sábado, 24 de diciembre de 2011

"Estos ¿ no son hombres?" La pregunta de tiempos de peligro. Por Reyes Mate

1. A América fueron muchas Españas: la de los  aventureros, de los negociantes, de los militares, de los evangelizadores...Hubo una España, sin embargo, que no pudo ir: la que quedó arrumbada el 23 de marzo de ese 1492, fecha del decreto de la expulsión de los judíos. Entre las Españas que iban en busca de lo desconocido, no iba la España política que fue capaz de convivir con el diferente.
            Pero no faltaron españoles que iban con los ojos bien abiertos, como esa comunidad de dominicos que en 1510 salió del Monasterio de Santo Tomás de Avila, con Pedro de Córdova al frente. Eran cuatro, entre ellos Antón Montesino, a los que pronto se sumaron otros provenientes del Convento de San Esteban de Salamanca, hasta completar una comunidad de quince frailes, el número autorizado por la Corona.
            Historiadores, como Miguel Angel Medina o Pedro Tomé, han llamado la atención sobre un  detalle singular: viajaban con libros, algo excepcional porque los libros debían quedar en los conventos para uso de todos, pero justificable en este caso porque había mucho que estudiar en el nuevo destino. El saber de la época estaba muy circunscrito al Orbis Catholicus. Ahora, sin embargo, había que interpretar el derecho, la antropología, la ciencia y la teología teniendo en cuenta a nuevos actores que no eran de las razas conocidas, que  no habían oído hablar del evangelio y que se ubicaban allende los finisterrae ya cartografiados. Había que ir con libros y cuando estos corrían peligro de naufragio, como ocurrió en Campeche a la expedición de Las Casas con 46 dominicos de San Esteban en 1544, los frailes ponían tanto empeño en salvar a los hombres como a los libros.
            Durante todo un año observan en la calle, estudian en los libros y rezan en sus oficios, llegando a la conclusión de que había que hablar. Fieles a su lema -"contemplata aliis tradere"- tenían que pasar de la meditación a la denuncia, del conocimiento a la palabra. Encargan entonces a su mejor predicador, Montesino, "que era aspérrimo en reprender vicios",  que tome la palabra y diga lo que todos piensan. Y así lo hace. Ante las autoridades del reino Montesino denuncia la violencia de los conquistadores y plantea una pregunta de consecuencias incalculables: éstos “¿ no son hombres?”.
            Hoy la pregunta - ¿acaso no son hombres como nosotros?- nos puede resultar ociosa o retórica, pero entonces no lo era. El español venía de una sociedad fuertemente jerarquizada: arriba el "cristiano viejo" y abajo esos seres inferiores que figuren es una esquina de las Meninas (la María Bárbola, el Nicolasillo Pertusato)  y, en medio esos despreciados "mudéjares" que comían carne de pollo y verduras, hortalizas y frutas, cosas de poco alimento. Como dice Jiménez Lozano, los conquistadores proyectaron sobre los indios la misma mirada que en España tenían sobre los seres inferiores. El eclesiástico de formación aristotélica vio en ellos al "esclavo", un ser privado del alma racional; el hidalgo los vio como casta vil y despreciable; el señor, como bufones o sabandijas o siervos; el soldado, como enemigos; los mercaderes, como mercancía.
            Sólo estos frailes vieron en ellos hombres como nosotros. Un escándalo y una novedad ya que dominaba la idea de que los indios no eran personas. "Sólo un fraile dominico siente lo contrario", decía un cronista que aún no se había enterado del carácter coral de la voz de Montesino.  Si este incidente ha pasado a ser un acontecimiento ha sido gracias al testimonio de Bartolomé de Las Casas. Hasta él, a la sazón un cura encomendero, llegó la noticia de la pregunta, una pregunta que le transformó hasta el punto de que toda su larga y azarosa vida no fue más que una interminable meditación sobre su sentido.
2. Desde la ilustración asociamos "el proyecto hombre", esto es, el ser humanos y no animales a tres preguntas: ¿qué debemos hacer? ¿qué podemos conocer? ¿qué nos cabe esperar?. Conquistaremos la dignidad de ser humano si somos capaces de dar una respuesta razonable, desde nosotros mismos, a esas preguntas.
La pregunta de Montesinos es de otro calibre. Es la pregunta que la  humanidad se la plantea en momentos de peligro, cuando la amenaza no se refiere sólo al despliegue del proyecto humano, sino a su posibilidad. Es una pregunta que viene de lejos y no ha cesado de resonar.
Resonó, por ejemplo, con fuerza el siglo pasado en los campos de exterminio. Con esa misma pregunta Primo Levi da título al testimonio de su experiencia en Auschwitz. El libro se llama "Si esto es un hombre". Nos pregunta si esos deportados torturados, humillados y expulsados por los nazis de la condición humana, no son acaso hombres.
Pero también se hizo antes. Nos la hizo el "servidor doliente" de Isaías, ese ser cuyo rostro  "tan desfigurado estaba que no parecía ser de hombre (52.13). Ese también nos preguntaba si, pese a carecer "de hermosura que atraiga las miradas", es un hombre digno de ese nombre. La Biblia avanza dos respuestas: la del hombre que le condena porque tiene lo que se merece, como dirían los amigos de Job, convencidos de que "nunca sufrió el inocente", como si el sufrimiento fuera la consecuencia de la culpa; la de Yahvé que ve en el sufrimiento del servidor humillado el resultado de su vocación compasiva, concediendo al sufrimiento del otro humillado una indiscutible y misteriosa autoridad moral.
Un filósofo francés, Jean Luc Nancy, emparenta estas preguntas con el Ecce Homo de los evangelios y habla de la ecceitas como substancia de una ética a la altura de los tiempos. Pilatos  pregunta a los que acusan a Jesús de sedición si con esa pinta el predicador galileo puede ser un peligro. Pero más allá de la intención de Pilatos, el Ecce Homo es la figura histórica que no sólo pregunta por la humanidad del otro humillado, sino también y al mismo tiempo por la nuestra, la de los que miran.
En la pregunta de Montesinos, de Isaías, de Levi o la de Pilatos no sólo está en juego la humanidad del otro, sino la del que responde. Están en juego las cadenas del otro, pero también las nuestras, hasta el punto de que sólo liberando al otro, nosotros alcanzaremos la libertad. Por eso es una pregunta epocal, porque inaugura la ética de la alteridad.

