viernes, 17 de febrero de 2017

Reseña del libro de Alberto Sucasas, La Shoah en Lévinas: Un eco inaudible[1]


Si de justicia se pudiese hablar en el peculiar proceder del mundo intelectual, el premio y la publicación del trabajo de Alberto Sucasas titulado: La Shoah en Lévinas: Un eco inaudible debería entenderse como un acto de esta naturaleza. El ayuntamiento de Bilbao en España le ha otorgado el XV Premio Internacional de Ensayo Miguel de Unamuno 2014 y la editorial Devenir El Otro lo ha publicado. Es un reconocimiento a la trayectoria de uno de los representantes más destacados  de la filosofía española contemporánea y a su contribución en el ámbito de pensamiento y la educación.[2]
Para el lector del libro estas palabras podrían resultar sospechosas ya que el autor, en su dedicatoria, ha dejado muy claro que existe un lazo afectivo con el que escribe: “A Ricardo Forster y Mauricio Pilatowsky, desde la amistad y la complicidad intelectual.”[3] Sin embargo desde la mirada crítica que uno le debe al que no sólo aprecia sino que además respeta, se puede reconocer el alcance del pensador que no compite con el amigo; en este mismo tenor algunas palabras sobre el autor.
En 1992 se doctoró en la Universidad de Santiago de Compostela con una tesis titulada E. Lévinas: Judaísmo y filosofía y desde entonces ha escrito varios libros entre los que destacan El rostro y el texto: La unidad de ética y hermenéutica (2001); Memoria de la Ley: Ensayos sobre pensamiento judío (2004); Levinas: lectura de un palimpsesto (2006) y Celebración de la alteridad: Cinco ensayos levinasianos (2014). Su interés por la obra de Lévinas es más que evidente lo mismo que su contribución en la tarea hermenéutica, no sería para nada una exageración el afirmar que es uno de los especialistas a nivel internacional del pensamiento levinasiano.
  En el prólogo del libro Sucasas nos cuenta cuál fue la motivación para escribirlo. “Este texto nació de un sentimiento de deuda: en aproximaciones anteriores a Lévinas, me empeñé en tematizar el papel fundante de lo judío en su pensamiento, pero apenas abordé el influjo específico de la Shoah. Con toda razón, me  lo recordaba Reyes Mate en el prólogo a Levinas: lectura de un palimpsesto.”[4] Para comprender esta aclaración es pertinente detenernos en otro aspecto de la trayectoria intelectual del autor: su participación en el seminario de la Filosofía después del Holocausto que fundó y dirigió el filósofo Reyes Mate en el Instituto de Filosofía del CSIC en Madrid España. En este proyecto participaron  investigadores de varios países respondiendo a una convocatoria que su fundador explica de la siguiente manera en un libro colectivo donde Sucasas aparece como autor y a quien se le confía su cuidado:
El genocidio nazi no es un hecho más de la historia contemporánea, sino que, aunque la polémica (no solo historiográfica) sobre su unicidad siga abierta, constituye un acontecimiento determinante que parece dividir, con la violencia de una brutalidad sin límites, la historia en dos mitades: antes y después de Auschwitz. Nada queda intacto, nada debe quedar intacto, tras el seísmo, cuya onda expansiva se expresa en el espanto y la indignación de quienes, sin haberlo vivido, tenemos noticias de él.[5]

