio sobre el que se había echado suficiente tierra con la intención de no volver a exhumarlo nunca.
La revista “Timón” y José Vasconcelos fue editado, en edición rústica de mil ejemplares, por la Casa Edimex, editorial de la que no existen mayores refe­rencias en la actualidad y de la que no circula más ningún título. Terminado de imprimir en agosto de 1971, el libro está encuadernado en un paupérrimo cartoncillo azulado y fehacientemente transmite la sensación de ser una obra surgida en la clandestinidad y en circunstancias editoriales muy adversas. Divide su índice en artículos firmados por José Vasconcelos, los editoriales escritos por éste que se publicaron de manera anónima, artículos antialiados, antisemitas y los diversos textos que de forma manifiesta eran pronazis.
A través de aquel material, sobre todo en los artículos con referencia a sucesos de guerra; en las crónicas y despachos bélicos; en los ensayos y artículos de fondo que intentan analizar el desarrollo de las acciones militares en Europa, se hace patente un cuerpo de discursos que tuvo como meta, ante la opinión pública de este país, conferir aceptabilidad al programa político y a la ideología que propugnaban el triunfo de la Alemania nazi como resultado inexorable de la Segunda Guerra Mundial. Triunfo que significaría, sobre cualquier otro factor, la única opción de México para librarse del tradicional dominio económico y político de Estados Unidos.
Es imprescindible subrayarlo: a diferencia de otras publicaciones profascis­tas elaboradas como meros panfletos o como almanaques propagandísticos di­rigidos a los grupos militares (con mucha presencia aún en el México de 1940), Timón fue concebida como una revista semanal de cultura política disfrazada bajo la fórmula de refinada publicación familiar, un espacio impreso dedicado al público de clase media donde coincidieron periodistas y escritores antiimpe­rialistas, germanófilos, antisemitas, hispanistas y anticomunistas. La nómina de colaboradores del semanario incluyó a antiguos militantes de la campaña presi­dencial vasconcelista como Andrés Henestrosa; al hispanista Alfonso Junco, au­tor de una biografía de Agustín de Iturbide, creador de semblanzas y fisiono­mías literarias; al refugiado republicano español Benjamín Jarnés, quien tradujo por entregas para Timón la novela La puerta estrecha, de André Gide; al cronista de temas literarios hispánicos Eduardo de Ontañón, biógrafo de Fray Servando Teresa de Mier; a Rafael Aguayo Spencer, estudioso de las obras de Lucas Alamán y Vasco de Quiroga; al bibliotecario y “bibliófago” David Niño Arce, responsable de una bibliografía ineludible del propio Vasconcelos; a José Calero, uno de los pocos colaboradores de la revista que estudiaron en Colegio Alemán, quien desistiría de su pronazismo y se convirtió en filántropo en Polonia; al poeta, soldado, duelista, exiliado político y anticuario Adolfo León Osorio; y, en fin, a personalidades variopintas como el Dr. Atl, María Elena Sodi de Palla­res, Teodoro Schumacher y Francis de Miomandre, más una extensa lista de nombres que hoy poco o nada nos dicen. Entre los periodistas de mayor pre­sencia en la prensa de derecha estuvieron Carlos Roel, Antonio López Estra­da, Antonio Islas Bravo y Pedro Zuloaga. Un grupo de solitarios, empecina­dos, intolerantes y excéntricos. Una constelación de partidarios de todas las causas, y por lo tanto de ninguna, que encontraron en Timón un escaparate inmejorable para expresar su diferencia.

LA IMPENETRABLE TELA DE ARAÑA
Hitler, aunque dispone de un poder absoluto, se halla a mil leguas del cesarismo. La fuerza no le viene a Hitler del cuartel, sino del libro que le inspiró su cacumen. El poder no se lo debe Hitler a las tropas, ni a los bata­llones, sino a sus propios discursos que le ganaron el poder en democrática competencia con todos los demás jefes y aspirantes a jefes que desarrolló la Alemania de la Post-Guerra. Hitler representa, en suma, una idea, la idea alemana, tantas veces humillada antaño por el militarismo de los franceses y por la perfidia de los ingleses.

José Vasconcelos, “La inteligencia se impone”, Timón, núm. 16, junio 8, 1940

¿De dónde provenían los recursos para financiar los costos de una publicación de esas magnitudes, con un grupo de colaboradores tan amplio y con un pretendido alcance continental? Los precios de las suscripciones, de las inser­ciones publicitarias y de los anuncios a color eran caros para la época, sin duda. Un abono por seis meses costaba 12 pesos; un octavo de plana, 50; una página en color a dos tintas 500 y una a cuatro tintas, 800. Los ejemplares atrasados costaban un peso. Aunque hubieran dedicado las tres cuartas partes de la revista a la publicidad, los ingresos obtenidos no hubieran bastado para pagar al personal administrativo, las oficinas, el papel, la impresión y al grupo de colaboradores asiduos, sin descontar los salarios que el propio Vasconcelos y sugerente, el cubano César Calvo, devengaban respectivamente por la dirección editorial y la coordinación administrativa de su publicación.
Salvo haber constatado que diversos empresarios y comerciantes alemanes identificados como notorios militantes nacionalsocialistas en la capital, como Alfred Auer (domiciliado en la colonia Roma y concesionario de la firma Blaupunkt), subsidiaban al semanario con la compra de espacios publicitarios, Bar-Lewaw no pudo encontrar pruebas tajantes de que José Vasconcelos fuera agente pagado por los nazis. Sin embargo, no le quedó ninguna duda de que el escritor y su revista eran instrumentos de la maquinaria de propaganda del III Reich en México.
El académico no pudo penetrar la entreverada tela de araña que envolvía su caso de estudio por una sola razón: no tuvo acceso al expediente que establece el vínculo irrefutable entre Vasconcelos, Timón y los fondos que la Embajada Alemana destinaba a la guerra de propaganda contra los países aliados. El hoy célebre informe confidencial “El nazismo en México”, que obra en el Archivo General de la Nación,[3] da cuenta de que el aparato de propaganda nacionalso­cialista había desplegado acciones directas en varios frentes. En el apartado dedi­cado a la “Propaganda destinada a Mexicanos”, inciso ‘Publicaciones Propias’, los apresurados y titubeantes redactores hacían constar que