3. Hay otro aspecto que quisiera señalar. Le podríamos llamar el gesto intelectual de Las Casas.
La pregunta de Montesinos tuvo cola porque introdujo la duda sobre la legitimidad de la conquista y eso era palabras mayores. La vemos rebrotar, cuarenta años después, en la Controversia de Valladolid de 1550. Carlos V toma la sorprendente y osada decisión -sorprendente y única en la historia de los pueblos- de someter a debate público los títulos de la conquista. Los protagonistas son Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de Las Casas, dos primeras espadas: un moderno, Sepúlveda, que defiende la conquista y un teólogo de formación medieval, pero al tanto de la Escuela de Salamanca,  que está en contra.
Uno y otro recurren a los saberes de su tiempo -Aristóteles, Salamanca- para dilucidar si la autoridad papal es competente en el asunto, si la potestas del emperador alcanza tierras tan lejanas, si los indios son racionales, si son sujetos de derechos, si hay seres humanos nacidos para obedecer y otros para mandar...
En esa Controversia Bartolomé de Las Casas se encuentra con un pie forzado: brilla con fuerza en el conocimiento de los hechos y por sus sentimientos compasivos, pero los saberes de su tiempo no siempre están de su lado.
Su contrincante, Ginés de Sepúlveda,  cuenta con notables cómplices académicos - empezando por Aristóteles, la autoridad indiscutible- que no sólo distinguen entre seres inferiores y superiores, sino que asocian la inferioridad natural con la inhumanidad. No les cuesta considerar a los indígenas como  seres inferiores que no poseen ninguna ciencia, que no conocen la escritura, que practican el canibalismo y hasta los sacrificios humanos. Este es un asunto mayor  porque era considerado,  hasta por el propio Vitoria, como una especie den crimen contra la humanidad[1]  que obligaba a la Iglesia  y también a los príncipes cristianos a intervenir para salvar a los inocentes. Si los indígenas practicaban sacrificios humanos, merecían ser herrados "con el hierro de nuestra marca", como pedía el Cardenal García de Loaysa, es decir, podían ser conquistados  y sometidos violentamente  a la Corona española.
            Las Casas lo tiene difícil pues, por un lado está  el saber académico de la época que antes él ha invocado y que ahora da la razón a su adversario; por otro, su experiencia in situ que le dice que la presencia de los españoles es un desastre. La situación del indio ya es insostenible pero si se llega a legitimar ese estado de cosas, la catástrofe está asegurada.  Ese es el dilema en que se encuentra: o seguir la ciencia y hacer daño; o defender al indio y olvidarse de la razón.
              ¿Qué hacer?.  Las Casas se enfrenta al dilema con gesto intelectual de gran altura. Un "gesto intelectual" es algo más que un argumento;  es una toma de posición, desde el saber y desde la experiencia, que compromete a uno totalmente. Las Casas lo tiene claro: lo primero es la experiencia de la injusticia y si los saberes establecidos proponen interpretaciones de los hechos que en vez de solucionar la injusticia la agravan, habrá que "mandar a Aristóteles a paseo", es decir, habría que declarar irracional a la racionalidad canónica[2]. "Quien desee tener muchos súbditos", añade, "para (siguiendo la doctrina de Aristóteles) comportarse con ellos como cruel carnicero y oprimirlos con esclavitud y así enriquecerse, es un tirano... un bandolero". No hay razón que valga. La verdad no puede ser injusta, al contrario, tiene que hacernos libres.           Con su gesto Las Casas propone un giro epistémico de una enorme actualidad. Si hubo un tiempo en el que podíamos pensar que la verdad está más allá del tiempo y del espacio, hoy sabemos que no, que hay que tener en cuenta el tiempo y el espacio. Y como "lo que hay de tiempo en la vida es el sufrimiento" (Adorno), "dejar hablar al sufrimiento es la condición de toda verdad".  Esa es la gran verdad de nuestro tiempo, una verdad que se anunció madrugadoramente en los acontecimientos de hace cinco siglos que hoy conmemoramos en Madrid.
            En una sociedad como la nuestra, que tanto echa de menos la voz libre de los intelectuales, nos conmueve este grupo de frailes que osaron enfrentarse al poder de un imperio en nombre de los sin-nombre. Es una razón de orgullo para la Orden de Predicadores que tanto se implicó en la defensa de la verdad pagando un duro precio por esa libertad de juicio. El asesinato de Antón Montesino en Venezuela, a manos de sicarios de unos banqueros alemanes, molestos con las denuncias del insobornable fraile, da fe de lo que quiero decir. También para España es razón de orgullo. La conquista violenta de América nubló el juicio de la mayoría de teólogos,  filósofos, militares, políticos y gente de a pie. Iban a lo suyo. Por eso reconcilia con la humanidad del hombre la historia de quienes, como la comunidad de Pedro de Córdova,  supieron distinguir con tanta claridad el valor del precio.


Reyes Mate
En Casa de América el día 21 de diciembre del 2011, fecha del Quinto Centenario del famoso sermón.