El “sentimiento de adeudo” al que debemos este ensayo se inscribe en lo que Reyes Mate ha definido a grandes rasgos como “memoria de Auschwitz.”[6] Para los asistentes al seminario la reflexión sobre lo sucedido en Europa a mediados del siglo pasado no sólo tiene una importancia para el conocimiento sino también contiene cargas de índole moral, de ahí que se desprenda un término muy utilizado en ese ámbito: el deber de memoria. Escribir un ensayo para saldar un compromiso y como un acto de reparación no es poca cosa y más aún si el tema del libro tiene que ver con un autor que considera que la “responsabilidad funda la vocación ética de la subjetividad.”[7] Para comprender mejor a qué tipo de adeudo se refiere el filósofo gallego veamos lo que le escribió Reyes Mate en el prólogo aludido:
Sucasas va dejando a lo largo de su escrito huellas suficientes que avalan la importancia que daba Levinas al holocausto judío. Lo que hay que preguntarse es su lugar en la filosofía de Levinas. Es un lugar im­portante, sin duda; claro que podemos interpretar esa importancia de dos maneras muy distintas: a) como un acontecimiento que expresa de mo­do químicamente puro la violencia latente en la racionalidad occidental o en la modernidad; b) como algo impensable, inimaginable para el pen­samiento occidental; algo, por tanto, que se ha producido al margen de él y que hay que tomar como un punto absoluto, como la referencia de todo pensar.
Así como Emil Fackenheim representa el segundo punto de vista, Levinas se inscribe entre los primeros.[8]

Lo que el prologuista le señala al autor es que hay dos formas distintas de abordar el Holocausto: como un suceso más en la historia de  Occidente o como un punto de inflexión, un antes y después para el pensamiento; además coloca a Lévinas en el primero de los grupos y con ello lo ubica entre los pensadores que no comparten las premisas que inspiran a los participantes del seminario. Este señalamiento alcanza también a Sucasas ya que su dedicación al estudio de Lévinas no parece abonar a la tesis central de la convocatoria madrileña, de ahí que la pregunta por el lugar que ocupó la Shoah en el filósofo lituano sea también un cuestionamiento por su propio involucramiento: el arrancarle la confesión a Lévinas es una manera de aclarar su pertenencia. Este es el reto que inspira este lúcido ensayo, el de hacer hablar a un pensador obstinado en guardar silencio, el de resignificar la omisión confiriéndole un sentido opuesto es decir el de un clamor que denuncia desde lo que no dice:
Esa será la hipótesis de lectura que pondrá a prueba lo que sigue. La convicción de fondo puede enunciarse así: la escritura de Lévinas solo puede ser adecuadamente encara­da si, junto a lo que expresamente dice, se atiende también a lo que tan solo sugiere, sin nunca enunciarlo plenamente. Estaríamos ante una lengua filosófica que contiene, bajo la superficie de lo dicho, una presencia encriptada, un secre­to que se resiste a proferir... pero que no deja de musitar. [9]

Lo que el autor nos dice es que todas las interpretaciones que se han hecho hasta ahora y que entienden el silencio filosófico[10] de Lévinas con respecto a la Shoah como un distanciamiento no han sabido escuchar el “eco inaudible” de aquello que está encriptado;  sostiene que a partir de ciertas claves hermenéuticas él ha podido descifrar el corpus levinasiano de la posguerra  y que “la ruptura de Lévinas con, para decirlo con sus propias palabras, «la filosofía que nos ha sido transmitida» responde al designio de repensar, desde la atrocidad concentracionaria, una humana conditio de cuya consistencia forma parte la posible perpetración de lo inhumano.”[11] Esta ruptura de la que habla el filósofo lituano convierte la dialéctica lenguaje-silencio en una suerte de paradoja irreconciliable:
En el trasfondo de esa meditación debió jugar un papel preponderante uno de los legados decisivos de lo acontecido en los campos de exterminio: nos referimos a la tensión entre la tentación del silencio (la barbarie perpetrada condenaría el lenguaje, impotente para hacerse cargo del acontecimiento, a la irrisión, induciendo al mutismo, a la afasia voluntaria) y el imperativo de oponer la palabra al silencio de lo inhumano (guardar silencio sobre Auschwitz equivaldría a perpetuar el designio genocida, o sea, contribuir a la expansión de la inhumanidad).[12]