Sabemos de tres ensayos de publicaciones publicadas por cuenta de la Legación Ale­mana o del servicio secreto nazi: la primera fue una vulgarísima hoja antisemítica llamada “Defensa” [...] La segunda publicación es una edición en español del Perió­dico Alemán de México, que comenzó a aparecer al comienzo de la guerra actual. [...] La tercera y a la vez más hábil publicación de esta naturaleza es la nueva revista “Timón” cuyo director es José Vasconcelos y cuyo “gerente” (pero extra-oficialmente en funciones de director) es el cubano César Calvo. El periódico dedica el 80% de su espacio a propagar las tesis alemanas. En el número antepasado se publican fotogra­fías de un fraternal téte-á-téte entre Vasconcelos y Dietrich.[4] La presentación de la revista es excelente, y después de “Hoy” es la más costosa de México. Todavía no tiene circulación ni anuncios que valgan la pena, por lo que es casi totalmente costeada por la Legación Alemana. César Calvo ha dicho públicamente que la revista “Timón” tiene todo el dinero que necesita para mucho tiempo. El compañero Rubio ha sabido que la Legación Alemana se ha comprometido a pagar el costo de la revista durante seis meses, para encarrilarla.

Ese ilusorio encarrilamiento se detendría pronto. Tres días después de la entrada de la Wehrmacht en París, el 15 de junio de 1940, Calvo fue arrestado y Timón confiscada para siempre por la Secretaría de Gobernación. A excep­ción de Itzhak Bar-Lewaw, nadie ha vuelto a explorar con rigor las páginas incendiarias y perturbadoras de esa revista. Hay que regresar a ellas con la convicción de que guardan el secreto de la enigmática conversión transitoria al nacionalsocialismo de ese gran escritor que fue José Vasconcelos.



[1] Cfr. Jürgen Müllcr, “El NSDAP en México: historia y percepciones, 1931-1940”. En la página web del Centro de Estudios Interdisciplinarios de América Lacina y El Caribe, www.tau.ac.il/eialA I_2/muller.htm
[2] “Timón se define”, en la revista Timón, volumen I, número 1, 22 de febrero de 1940, p. 5.
[3] “El nazismo en México”, expediente 704.1/174-1, reporte de los inspectores PS-10 y PS-24 con fecha del 23 de mayo de 1940. Grupo documental: Archivo Administrativo Lázaro Cárdenas. AGN.

[4] Hace referencia al número 12 de Timón, del 11 de mayo de 1940, p. 2. “Dietrich” es Arthur Dietrich, antiguo Ortsgruppenleiter del Partido Nacional .Socialista Obrero Alemán en México, agregado de prensa de la Embajada Alemana y el agente más importante en todo lo concerniente a propaganda, espionaje y sabo­taje en el país (nota de Héctor Orestes Aguilar).

domingo, 5 de mayo de 2013

DE LOS ASESINOS DE DIOS A LA RAZA INDESEABLE. LA NACIÓN MEXICANA, EL ANTISEMITISMO Y SU EXPRESIÓN ANTI-INDÍGENA publicado en la revista CONSTELACIONES



De los asesinos de Dios a la raza indeseable; la nación mexicana, el antisemitismo y su expresión anti-indígena.

Mauricio Pilatowsky

1. Antisemitismo y anti indigenismo
En el título de esta reflexión se vinculan dos formas de exclusión: el antisemitismo y el odio a los indígenas en México; en los dos casos se sugiere un tránsito del contexto religioso al racial. Para explicar cómo llegamos a esta particular forma de relacionar dos fenómenos de exclusión aparentemente distantes hemos recurrido a las herramientas que nos proporciona la Teoría Crítica. Es importante comenzar por aclarar que el odio a los judíos en México no es un fenómeno relevante, se podría afirmar que para los más de cien millones de mexicanos, la minoría judía le es ajena y que más bien se la identifica con el grupo de los blancos de origen extranjero.
          Para explicar cómo es factible hablar de una expresión del antisemitismo que no consiste en un odio a los judíos sino más bien a otro sector de la población nos apoyamos del análisis que realizaron Adorno y Horkheimer en un texto escrito en 1942 titulado La Dialéctica de la Ilustración[1], como introducción a su propuesta, que se ira recuperando con detalle a lo largo de la exposición, podemos adelantar que lo que debe entenderse es la mecánica de la exclusión en sí misma, y no definirla a partir de la identidad del excluido. Es en este sentido en el que encontramos similitud entre los casos,  los componentes de los discursos y las prácticas de discriminación del anti-indigenismo en México  se entienden como expresiones particulares del mismo sistema que se instrumentó en Europa contra los judíos.