[1] Citado por G. Gutiérrez(2003) En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas, Cep, Peru, 249
[2]   "Quien desee tener muchos súbditos para (siguiendo la doctrina de Aristóteles) comportarse con ellos como cruel carnicero y oprimirlos con esclavitud y así enriquecerse, es un tirano, no un cristiano; un hijo de Satanás, no un hijo de Dios; un bandolero, no un pastor; inspirado por el espíritu diabólico, no por el espíritu celeste"; Las Casas, 1975,  Apología, 134

sábado, 29 de octubre de 2011

Exclusión y violencia en la configuración de los imaginarios mexicanos

Gracias a los organizadores de este Congreso, en particular a Marco Antonio Jiménez por la invitación a  participar en esta mesa.
            Lo que a continuación presentaremos es parte de una investigación más amplia que venimos desarrollando desde hace varios años en el marco de un seminario que tiene como título: Prácticas de inclusión exclusión en la configuración de los imaginarios mexicanos. Por economía de tiempo nos limitaremos a exponer uno de los aspectos que se están trabajando y que de alguna manera se relaciona con la temática general de esta mesa; analizaremos el papel que jugó el muralismo mexicano como mecanismo configurador de la identidad nacional y la violencia que acompañó este momento de la historia mexicana. Tres personajes centrales de la historiografía oficial serán parte de este breve relato; nos referimos al promotor del muralismo; José Vasconcelos y a dos de las figuras más importantes de este movimiento: a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
            Antes de dar inicio a la presentación de los datos históricos y de su interpretación, nos parece conveniente dedicarle un espacio a la exposición del marco teórico.
1. Imaginarios nacionales
El concepto de imaginario generalmente se asocia con lo fantasioso, ilusorio y distante de la realidad; no es éste el sentido empleado aquí, nos referimos a él como un componente inteligible de la realidad que podemos encontrar en diversas formas de representación, y que es fundamental para la construcción de la vida social. El término hace referencia a productos de la imaginación colectiva que se aceptan como entidades reales.
            En el caso de los imaginarios nacionales lo que se busca es crear la ilusión de una pertenencia a un mismo proyecto que tiene un origen común y se orienta a un destino compartido. Esta clase de imaginarios se apoyan en la reconstrucción de un pasado que hace sentir los individuos que son miembro de una gran familia; como medios de identificación se recurre a símbolos como la bandera, el himno nacional, los próceres de la patria, o a la selección nacional de futbol.
            Esta operación requiere de un elemento amalgamador de identificación y de exclusión. Para lograr que un individuo de Toluca pueda sentir que un Yucateco o un Norteño son su sangre y  que  otros de Guatemala o Costa Rica son extraños, se requiere de todo un sistema de ingeniería social y sicológica; es decir de configuración de imaginarios. Entremos a la historia.
2. La historiografía oficial
En esta ocasión hablaremos del período posrevolucionario que va del fin de la lucha armada  a la Segunda Guerra Mundial.          En esta etapa los debates ideológicos y las luchas por el poder se acompañan de una violencia extrema, sin embargo, la historiografía oficial  va reconstruyendo lo sucedido, “maquillando” los conflictos y haciéndonos creer que el interés por el proyecto de nación terminó imponiéndose  por encima de las divergencias ideológicas.
            En ese sentido se busca salvar a cada uno de los personajes del relato. Nos los presentan como un ejemplo de aquellos que pusieron al lado sus creencias particulares y sus posturas ideológicas para pintarle un rostro al mexicano; en grandes murales diseñados para un pueblo mayoritariamente analfabeta. Lo que a continuación presentaremos es una breve revisión a contrapelo de esta fábula.
3. Vasconcelos el nazi
Comenzaremos con Vasconcelos; fue rector de la Universidad Nacional de México y poco tiempo después Secretario de Educación Pública. Desde joven sus ideas racistas, pro hispanas y profundamente católicas, estuvieron presentes; es falso afirmar que tuvo una transformación después de la derrota en su lucha por la presidencia en 1929.  A continuación tan sólo unos ejemplos, en 1920 en su discurso, cuando asumió la rectoría, definió así el papel de la Universidad Nacional: Seamos los iniciadores de una cruzada de educación pública, los inspiradores de un entusiasmo cultural semejante al fervor que ayer ponía nuestra raza en las empresas de la religión y la conquista[1] y más adelante continúa diciendo: “esto que teóricamente parece muy sencillo es, sin embargo, una de las más difíciles empresas, una empresa que requiere verdadero fervor apostólico[2] O su propuesta sobre la Raza Cósmica, que en la historiografía oficial se nos presenta como la de un mestizaje antiracista, pero que en realidad es una propuesta de blanquear a las razas inferiores a partir de una selección estética y clasista; al respecto escribe:
“Donde manda la pasión iluminada no es menester ningún correctivo.  Los muy feos no procrearán, ¿Qué importa entonces que todas las razas se mezclen si la fealdad no encontrará cuna? La pobreza, la educación defectuosa, la escasez de tipos bellos, la miseria que vuelve a la gente fea, todas estas calamidades desaparecerán del estado social futuro.  Se verá entonces repugnante, parecerá un crimen el hecho hoy cotidiano de que una pareja mediocre se ufane de haber multiplicado miseria.”[3]