2. Dinámicas de exclusión en el caso mexicano
En el caso específico de México nos encontramos que la exclusión se manifiesta en un doble sentido: el más inmediato hacia la población indígena que representa más o menos un 10% de la población y el más complicado, el que se reproduce al interior de cada uno de los pobladores del sector mayoritario del país al que se le define como “mestizo” y que, en su imaginario, se debate entre su identificación con su genealogía europea y a su vez con la indígena. El grueso de la población mexicana admira, sobrevalora y excluye al extranjero, y desprecia, rechaza y se diferencia del “indio”. Ambas figuras están en su estructura imaginaria y su proceso de identificación-diferenciación se caracteriza por esta fractura.
          El tránsito del odio a los judíos de considerarlos “los asesinos de Dios” (Cristo) para convertirlos en la raza indeseable tiene un paralelo en el caso del odio a los indígenas; un objeto distinto pero un mecanismo similar. En estas zonas el color de la piel se convirtió en un distintivo para identificar y diferenciar a los conquistadores, blancos católicos, de los conquistados,  “indígenas” paganos y a sus respectivos descendientes. Al paso de los siglos, y con el proceso del mestizaje esta distinción se interiorizó y se convirtió en un asunto de matices cromáticos.
     Antes de continuar con la exposición es conveniente recordar que en el mismo momento en el que los judíos son expulsados de España en 1492 comienza el proyecto colonizador y el encuentro con los pobladores de lo que los conquistadores denominaron “América”. En otras palabras podemos ubicar una misma genealogía para dos procesos paralelos de discriminación en los albores de la modernidad, del rechazo y fomento del odio a los judíos y el del sometimiento y colonización de aquellos que estos mismos colonizadores denominaron “indígenas”.
En ese mismo sentido es importante considerar que la Inquisición utilizó los mismos mecanismos para perseguir a los judíos forzados a la conversión y a los “indígenas”  a los que también se les impuso la cristianización. La imposición de una sola fe para el proyecto imperial español colocó a todos sus disidentes en una misma estrategia de persecución y condena.

2. Vigencia del racismo en México  
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) de México realizó un estudio[2]  donde se replicaba uno que se aplicó en los Estados Unidos por  Kenneth y Mammie Clark en los años treinta. En éste se colocan dos muñecos, uno blanco con ojos azules y otro moreno con ojos oscuros,  ante la mirada de niños de diez años aproximadamente y se les hacen preguntas con respecto a estos muñecos. ¿Cuál te gusta más?, ¿Cuál te provoca más confianza?, ¿Cuál es bueno? y preguntas en el sentido negativo: el que te disgusta, te da miedo y es malo. En la gran mayoría de los casos lo positivo se le asigna al blanco y lo negativo al moreno. Lo interesante es que la mayoría de los participantes son morenos. Este experimento ha sido cuestionado desde distintas posturas y a nuestro juicio no puede ser utilizado por sí mismo como una demostración definitiva de la existencia de esta particular forma de racismo, sin embargo existen otros estudios del mismo CONAPRED que refuerzan estos datos.
          Lo que los niños expresan constituye parte de los imaginarios colectivos en México, los modelos que se utilizan en los anuncios publicitarios son mayoritariamente blancos, y en la lengua popular se felicita al que consigue una pareja más blanca porque “mejora la raza”. A Los políticos se les maquilla para “blanquearlos” y en los programas de televisión se le da preferencia a los más blancos. El lema de la Universidad Nacional Autónoma de México es Por mi raza hablará el Espíritu y a lo que realmente se refiere es a la Raza Blanca y al Espíritu Santo[3].

3. La aproximación desde la teoría crítica
          Lo que podemos observar es que, a diferencia de otras manifestaciones donde un sector discrimina a otro, en el caso de México también lo encontramos al interior de la misma comunidad donde lo “blanco” y lo “indígena” se ha mezclado en el proceso de mestizaje. En un mismo individuo se desarrolla este sentimiento complejo donde valora su “blanquitud” y rechaza sus aspectos “indígenas”.
   En búsqueda de explicaciones para este mecanismo que se ha interiorizado y fractura a individuos y colectivos presentaremos brevemente algunos aspectos del desarrollo de este proceso de exclusión a partir de las claves que Adorno y Horkheimer encontraron en la Segunda Guerra Mundial para entender el odio a los judíos. Para utilizar la expresión de Walter Benjamin intentaremos “peinar la historia” del racismo mexicano “a contrapelo”[4]. La genealogía del imaginario colectivo mexicano remite al momento de la Conquista en el siglo XVI.

4. La Conquista
La descripción de lo sucedido en el aquel entonces nos llega por distintos canales, uno de los más confiables es el que nos proporciona Fray Bartolomé de las Casas, misionero dominico que acompañó a los conquistadores españoles buscando la evangelización de los indígenas; en sus relatos quedó de manifiesto la brutalidad de la Conquista. A continuación presentamos un  fragmento de su testimonio:

Entre otras matanzas hicieron ésta en una ciudad grande, de más de treinta mil vecinos, que se llama Cholula: que saliendo a recibir todos los señores de la tierra e comarca, e primero todos los sacerdotes con el sacerdote mayor a los cristianos en procesión y con grande acatamiento e reverencia, y llevándolos en medio a aposentar a la ciudad, y a las casas de aposento del señor o señores della principales, acordaron los españoles de hacer allí una matanza o castigo (como ellos dicen) para poner y sembrar su temor e braveza en todos los rincones de aquellas tierras. […]Todos ayuntados e juntos en el patio con otras gentes que a vueltas estaban, pónense a las puertas del patio españoles armados que guardasen y todos los demás echan mano a sus espadas y meten a espada y a lanzadas todas aquellas ovejas, que uno ni ninguno pudo escaparse que no fuese trucidado. A cabo de dos o tres días saltan muchos indios vivos, llenos de sangre, que se habían escondido e amparado debajo de los muertos (como eran tantos); iban llorando ante los españoles pidiendo misericordia, que no los matasen. De los cuales ninguna misericordia ni compasión hubieron, antes así como salían los hacían pedazos.[5]

     La descripción es realmente desgarradora, no se trata de un evento excepcional, más bien ejemplifica la forma en la que se desarrollo la Conquista. En su relato el misionero hace mención del móvil de tan brutal carnicería, explica que las víctimas no representaban una amenaza, más bien lo contrario, recibieron a los españoles en forma hospitalaria, por lo que no fue ni el miedo ni la defensa; lo que los impulso fue una estrategia de dominación; lo que buscaron fue sembrar el miedo. Es importante destacar este aspecto para entender cómo a lo largo de siglos de colonización y con el miedo se fueron quebrando las resistencias psicológicas y se fue interiorizando una valoración a lo blanco y un rechazo a lo “indígena”. Esto recuerda la afirmación de Nietzsche: <doler
  permanece en la memoria>>[6] 

5. El trasfondo religioso

5.1. Adorno y Horkheimer:

Adorno y Horkheimer, para analizar el antisemitismo que se desarrolló en la sociedad cristiana, se detienen en lo que ellos definen como un retorno a la idolatría. 

El Dios judío exige lo que le corresponde y ajusta las cuentas con los perezosos. Él cautiva a su criatura en la red de la culpa y el mérito. Frente a ello, el cristianismo ha subrayado el momento de la gracia, el cual, por cierto, se hallaba implícito en el mismo judaísmo en la alianza de Dios con los hombres y en la promesa mesiánica. El cristianismo ha atenuado el terror del absoluto al rencontrarse a sí misma la criatura en la divinidad: el mediador divino es invocado con nombre humano y muere de muerte humana. Su mensaje es: <>; la ley se desvanece ante la fe; más grande que toda majestad es el amor, el único mandato.
   Pero en virtud de los mismos momentos mediante los cuales disuelve el encantamiento de la religión natural el cristianismo vuelve a reproducir, espiritualizada, la idolatría.[7]

La propuesta cristiana busca sustituir el cumplimiento de la ley por la gracia que otorga la fe. Lo que aparece como un don amoroso de la trascendencia se convierte en un retorno a la idolatría porque la creencia en el dios encarnado que se sacrifica no deja de ser un mito aunque se presente “espiritualizado”. La fe en Cristo contiene un deseo reprimido de practicar rituales sacrificiales ya que en la crucifixión lo que se escenifica es un martirio y asesinato justificado teológicamente; es la vuelta a la etapa de los sacrificios que el judaísmo había superado por medio del cumplimiento de la ley. El odio a los judíos es un odio proyectivo, una auto condena inconsciente del cristiano por sus deseos reprimidos y de ahí la invención que el judío realiza prácticas sacrificiales. “A los judíos en general se les dirige la acusación de practicar una magia prohibida, un ritual sangriento. Sólo así, disfrazado de acusación, el deseo inconsciente de los autóctonos  de volver a la práctica sacrificial mimética celebra su alegre resurrección en la conciencia de éstos.[8]

5.2. Sepúlveda y el anti indigenismo religioso

En el caso mexicano la idolatría espiritualizada de la que hablan Adorno y Horkheimer se proyectó sobre los  llamados indígenas. Es cierto que en algunas de estás culturas se realizaban sacrificios humanos y por lo mismo la estrategia fue distinta a la empleada con los judíos; no se inventaron rituales pero sí se sobredimensionaron los alcance de las prácticas sacrificiales. En la disputa o controversia entre Bartolomé de las Casas  y Ginés de Sepúlveda en la Villa de Valladolid en el año de 1552 podemos encontrar un claro ejemplo de esta forma de demonización. Sepúlveda hace una apología de la Conquista y el genocidio que la acompañó por medio de un siniestro cálculo aritmético del alcance de los sacrificios.


[…] porque en la nueva España a dicho de todos los que de ella vienen y han tenido cuidado de saber esto: se sacrificaban cada año mas de veinte mil personas: el cual numero multiplicado por treinta años que ha que se ganó y se quitó este sacrificio: serían ya seis cientos mil: y en conquistarla a ella toda: no creo que murieron más numero de los que ellos sacrificaban en un año. Y también por esta guerra se evita la perdición de infinitas ánimas de los que convertidos a la fe se salvaran presentes y venideros. Y como dice Sant Agustín en la Epístola 75. Mayor mal es que se pierda un ánima que muere sin baptismo: que no matar innumerables hombres aunque sean inocentes.[9]

La postura de Las Casas es contraría a Sepúlveda, sale en defensa de los indígenas y cuestiona las prácticas que define como tiránicas, en su respuesta da cuenta de lo equivocado del cálculo que hace su oponente y de lo que motiva esta exageración:
Lo segundo digo que no es verdad decir que en la Nueva España se sacrificaban veinte mil personas, ni ciento, ni cincuenta cada un año, porque si eso fuera no hallaríamos tan infinitas gentes como hallamos. Y esto no es sino la voz de tiranos, por excusar y justificar sus violencias tiránicas y por tener opresos y por desollar los indios, que de la vendimia que hicieron restaron por esclavos, y tiranizallos. [10]

          Como se puede constatar en estos fragmentos el tema del “sacrificio” es central, tanto en la apología de la Conquista como en su cuestionamiento. El sacrificio brutal y metódico de millones de personas a manos de los españoles se acompañó de un discurso donde se le justifica por combatir el sacrificio, una paradoja que nos ayudan a comprender Adorno y Horkheimer al analizar lo que el Cristianismo mantiene en su estructura teológica y proyecta sobre aquellos que convierte en sus víctimas.  