Y para que no quede duda alguna de lo que se refiere agrega: “Los tipos bajos de la especie serán absorbidos por el tipo superior.  De esta suerte podría redimirse, por ejemplo, el negro, y poco a poco, por extinción voluntaria, las estirpes más feas irán cediendo el paso a las más hermosas.”[4]
En este sentido no es extraño que el 1940 editara una revista con financiamiento directo de los nazis como herramienta de propaganda la cual se llamó El Timón y editó 17 números. Podríamos seguir presentando ejemplos de su apoyo a los sinarquistas, de su prólogo al libro de Borrego donde niega el Holocausto, de sus posturas antiindigenistas o antisajonas, pero el tiempo no nos lo permite. Lo que nos debe quedar claro es que el verdadero formato del lema de la UNAM debería ser ¡Por mi raza blanca e hispana hablará el espíritu santo!
4. Diego Rivera el Criptojudío
El siguiente personaje, cuya biografía se ha reconstruido a conveniencia del relato oficial es Diego Rivera; sobre él también podríamos hablar mucho pero el tiempo no nos lo permite así que tan sólo destacaremos una faceta de su vida que se conoce poco, el de su identificación con los judíos.
            Alicia Gojman en un ensayo[5], nos presenta esta faceta de Diego Rivera, nos comenta que al asistir a una reunión de la comunidad judía contra el fascismo dijo lo siguiente: No he venido aquí como un extraño, sino como uno de ustedes, porque pertenezco a ustedes.[6] En una entrevista que le hacen para una revista judía en esos mismos años le responde a la entrevistadora: Seguramente tengo en mis venas sangre judía. Una de mis antepasadas y no muy lejana de nuestra época fue una “Acosta”. No cabe duda que pertenezco por eso a la gran familia sefaradita ibero-holandesa, cuyo nombre se inmortalizó con el célebre Uriel.[7]
            Recordemos que se conocen como criptojudíos o marranos a los que profesaban públicamente la fe católica pero en secreto cumplían con algunos rituales judío; estos fueron perseguidos tanto en España como en la Nueva España por la inquisición. Esta extraña afirmación de Rivera, donde se identifica con estos perseguidos, puede entenderse según Gojman[8], a partir de su relación con los judíos europeos de izquierda que llegaban a México escapando del fascismo, por otro lado su relación con Trotsky también fue determinante. Como es sabido, abogó para que Cárdenas lo recibiera en México y lo hospedó una temporada en su casa. Este sentir de Rivera quedó plasmado en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central que pintó en 1947 y donde el martirio de un cripto- judío da inicio a su relato.
5. David Alfaro Siqueiros el Asesino
Con respecto al otro gran muralista, David Alfaro Siqueiros, lo que la historiografía oficial busca siempre dejar en un segundo plano es su participación en los planes para asesinar a Trotsky por instrucciones de Stalin como parte de su obediencia acrítica al totalitarismo soviético. Si bien es cierto que su intervención no llevó a la muerte del disidente, fue parte de todo el operativo que llevaría a su asesinato tres meses después. En sus memorias confiesa: Nunca negué y no niego ahora que mi participación en el asalto a la casa de Trotsky el día 24 de mayo de 1940, objetivamente, conforme a la ley imperante, constituyó un delito […].[9]
6. Peinando a contra pelo
Lo que nos presenta esta breve descripción de los personajes es todo lo que los murales ocultan, que el que los promovió y financió fue un racista, antisemita, con ideas católicas radicales, admirador de Franco, Hitler y Mussolini, que uno de los muralistas fue un Estalinista dogmático que a final de cuentas estuvo dispuesto a cometer un asesinato y que el otro se sentía identificado con aquellos disidentes que huían de los nacionalismos y de las ideologías excluyentes.
7. Las relaciones entre ellos
Para darle fuerza al argumento es interesante recuperar algunos momentos estelares de las relaciones de estos tres personajes y de esta manera disipar cualquier duda sobre una supuesta similitud de posturas.      Al inicio de la relación, nos referimos a principios de los años veinte, parecía haber un acuerdo entre el político y los pintores, es así como lo define el propio Siqueiros: En esa época de la transformación de nuestro pensamiento estético pudimos […], conseguir un Médicis para la protección económica de nuestra tarea y ese Médicis se llamó José Vasconcelos. Hombre de gran frondosidad dinámica mental y física, se comprometió a sostener nuestros primeros ensayos en su carácter de Secretario de Educación Pública. [10]
            También Diego Rivera en 1923 se expresó  positivamente del político, al hablar del arte que se esta haciendo, y como respuesta a una crítica dijo que: “el hecho fue solamente gracias al apoyo de ciertos revolucionarios de ayer, hoy en el poder (el primero en obrar fue Vasconcelos, sirviéndose de su autoridad de ministro Educación Pública), los pintores tuvieron ocasión de trabajar y trabajaron en forma que no habían hecho antes.[11]
            Al poco tiempo comenzaron los conflictos, los pintores se agruparon en un sindicato y comenzaron a presionar a Vasconcelos el cual se burlaba de ellos y de sus ideas; en sus memorias escribió lo siguiente:
…. Y eso que me divertí con ellos cuando organizaron su sindicato, [^]
   Así es que cuando se me presentaron sindicalizados, precisamente los que no hacían labor, divertido sonriendo, les contesté:
   - Muy bien; no trato ni con sindicatos, ni con ustedes; en lo personal, prefiero aceptar a todos la renuncia; emplearemos el dinero que se ha estado gastado en sus murales, en maestros de escuela primaria. El arte es un lujo, no necesidad proletaria; lujo que sacrifico a los proletarios del profesorado.
   La cara que pusieron fue divertida. Se retiraron confusos. Sin embargo contaban con mi amistad y no tuvieron que arrepentirse. Al salir le rogaron a alguno de los secretarios: Dígale al licenciado que no vaya a cesarnos; seguiremos trabajando como antes.[12]

            Pero las cosas se fueron volviendo cada vez más ríspidas entre los tres, a final de cuentas Vasconcelos descalificó al muralismo; escribió lo siguiente:
“Hasta hace poco se creía que las transformaciones económicas que en la actualidad están teniendo lugar en la sociedad, producirán un gran arte: proletario en Rusia, popular en México. Por falta de un espíritu religioso, estos movimientos permanecerán incompletos tanto social como artísticamente. En Rusia han caído en lo grotesco y en México en la abyección de cubrir muros con efigies criminales.” [13][se refería a los revolucionarios]