5.3. Sobre el sentido excluyente del universalismo cristiano
La dinámica violenta y exterminadora que ha surgido en distintos momentos dentro de la sociedad cristiana a lo largo de su historia se ha presentado con lo que se podría definir como un “antídoto” que surge en su interior y se enfrenta a esta violencia. En el caso de  la colonización nos encontramos con muchas expresiones de este cristianismo humanista que buscó revertir los procesos de exterminio y esclavización; en la lucha que encabezó Fray Bartolomé de las Casas vemos un ejemplo de esta otra parte del cristianismo. Sin quitarle méritos a su defensa de los indígenas debemos analizar con cuidado los argumentos que la componen.
           De vuelta a nuestro estudio comparativo entre el Antisemitismo y el Anti indigenismo nos encontramos con las reflexiones de  Reyes Mate, en su estudió sobre La cuestión judía de Marx donde nos comenta lo siguiente:
“Si el judío excluye a los demás de la elección, el cristianismo lo hace de la condición humana, por eso su exclusión es mayor. El universalismo cristiano excluye al hombre. Si el cristianismo se presenta como la superación del judaísmo, hay que concederle que tiene razón en asuntos de exclusiones: lo suyo es la exclusión universal.[11]

El filósofo español llega a esta conclusión a partir de su comprensión de la teología cristiana donde se vincula la salvación universal con la creencia en Cristo; de acuerdo a esta visión de la trascendencia todos los seres humanos son sujetos de salvación siempre y cuando crean en Cristo. Esta postura busca terminar con el exclusivismo judío, de sentirse un pueblo elegido superior a los demás al permitirle a todos ser parte del proyecto divino de salvación, en ese sentido nos encontramos con una emancipación universal a diferencia del sectarismo judío. Lo que encuentra Mate al condicionar la universalidad en la creencia de una determinada forma de comprender la trascendencia, es la segregación de los que no lo hacen y de ahí que sea una forma de exclusión universal. Ya no se trata de que un grupo se sienta superior a otro y que sostenga que sus creencias los convierte en elegidos, aquí no se trata de ser mejores y de ver con inferioridad a los demás, en este sentido más bien se trata de una pertenencia universal de los que creen y una exclusión en ese mismo sentido de los que no lo hacen.
5.4. Las casas y la defensa de los indios en cuanto se les puede evangelizar.
Fray Bartolomé de Las Casas, en su defensa a los indígenas, reproduce esto que Mate entiende como sentido excluyente del universalismo cristiano. Como parte de sus argumentos contra Sepúlveda sostiene lo siguiente:

Los indios son de tan buenos entendimientos y tan agudos de ingenio: de tanta capacidad y tan dóciles para cualquiera ciencia moral y especulativa doctrina: y tan ordenados por la mayor parte proveídos, y razonables en su policía, teniendo muchas leyes justísima: y tanto han aprovechado en las cosas de la fe y religión Cristiana y en las buenas costumbres, y corrección de los vicios, dondequiera que han sido doctrinados por los religiosos y por personas de buena vida, y aprovechan cada día cuanto nación en el mundo se halló después de subidos los Apóstoles al cielo y hoy se hallarían.[12]

          Aquí Las Casas utiliza como argumento en defensa de los indígenas su disposición a ser cristianizados y como el mismo dice a “corregir sus vicios”. No los defiende como humanos, sean cuales sean sus costumbres y ritos, lo que les hace acreedores a ser parte de la salvación es el adoptar la fe cristiana, aquí se presenta  la misma dinámica que con los judíos y por lo mismo se inscribe en lo que Reyes Mate define como “universalismo cristiano excluyente”.

6. La Independencia

6.1. Fray Servando Teresa de Mier. Sermón Guadalupano 1794
Más de dos siglos después de la Conquista en el año de 1810, y sin que la situación de los indígenas hubiera mejorado, vino el proceso de independencia. Uno de los rebeldes fue otro fraile Dominico llamado Fray Servando Teresa de Mier. Como parte de sus argumentos a favor de la independencia de España, Mier nos presentó una visión muy particular de la historia.  En un sermón que pronunció en 1794 se confrontó con la versión oficial de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, a continuación un fragmento del mismo:

La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no está pintada sobre la tilma de Juan Diego sino sobre la capa de Santo Tomás Apóstol de este reino. [...]
  Mil setecientos cincuenta años antes del presente, la imagen de nuestra Señora de Guadalupe ya era muy celebre y adorada por los indios ya cristianos, en la cima plana de esta sierra de Tenayuca donde la erigió templo y colocó Santo Tomás. [...]
  Apostatas los indios muy en breve de nuestra religión maltrataron la imagen que seguramente no pudieron borrar, y Santo Tomás la escondió hasta que 10 años después de la conquista apareció la Reina de los Cielos a Juan Diego pidiendo templo, y le entregó la última vez su antigua imagen para que la presentase ante el señor Zumárraga. [...]
  La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es pintura de los principios del siglo primero de la Iglesia, pero así como su conservación su pincel es superior a toda humana industria, como que la misma Virgen María se estampó naturalmente en el lienzo viviendo en carne mortal.[13]