            Diego Rivera también rompió con Vasconcelos y le dedicó un rincón del mural de la SEP “en la serie baládica, entre los diseminadores de la falsa sabiduría; sentado, en señal de su teosofía y mal digerido misticismo oriental, en un pequeño elefante blanco”[14]. Raquel Tibol comenta al respecto que: En El desastre Vasconcelos explicó ese retrato simbólico en términos que seguramente no estaba lejos de la verdad:[y reproduce lo escrito] ‘cuando empezó a ladrar el callismo con lo que escribía desde mi destierro, el gran Diego Rivera me retrató en el patio posterior del edificio que había yo levantado con imposición infame, mojando la pluma en estiércol. 75
            Con respecto a la relación de Rivera con Siqueiros la misma Tibol comenta que: La controversia entre ambos artistas fue un enfrentamiento sin tapujos entre un trotskista y un stalinista, que habían comenzado a ubicarse en posiciones contrarias después de su coincidencia en Moscú en 1928, cuando Rivera simpatiza con la oposición de izquierdas. [15] Siqueiros acusó a Rivera de dilletanti, snob, turista mental, “Picasso en Azteclandia”, sumiso al gobierno, confusionista, oportunista sindical, demagogo, técnicamente retrasado y de pintor oficial de la nueva burguesía. [16] Rivera no se quedó atrás y acusó a Siqueiros de estalinista.
8. Conclusiones:

En este episodio de la historia mexicana en la que se pintaron los muros de su identidad se reconstruye la memoria en esta suerte de olvido ideológico. Lo que la mirada a contrapelo descubre detrás de estas monumentales obras pictóricas es la confrontación de diversas ideologías y de los personajes que las fomentaron.
            Podemos descubrir a un fascista con ideas racistas y de un catolicismo intransigente que contrató a un Estalinista que obedecía los dictados de Moscú y que se asoció temporalmente con un hombre que cuestionó las líneas principales del imaginario mexicano y que para expresar su distanciamiento se identificó con los exiliados judíos europeos a partir de la fabricación de otro imaginario; el de su supuesta sangre cripto-judía.
            La exclusión y la violencia fueron los ingredientes ocultos que acompañaron la creación de lo que hoy podemos admirar como la representación pictórica de la identidad mexicana. Para olvidar no hay nada más apropiado que inventarse una historia, en el caso que presentamos vemos cómo nos inventamos una imagen.  En ese sentido la afirmación que haría Walter Benjamin en sus tesis sobre la historia nos incluye, ahí escribe: No hay un solo documento de cultura que no sea a la vez de barbarie. Y si el documento no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión de unas manos a otras. Por eso el materialismo histórico toma sus distancias en la medida posible. Considera tarea suya cepillar la historia a contrapelo.[17]
¡Muchas gracias¡
Toluca, Edo. México a 27 de octubre de 2011

           


[1] J. Vasconcelos, Discursos 1920-1950, Ediciones Botas, México 1950, p.11
[2] Ibid. p.12
[3] J.Vasconcelos, La Raza Cósmica, México, Editorial Porrúa, 2001. p 26
[4] Ibid. 27
[5] A. Gojman, Diego Rivera y la comunidad judía de México, en Diego Rivera y la Inquisición; Un Puente en el Tiempo, CONACULTA, México, 2008,  p. 158
[6] A. Gojman, Diego Rivera y la comunidad judía de México, en Diego Rivera y la Inquisición; Un Puente en el Tiempo, CONACULTA, México, 2008,  p. 158
[7] Feibelman de, Teresa, Diego Rivera nos dijo, en: Tribuna Israelita; Órgano Mensual de la Béne Berith,  Año III, - No. 28 México, D.F. Marzo de 1947, pp. 8-10. p.8
 p.8
[8] Gojman, op. cit. p. 151
[9] David Alfaro Siqueiros, Me llamaban el Coronelazo (memorias), Grijalbo México 1977, 369
[10] Ibid, p.167
[11] Raquel Tibol, Diego Rivera luces y sombras, Lumen, México, 2007. p. 70
[12] D. W. Bertram, La fabulosa vida de Diego Rivera, Dirección General de Publicaciones y medios y Editorial Diana, México, 1972. p.143
[13] Ibid. p.176
[14] Ibidem.
[15] Siqueiros David Alfaro,El camino contrarrevolucionario de Rivera”, en: Tibol Raquel: Palabras de Siqueiros; selección, prólogo y notas de Raquel Tibol, Fondo de Cultura Económica, México 1996. p.113
[16] Ibid. 115-120
[17] Benjamin Walter, Tesis sobre filosofía de la historia, en: Mate, Reyes. Medianoche en la historia. Comentarios a las Tesis de Walter Benjamin <>, Trotta, Madrid, 2006, p.130

sábado, 17 de septiembre de 2011

Inteligencia artificial o artificios de la inteligencia

Agradecimientos:
Muchas gracias a los organizadores de este congreso por la invitación, en particular a Raissa Pomposo por su confianza.
¡OH INTELIGENCIA, soledad en llamas,
que todo lo concibe sin crearlo!
[…]
¡-OH inteligencia, páramo de espejos!
helada emanación de rosas pétreas
en la cumbre de un tiempo paralítico[1]
(José Gorostiza, Muerte sin fin)



Presentación
Dentro del marco de este congreso que plantea la relación entre el cuerpo y la filosofía; y para contribuir con las reflexiones de esta mesa, presentamos algunos modestos apuntes sobre una de las funciones de nuestro cuerpo que más se vincula con el quehacer filosófico, la Inteligencia, que si bien para la tradición podría llegar a considerarse uno de los atributos de Dios, para nosotros sigue estando en el ámbito de lo humano, y como diría Nietzsche de lo demasiado humano. Nuestra participación pretende recoger algunas de las advertencias que se han hecho en las distintas tradiciones de las que abreva nuestra cultura mexicana para intentar conjurar sus peligros, concientes de nuestros límites. 