          La influencia de la Ilustración en México condujo a un sector a buscar la independencia de España, eran en su mayoría criollos blancos que ante la invasión francesa de España buscaban la autonomía.  Sus reivindicaciones se construyeron en parte bajo la ficción de una supuesta cristiandad ya existente en los pobladores prehispánicos buscando demeritar el proceso evangelizador de los conquistadores españoles. Es importante señalar que Teresa de Mier se identificó con Las Casas, incluso escribió un prologo  a su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, también defendió la emancipación de los indígenas y entendió su humanidad a partir de su ser cristianos. En el caso de Las Casas esto se explicaba por su disposición a ser evangelizados, mientras que para el rebelde independentista habían sido convertidos ya en el siglo primero y de ahí la construcción mitológica de un encuentro con el apóstol Tomás y la Virgen María en persona.
          Esta fabula que construye Teresa de Mier contiene también un episodio que recuerda la postura cristiana frente a los judíos; en un lugar comenta; “Apostatas los indios muy en breve de nuestra religión maltrataron la imagen que seguramente no pudieron borrar”. La supuesta apostasía de los indígenas que los lleva a desconocer la aparición de Jesús, Santo Tomás y la Virgen María, recuerda la actitud que se les adjudica a los judíos en la Palestina del siglo I. En los dos casos se hace hincapié en la negativa a reconocer la verdad y de ahí que se justifique su maltrato. Desde la perspectiva del católico, incluso de aquel que reivindica la formación de una nación independiente, el aspecto de la universalidad excluyente del cristianismo sigue vigente como en el caso de Fray Servando Teresa de Mier. 

7. Fascismo y racismo en Europa
Para comprender el tránsito de la visión religiosa al racismo moderno retomamos las reflexiones de Adorno y Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración, en el capítulo sobre el Antisemitismo ellos explican que en el fascismo existió una aparente separación de los contenidos religiosos pero en el caso del odio a los judíos lo que se observa es una continuación, e incluso una radicalización que condujo a “Auschwitz”.

El antisemitismo fascista quiere prescindir de la religión. Afirma que se trata sólo de la pureza de la raza y de la nación. Se dan cuenta de que los hombres han renunciado hace tiempo a la preocupación por la salvación eterna. El creyente medio es hoy ya tan astuto como en otro tiempo sólo podía serlo un cardenal. Acusar a los judíos de obstinados increyentes no pone ya a las masas en movimiento. Pero la hostilidad religiosa que impulsó durante dos mil años a perseguir a los judíos difícilmente se ha apagado del todo. El celo con el que el antisemitismo repudia su tradición religiosa muestra, mas bien, que aquélla anida es éste no menos profundamente que en otro tiempo lo hacía la idiosincrasia profana en el celo religioso.[14]

Estos filósofos rechazan el argumento que sostiene que en el fascismo, por medio de la utilización de la ciencia, se ha prescindido del espíritu religioso  en su odio a los judíos; ellos encuentran que la hostilidad religiosa secularizada alimenta las nuevas expresiones del antisemitismo. Algo similar podemos encontrar en el caso del racismo mexicano.

8. Del anti indigenismo religioso al racismo moderno
En el México posrevolucionario encontramos que el tratamiento discriminatorio a los indígenas cambió de argumentación en forma parecida al antisemitismo europeo. El estudio de Adorno y Horkheimer puede aplicarse en este caso y nos permite comprender su dinámica. De ser los “salvajes” que realizan sacrificios y rituales paganos los indígenas se convierten en “raza”. 

8.1. Vasconcelos y la Raza Cósmica

El que mejor expreso y articuló este tránsito fue sin lugar a dudas José Vasconcelos (1882-1959); Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y Secretario de Educación Pública, conocido por impulsar la educación y la cultura en el México posrevolucionario y también por su catolicismo radical. Sus posturas racistas lo llevaron durante la Segunda Guerra Mundial a editar la revista Timón[15]  financiada por los nazis. En 1956 escribió el prólogo al libro de Salvador Borrego, Derrota Mundial; Supracapitalismo y Marxismo en Pareja Globalizadora[16] donde presenta como “importante” este texto sinarquista que niega el Holocausto y defiende el nacionalsocialismo. En 1950 recibió en España la condecoración Isabel la Católica.
En la lectura de sus memorias podemos encontrar elementos que remiten al anti indigenismo católico. En ellas cuenta Vasconcelos que su madre le inculcó el catolicismo acompañado de un miedo paranoico a los indígenas. Primero describe lo que se le trasmitió con respecto a la supuesta naturaleza de los apaches. Es pertinente señalar que parte de su infancia se desarrolló en el norte del país.
Pero, en torno, la región vastísima de arenas y serranías seguía dominada por los apaches, enemigo común de las dos castas blancas dominadoras: la hispánica y la anglosajona.  Al consumar sus asaltos, los salvajes mataban a los hombres, vejaban a las mujeres;  a los niños pequeños los estrellaban contra el suelo y a los mayorcitos los reservaban para la guerra;  los adiestraban y utilizaban como  combatientes.[17]

          Mas adelante describe como la madre le inculcaba una misión evangelizadora a partir de su anti indigenismo:
“Si vienen los apaches y te llevan consigo, tú nada temas, vive con ellos y sírvelos, aprende su lengua y háblales de Nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros y por ellos, por todos los hombres.  Lo importante es que no olvides;  hay un Dios Todopoderoso y Jesucristo, su único hijo.  Lo demás se irá arreglando solo.”[18]