1.       La valoración por la inteligencia y el mito de narciso
Comenzaremos por recordar una imagen de la mitología griega que podría simbolizar la del hombre actual cuando contempla los logros de su inteligencia; nos referimos a la de Narciso:

Junto a una fuente clara, no tocada por hombre ni bestias ni follaje ni calor de sol, llega Narciso a descansar; al ir a beber en sus aguas mira su propia imagen y es arrebatado por el amor, […] Anhela entonces poder apartarse de sí mismo, para dejar de amar, y comprende que eso no le es dado, y pretende la muerte, aunque sabe que, al suprimirse, suprimiría también a aquel a quien ama. Llora, y su llanto, al mezclar el agua, oscurece su superficie y borra su imagen, […]. Cuando el agua se sosegó y Narciso pudo verse en ella de nuevo, no resistió más y comenzó a derretirse y a desgastarse de amor, y perdió las fuerzas y el cuerpo que había sido amado por Eco […] Las últimas palabras de Narciso lamentaron la inutilidad de su amor, y Eco las repitió, como repitió el adiós último que aquél se dijo a sí mismo. [2]

            Mientras que para los antiguos griegos el círculo trágico del Yo giraba en torno a la contemplación de la belleza, en nuestros días lo que nos atrapa es la proyección de una de nuestras funciones corporales, la “inteligencia”, que nada tiene que ver con la belleza. Tan narcisistas nos hemos vuelto que buscamos reproducirla “artificialmente” tal y cómo Narciso quería enamorarse de su imagen.

2.       Que nos dice la etimología.
Para poder hablar en forma inteligente sobre esta función del cuerpo y del intento de recrearla artificialmente, comenzaremos por definir bien los términos.
2.1.  Inteligencia
El pensador Alemán Hans Magnus Enzensberger nos dice que la palabra inteligencia:

 […], procede del latín, pero los romanos la tomaron, como muchos de sus conceptos, de los griegos, que pueden considerarse los verdaderos inventores de la inteligencia. En efecto, en griego, νοημοσύνη [noimosini] ya significa casi todo lo que podemos encontrar en nuestras cabezas: «Sentido, juicio, pensamiento, entendimiento, razón, espíritu (espíritu de la deidad como espíritu ordenador del mundo); por extensión, reflexión, comprensión, perspicacia [...]; manera de ser, carácter, alma, modo de pensar, temperamento, convicciones [...]; pensamiento, opinión, deseo, voluntad, intención, proyecto, decisión, resolución [...]; (en relación con palabras, ideas, acciones, etc.) sentido (= significado, finalidad, propósito).»
            El término latino intelligentia tampoco es moco de pavo. Más allá del campo semántico griego, puede significar sensibilidad, conocimientos, sensibilidad artística e incluso gusto. Su periplo posterior está repleto de notables vaivenes. En la Edad Media, los teólogos le otorgaron un sentido extremadamente sublime. Con este término, los doctores de la Iglesia no se referían únicamente a un simple atributo de Dios, sino a que Dios mismo es la intelligentia más elevada.[3]


3.       La postura Aristotélica
Sin embargo Aristóteles, en su tratado de la Política, hace una diferenciación entre el sentido griego y el helénico. En el libro VII nos dice que:
VI
Las naciones de lugares fríos, y particularmente las de Europa, están llenas de brío, pero son deficientes en inteligencia y en habilidad técnica, y por esto continúan viviendo relativamente libres, pero sin organización política y sin capacidad para dominar a sus vecinos. Las del Asia, por el contrario, son inteligentes y de mentalidad industriosa, pero sin temple moral, por lo cual han estado en continua sujeción y servidumbre. La estirpe helénica a su vez, así como por su ubicación geográfica ocupa una posición intermedia, así también participa de una y otra condición, ya que es a la vez animosa e inteligente; y por esto no sólo se ha conservado libre, sino que ha llegado a la mejor organización política y podría incluso gobernar a todos los demás, con sólo que alcanzara la unidad política. […]Es manifiesto, por tanto, que para poder ser fácilmente guiado por el legislador hacia la virtud, deben los ciudadanos ser a la vez de natural inteligente y animoso. [4]

            Para el filósofo que asesoró al joven Alejandro Magno, la inteligencia, que asocia con los asiáticos, si no se acompaña de “temple moral” nos conduce a la sujeción y la servidumbre, para poder ser libres, nos dice el autor, se requiere de un equilibrio entre la inteligencia y la moral.

3  Artificial
Aristóteles, en su descripción de la manera en la que los pueblos asiáticos entendían la inteligencia nos habla de su “mentalidad industriosa”, estaremos de acuerdo que, en ese sentido, estamos más cerca de ellos que de los griegos. En la actualidad estamos desplazando esta función del cuerpo al mundo de los objetos y ya tenemos edificios inteligentes, Robots y hasta carros que nos hablan y responden a nuestras voces. Nos sentimos realmente emocionados porque al parecer hemos recreado artificialmente esta función tan valorada por nuestro narcisismo. Antes de seguir revisemos lo que los términos “artificial” y “artificio” significan:
Artificial. (Del latín artificiālis).
1. Hecho por mano o arte del hombre.
2. No natural, falso.
3. Producido por el ingenio humano.
4. anticuado artificioso (disimulado, cauteloso).[5]

Artificial. ‘no natural, hecho por el hombre’: latín artificiales ‘artificial, según las reglas del arte’, de artificium ‘artificio’ [6]

3.1.       Artificio

Artificio. (Del latín artificĭum).
1. Arte, primor, ingenio o habilidad con que está hecho algo.
2. Predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad.
3. artefacto (máquina, aparato).
4. Disimulo, cautela, doblez.[7]

Artificio ‘arte, habilidad; estratagema, disimulo, engaño’: latín artificium ‘arte, habilidad’, de artific-, radical de artifex ‘artesano’.[8]

            La etimología nos revela que al describir algunas funciones de los objetos con el término “inteligencia artificial”  estamos implicando la supuesta desnaturalización de esta función, de la misma manera en la que el artesano trabaja los distintos materiales para producir objetos, los científicos pretenden reproducir un aspecto natural del desarrollo orgánico en el mundo de los objetos y por medio de su manipulación optimizar sus funciones. Como una suerte de prótesis para las neuronas. Lo que también nos dice la manera en la que funciona el término “artificial” es como: al calificar la inteligencia como tal, la entendemos como falsa o la que no es verdadera. En este sentido, al imitar ciertas funciones del cuerpo y adjudicárselas a los objetos nos alejamos aun más de aquello que Aristóteles definía como “temple moral”.
4.       La genealogía hebrea
Nuestra cultura en México abreva también de otra tradición además de la greco-latina, nos referimos a la hebrea y su desarrollo cristiano; esta genealogía nos remite al texto bíblico y ya que estamos abordando el tema de la relación de la ciencia y la moral sería conveniente revisar el pasaje de aquello que se conoce como el pecado original. En la traducción al castellano encontramos lo siguiente:
2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 
2:17 Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.[9] 
            En la traducción se define el árbol que produce el fruto prohibido como el “de la ciencia del bien y del mal” en el original hebreo el término es daat tov ve ra donde se emplea el término daat que nada tiene que ver con ciencia. Esta palabra hebrea que más bien significa “conocimiento” remite a su aspecto pulsional ya que se utiliza nuevamente al señalar: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón.”[10] En el original hebreo está escrito: “ve Adám iada et java” utilizando el mismo término. El conocimiento del que habla el pecado original no es el de la conciencia reflexiva desligada de los sentimientos y las pasiones.
            De vuelta al pasaje donde Jehova le advierte al primer hombre que le sucedería si come del fruto del conocimiento vemos como la traducción ha cambiado el sentido, lo que leemos es: “porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Lo que dice realmente en lugar de “morirás” es “mot tamut”; dos palabras: la primera significa “muerte” y la segunda “morirás” juntas; “de muerte morirás” o ligado con el sentido de la frase donde se habla del conocimiento lo que dice es “serás conocedor de tu muerte”. No quiere decir que el hombre era inmortal y por desobedecer perdió esa condición, es una descripción del significado del conocimiento reflexivo y de la angustia ante el saberse mortal. La biblia hebrea en forma alegórica describe el momento en el que el animal hombre, al desarrollar el conocimiento que nace de las pulsiones busca escapar de su destino mortal. Esta es la perdida del paraíso de la ignorancia donde no jugábamos a ser dioses.  El pensamiento es un mecanismo corporal que funciona para negar la muerte.
5.       Los apóstoles de la inteligencia y sus peligros- Enzensberger
Desde las dos tradiciones que conforman el saber occidental se escuchan las advertencias; de Narciso a Aristóteles en el mundo clásico y en el Génesis en el universo judeo cristiano. Enzensberger nos comenta que: “los profetas de la inteligencia artificial. Rechazan ocuparse de nuestra historia desde el pleistoceno y de nuestro presente insatisfactorio; en su lugar, se han consa­grado plenamente al futuro. Su esperanza más profunda es que un día los aparatos que inventa­mos reemplacen completamente a nuestros cere­bros”. [11]
                        El pensador alemán nos relata cómo es que surgió el término “Inteligencia Arificial”:
   Esta utopía tecnológica fue concebida en 1956 durante una célebre conferencia en el Dartmouth College, institución financiada por la Fundación Rockefeller. Una de sus cabezas pen­santes, John McCarthy, acuñó el término inteli­gencia artificial (IA). El Massachusetts Institute of Technology sirvió de incubadora a sus adeptos. En dicha institución enseñaban expertos como Marvin Minsky, para quien el objetivo de la IA es la superación de la muerte, o Hans Moravec, que soñaba con un robot que copiaría todo lo alma­cenado en el cerebro humano a un ordenador, de tal modo que nuestra biomasa mortal se volvería superflua. Su colega Ray Kurzweil pronosticó sin sonrojarse: «Conquistaremos el poder sobre la vida y la muerte.»[12]

            En su descripción vemos como los científicos que impulsaron estos proyectos soñaban con vencer a la muerte, cómo sugerían que por medio de la manipulación sofisticada del mudo material se podría perfecionar lo que la naturaleza brinda y superar sus límites. La encubadora del proyecto “inteligencia artificial” estaba signada por el delirio narcisista de unas mentes transtornadas. Enzensberger continua con su relato de este episodió y nos dice:
            Ya en su época de pioneros, estos investiga­dores prometieron para el cambio de milenio má­quinas que superarían ampliamente las capacida­des de nuestro cerebro. A la Defense Advanced Research Project Agency, un organismo del Pen­tágono, no hubo que decírselo dos veces: invirtió miles de millones en tan alentador proyecto. El resultado fue bastante decepcionante: las tortugas electrónicas que se construyeron tras décadas de trabajo requerían esfuerzos titánicos para subir una escalera. [...] Sobre la «IA dura» y sus fantasías de omnipotencia se ha cer­nido el silencio. Sobrevive únicamente en oscuras sectas y en algunas películas de Hollywood. [13]