Para retomar lo que Adorno y Horkheimer señalaron con respecto del tránsito de los contenidos religiosos a expresiones racistas trasladarlo al caso de Vasconcelos sería pertinente recuperar sus propuestas en su libro titulado La raza Cósmica. Este fue un texto que se publicó en 1925, después de la revolución y en la época en la que se dedicó a impulsar la educación y la cultura, por lo que podríamos afirmar que en cierto sentido refleja lo que motivaba este proyecto.
Vasconcelos presenta su racismo como “estético” para marcar una distancia con el racismo europeo; afirma que la raza blanca e hispana es superior y que por un proceso de selección, por el “buen” gusto, las “mezclas” raciales sufrirán una “depuración”. Sostiene el pensador mexicano que no es necesario imponer nada por la violencia ya que se elegirán a los más bellos, que a su entender son los blancos, a los más ricos que también lo son y a los más educados donde entra el factor religioso católico. Lo que escribe es lo siguiente:
 Donde manda la pasión iluminada no es menester ningún correctivo.  Los muy feos no procrearán, ¿Qué importa entonces que todas las razas se mezclen si la fealdad no encontrará cuna? La pobreza, la educación defectuosa, la escasez de tipos bellos, la miseria que vuelve a la gente fea, todas estas calamidades desaparecerán del estado social futuro.  Se verá entonces repugnante, parecerá un crimen el hecho hoy cotidiano de que una pareja mediocre se ufane de haber multiplicado miseria.   El matrimonio dejará de ser consuelo de desventuras, que no hay por qué perpetuar, y se convertirá en una obra de arte.[19]

Para que no quedé ninguna duda al respecto nos aclara que: “El indio no tiene otra puerta hacia el porvenir que la puerta de la cultura moderna, no otro camino ya desbrozado de la civilización latina”.[20] En forma aparente hace una defensa del mestizaje pero en realidad lo que propone es un racismo blanco: “Los tipos bajos de la especie serán absorbidos por el tipo superior.  De esta suerte podría redimirse, por ejemplo, el negro, y poco a poco, por extinción voluntaria, las estirpes más feas irán cediendo el paso a las más hermosas”.[21] Cuando habla de la más bella y por lo mismo de lo mejor a lo que se refiere es que; “quizá entre todos los caracteres de la quinta raza predominen los caracteres del blanco, pero tal supremacía debe ser fruto de elección libre de gusto y, no resultado de la violencia o la presión económica.”[22] En conclusión podemos ver como en las posturas de Vasconcelos la discriminación anti indígena de origen católico se convierte en un racismo  anti indígena, anti chino[23], anti negro y más adelante anti judío[24].

9. Diego Rivera

El anti inti indigenismo que a lo largo de los siglos de dominación se convirtió en un elemento central del imaginario mexicano puede localizarse en distintos ámbitos del espectro político y social. Un ejemplo de esto lo encontramos en las declaraciones de uno de los artistas más importantes y reconocidos de México; Diego Rivera (1886-1957). Como parte del proyecto educativo y cultural de Vasconcelos, Rivera fue contratado para pintar murales en lugares públicos para crearle un “rostro” al México moderno; a pesar de no compartir la misma ideología del político. El artista aceptó el encargo y junto con otros pintores[25], también de izquierda, “pintó” la imagen del mexicano.
Diego Rivera se opuso al fascismo y al antisemitismo, se caso con Frida Kalho cuyo padre era de origen judío, fue amigo de los algunos intelectuales judíos que llegaron de Europa[26] entre ellos León Trotsky. No cabe duda que el pintor muralista condenaba todas las posturas racistas, por esta misma razón nos parecen desconcertantes las declaraciones que hizo en una entrevista que le concedió a un diario judío en el año de 1947, ahí declaró lo siguiente:
Seguramente tengo en mis venas sangre judía. Una de mis antepasadas y no muy lejana de nuestra época fue una “Acosta”. No cabe duda que pertenezco por eso a la gran familia sefaradita ibero-holandesa, cuyo nombre se inmortalizó con el célebre Uriel. Hacia el año 1500 esta familia fue expulsada por judaizante de España.[27]

          Es paradójico que para afirmar su postura contra el antisemitismo hable de “tener en sus venas sangre judía” lo cual le daría validez a todos aquellos que sostienen que existe tal cosa como un vínculo identitario determinado por la herencia genética. A está paradoja podemos agregar otra, que en el contexto mexicano tiene relevancia, su identificación con los judíos “sefaraditas”, la palabra hebrea Sfarad quiere decir “España”, en otras palabras, se considera heredero de la genealogía española a partir de su supuesto vínculo con los judíos. Dicho en otras palabras, y siguiendo a Adorno y Horkheimer cuando afirman que: “Lo patológico en el antisemitismo no es el comportamiento proyectivo como tal, sino la ausencia de reflexión en el mismo.”[28] Podríamos afirmar que uno de los encargados de pintar el “rostro” del mexicano, donde supuestamente debía resaltarse la fusión de lo hispano con lo indígena, se construyó a sí mismo una herencia racial “judeoespañola” que privilegió sobre la indígena. Por supuesto que la búsqueda de una identidad a partir de un imaginario tal alejado no implica necesariamente un rechazo a su genealogía indígena pero sí indica que no es ahí donde buscó su identificación mientras que en los murales centró ahí el factor identitario colectivo.

9. Conclusiones
A manera de conclusión se podría afirmar que en México nos encontramos que el anti indigenismo instrumentado por los conquistadores españoles como mecanismo de dominación desembocó en un racismo con características muy particulares.
          La ideología colonizadora española demonizó las prácticas sacrifícales rituales de los habitantes de estas tierras construyendo un “otro” en el que depósito aquellos elementos que no soportaba de sí mismo.  Como uno de los elementos de segregación se recurrió al color de la piel donde lo blanco se ubicó en el extremo positivo mientras que lo moreno en el negativo; con el mestizaje esta valoración a partir de la cromática dérmica se fue interiorizando llevando a los individuos a despreciar en su propio cuerpo los elementos de identificación con su pasado indígena.  
          Tanto en los sectores excluyentes como en los humanistas la universalidad pasa por lo católico y en el inconsciente de todos, después de tantos años de colonialismo, lo blanco sigue siendo un distintivo de superioridad moral, económica y social. Las herramientas que nos proporcionaron Adorno y Horkheimer para comprender el Antisemitismo europeo de mediados del siglo pasado nos ayudan a explicar las prácticas de exclusión en México y nos permiten comprender como en ambos casos, el racismo pseudocientífico seculariza elementos de exclusión que durante siglos formaron parte de la expansión política del cristianismo.