6.       La inteligencia artificial y la muerte
Después de rastrear los orígenes etimológicos, genealógicos, filosóficos e históricos, de este dispárate nada simpático que definimos como “inteligencia artificial”, nos queda preguntarnos, como en el mito de Narciso, de quién es la imagen que adoramos. Para no salirnos del guión que establece el título de este congreso, retomemos el aspecto de la relación entre pensamiento y cuerpo. Los artificios de la inteligencia, que no deja de ser una función corporal, nos han llevado a buscar la eternidad en el ámbito de los objetos. Lo que comenzó siendo un intento por articular el mundo material de acuerdo a lo que descubrimos en nuestro cuerpo terminó revirtiéndose y ahora buscamos como amoldar nuestro cuerpo a las formas de la materia.
            Admiramos la perfección que depositamos en los objetos y buscamos reproducirla en nuestra naturaleza cambiante y compleja; imitamos al aparato que hemos creado artificialmente porque es más eficiente, no presenta ambigüedades, no se enferma ni está de mal humor. En un acto paradójico de transvaloración emulamos la precisión, el control y la continuidad de la máquina que hemos creado; queremos ser objetos, conseguir la eternidad en la misma muerte, en este contexto la llamada “inteligencia artificial” ha resultado ser un instrumento muy eficaz.
7.                  El pensamiento mexicano Gorostiza y Paz
Para cerrar esta intervención, justo en el lugar donde se abrió, regresemos a la voz de Gorostiza: “¡OH INTELIGENCIA, soledad en llamas, que todo lo concibe sin crearlo!” El poeta mexicano, al igual que Narciso y que Adán, se sabe atrapado en el ciclo estéril de la conciencia reflexiva, enamorado de su lucidez teme por su vida; la inteligencia es para el la cuna de la muerte, de la muerte sin fin.
            Octavio Paz considera que esta poesía se inscribe en una tradición donde también está presente el pasado prehispánico transvalorado por el catolicismo, habla de ella en uno de los trabajos que integran El laberinto de la soledad que titula Todos los Santos, día de los muertos. En esta reflexión el autor se refiere al significado que para nosotros, los mexicanos, tiene la muerte, nos comenta que: “[…], nuestras relaciones con la muerte son íntimas […] pero desnudas de significado y desprovistas de erotismo. La muerte mexicana es estéril, no engendra como la de aztecas y cristianos.” [14] La intimidad de la que habla Paz es el espacio en el que la inteligencia se percibe como “soledad en llamas” como producto trágico de una encuentro desafortunado de tradiciones, en este sentido señala que: “Muerte sin fin, el poema de José Gorostiza, es quizá el más alto testimonio que poseemos los hispanoamericanos de una conciencia verdaderamente moderna, inclinada sobre sí misma, presa de sí, de su propia claridad cegadora.”[15]
            Para nosotros los mexicanos la inteligencia nos conecta con esa muerte estéril  que nos espera después de una vida desencantada, resulta ser un mecanismo por medio del cual nos hacemos concientes de un pasado que queremos olvidar de un presente del que pretendemos escapar y de una promesa de futuro de la cual desconfiamos, a esto se refiere cuando comenta el poema de Gorostiza; nos dice:

En este drama sin personajes, pues todos son nada más reflejos, disfraces de un suicida que dialoga consigo mismo en un lenguaje de espejos y ecos, tampoco la inteligencia es otra cosa que reflejo, forma, y la más pura, de la muerte, de una muerte enamorada de sí misma. Todo se despeña en su propia claridad, todo se anega en su fulgor, todo se dirige hacia esa muerte transparente: la vida no es sino una metáfora, una invención con que la muerte —¡también ella!— quiere engañarse. El poema es el tenso desarrollo del viejo tema de Narciso —al que, por otra parte, no se alude una sola vez en el texto—. Y no solamente la conciencia se contempla a sí misma en sus aguas transparentes y vacías, espejo y ojo al mismo tiempo, como en el poema de Valéry: la nada, que se miente forma y vida, respiración y pecho, que se finge corrupción y muerte, termina por desnudarse y, ya vacía, se inclina sobre sí misma: se enamora de sí, cae en sí, incansable muerte sin fin.[16]

8.       Conclusiones
Hemos comenzado y terminado esta breve intervención con el amparo de dos poetas mexicanos que hemos invitado para acompañarnos en esta peligrosa travesía; somos concientes del encanto de la tecnología y de la magia cautivante de sus formas perfectas, con la frágil esperanza de no sucumbir ante su canto seductor ofrecemos el verso que alaba la vida en su inconmensurable indeterminación y que busca escapar de la muerte sin fin que nos ofrecen los adoradores de los artificios de la inteligencia.


¡Muchas gracias!
Acatlán 7 de septiembre de 2011


[1] José Gorostiza, Muerte sin fin; y otros poemas, Fondo de Cultura Económica, México, 1964. 119
[2] Publio Ovidio Nasón, Metamorfosis, Bruguera, Barcelona, 1983. p.56
[3] Enzensberger Hans Magnus, En el laberinto de la inteligencia; guía para idiotas, traducción de Francesc Rovira, Anagrama, Barcelona, 2007. pp. 10-11
[4] Aristóteles, Política,
[5] Real academia de la lengua
[6] G. Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, C. M. y F.C.E. México, 2001. p.82
[7] Real Academia de la lengua
[8] G. Gómez de Silva, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, C. M. y F.C.E. México, 2001. p.82
[9] Genesis 2- 16-7
[10] Ibid. 4-1
[11] H. M. Enzensberger Hans Magnus, op.cit. pp.64
[12] Ibid, pp.64-65
[13] Ibidem
[14] Paz Octavio, El Laberinto de la soledad, F.C.E México, 2000. p.65
[15] Ibid.  p. 68
[16] Ibid.  pp. 68-69