Bibliografía citada
1.   Adorno Theodor W. y Horkheimer Max, Dialéctica de la Ilustración; Fragmentos Filosóficos; Introducción y traducción de Juan José Sánchez, Editorial Trota, Madrid 1994, primera edición en Alemán 1947 en la editorial Querido de Ámsterdam y se reeditó en 1969
2.   Bartolomé de las Casas, Tratados I, Fondo de Cultura Económica, México, 1965
3.   Borrego Salvador, Derrota Mundial; Supracapitalismo y Marxismo en Pareja Globalizadora, México, Tipografías Editoriales, 1955
4.   Feibelman de Teresa, “Diego Rivera nos dijo”, en: Tribuna Israelita; Órgano Mensual de la Béne Berith,  Año III, - No. 28 México, D.F. Marzo de 1947, pp. 8-10
5.   Gojman Alicia, “Diego Rivera y la comunidad judía de México”, en Diego Rivera y la Inquisición; Un Puente en el Tiempo, CONACULTA, México, 2008
6.   Mate Reyes, Estudio Introductorio a la Cuestión Judía, en Bruno Bauer y Karl Marx, La cuestión Judía, Ántrhropos, Barcelona, 2009
7.   Sepúlveda, “Prologo del doctor Sepúlveda a los señores de la congregación”, en: Bartolomé de las Casas, Tratados I, Fondo de Cultura Económica, México, 1965. pp. 287-329
8.   Servando Teresa de Mier, “Sermón Guadalupano 1794”, en: Los imprescindibles; selección y prólogo Héctor Perea, Ediciones Cal y Arena, México 1997.
9.   Vasconcelos José, La Raza Cósmica, México, Editorial Porrúa, 2001
10.           _______________, Ulises Criollo, prólogo de Sergio Pitol, Editorial Porrúa, México 2001.


[1] T. W. Adorno y M. Horkheimer Max, Dialéctica de la Ilustración; Fragmentos Filosóficos; Introducción y traducción de Juan José Sánchez, Editorial Trota, Madrid 1994.
[3] Esto se abordara más adelante cuando se trabaje a Vasconcelos
[4] W. Benjamin, Tesis sobre filosofía de la historia, en: Mate, Reyes. Medianoche en la historia. Comentarios a las Tesis de Walter Benjamin <>, Trotta, Madrid, 2006. Tesis VII

[5] Fray Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, Colegiada por el obispo don Fray Bartolomé de las Casas o Casaus, de la Orden de Sancto Domingo, año 1552, en Bartolomé de las Casas, Tratados I, Fondo de Cultura Económica, México, 1965, pp. 3-173. p. 69
[6] F. Nietzsche, La genealogía de la moral; un escrito polémico, Alianza Editorial, Madrid, 1972. p. 69
[7] Adorno y Horkheimer, op. cit. p. 222
[8] Ibid. p. 229-30
[9] Sepúlveda, “Prologo del doctor Sepúlveda a los señores de la congregación”, en: Bartolomé de las Casas, Tratados I, op. cit.  pp. 287-329. p. 315
[10] Fray Bartolomé de las Casas, “Prólogo del obispo de Chiapas a los señores de la congregación” 331-459, en; op. cit. p.395
[11] R. Mate, “Estudio Introductorio a la Cuestión Judía”, en Bruno Bauer y Karl Marx, La cuestión Judía, Ántrhropos, Barcelona, 2009. p. X-XI
[12] Fray Bartolomé de las Casas, op. cit. p. 377
[13] Fray Servando Teresa de Mier, “Sermón Guadalupano 1794”, en: Los imprescindibles; selección y prólogo Héctor Perea, Ediciones Cal y Arena, México 1997. p. 27
[14] Adorno y Horkheimer, op.cit. p. 221
[15] Revista editada en 1940 y que contó con 16 números
[16] S. Borrego, Derrota Mundial; Supracapitalismo y Marxismo en Pareja Globalizadora, México, Tipografías Editoriales, 1955
[17] J. Vasconcelos, Ulises Criollo, prólogo de Sergio Pitol, Editorial Porrúa, México 2001. p. 3
[18] Ibid. p.5
[19] J. Vasconcelos J., La Raza Cósmica, México, Editorial Porrúa, 2001. p. 26
[20] Ibid. p. 13
[21] Ibid. p. 27
[22] Ibid. p. 21
[23] Ibid. p.16
[24] Como lo encontramos en El Timón
[25] Entre los más famosos se encontraban Siqueiros y Orozco
[26] Gojman A., “Diego Rivera y la comunidad judía de México”, en Diego Rivera y la Inquisición; Un Puente en el Tiempo, CONACULTA, México, 2008
[27] Feibelman de, Teresa, “Diego Rivera nos dijo”, en: Tribuna Israelita; Órgano Mensual de la Béne Berith,  Año III, - No. 28 México, D.F. Marzo de 1947, pp. 8-10. p.8
[28] Adorno y Horkheimer, op. cit, p.233

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