Es momento de detenerse y no estropearle al lector el interés por el libro; no le contaremos cómo consigue Sucasas responder a este reto, lo que sí podemos adelantar es que no escatima esfuerzos y despliega  todo su arsenal hermenéutico. En su tarea nos demuestra sus conocimientos filosóficos, su erudición en lo concerniente al judaísmo y la profundidad con la que explora la obra y la vida del filósofo lituano. En un lenguaje filosófico de matriz castellana fluyen términos, expresiones y metáforas que arropan al lector en esta compleja travesía, nos hace sentir la seguridad de tenerlo como guía. Lo cierto es que Lévinas escribió en francés y las referencias judías nos hablan desde el hebreo, esto no parece ser un impedimento para la comprensión de las posturas levinasianas y esto se lo debemos a otra de las virtudes del filósofo gallego: la de traductor.[13]
De vuelta a  los argumentos del libro podríamos decir que  Sucasas no le acepta a Lévinas su aparente omisión en el tratamiento de la Shoah y para hacerlo hablar desde su silencio lo confronta con su propia propuesta radical sobre la responsabilidad; y no se detiene ahí, va más allá y le recuerda que fue un sobreviviente y por lo mismo lo sube al estrado a declarar como testigo:[14]
Nuestra hipótesis es la siguiente: el tratamiento levinasiano de la intersubjetividad encierra, junto a su rendimiento conceptual y sus raíces en la tradición religiosa del judaísmo, un momento de esa ética de la memoria que la Shoah reclama: el superviviente, abrumado por el recuerdo de la barbarie perpetrada y urgido a contraer su responsabilidad, es el Mismo obligado para con el Otro que representa la masa de exterminados.[15]

La interpelación surte efecto, al colocar al sobreviviente ante su propia responsabilidad infinita el silencio se vuelve elocuente y entonces, gracias y por medio del intérprete, se escucha el eco inaudible. Lo que sucede con este interrogatorio es que el testigo se convierte en inculpado y su testimonio una defensa. Por la pluma de Sucasas Lévinas nos explica el profundo significado de su silencio y cómo éste es la única expresión que desde lo imposible puede responder al genocidio. En la Shoah se han radicalizado las cosas a extremos que parecen fracturar la condición humana de forma irremediable. La sublimación del sufrimiento de las víctimas que caracterizó la narrativa diaspórica judía y que ocupó y determinó el pensamiento levinasiano parece ya insostenible frente al exterminio en  las cámaras de gas.  La imagen de los miles de seres humanos desfilando indefensos como corderos al matadero persigue al filósofo Lituano, de ahí que en el texto Amar a la Torá más que a Dios[16] defienda la postura de los miembros de la resistencia judía del Gueto de Varsovia que se levantaron en armas contra los nazis. [17]
Sucasas no muestra ninguna compasión levinasiana con el lituano y arremete en su interrogatorio; ahora es el turno de examinar sus propuestas sobre la humanización del victimario a partir de una fórmula de arrepentimiento, expiación y perdón que no parece sostenerse frente a las atrocidades de Auschwitz. El autor no tiene consideraciones con su testigo y no le permite evadir su responsabilidad. ¿No es acaso su increpado el adalid de la responsabilidad por el otro? “Queda por dar el paso decisi­vo: en uno de esos gestos hiperbólicos que parecen situar el extremismo ético más allá de los límites de cualquier ra­cionalidad práctica, la pasividad de la persecución obliga al perseguido a responsabilizarse de la persecución que sufre; el yo es responsable de su perseguidor, la víctima ha de ha­cerse cargo de la acción del victimario.”[18] Esta postura a la que conduce la filosofía de Lévinas se complica aún más ya que la mayoría de las víctimas han sido exterminadas, ya no pueden hacerse responsables de sus victimarios, solo quedan algunos sobrevivientes. Ante esto, Lévinas no tiene otra salida, debe asumir su responsabilidad por el crimen cometido: “En tanto que rehén del Otro que le persigue, la víctima debe expiar la propia violencia que sufre. Extraditado, el yo ético hace donación a su verdugo del propio sufrimiento.”[19]
Es entonces cuando se puede escuchar la voz silente del sobreviviente que asume “el mandato de testimoniar en nombre de millones de muertos.”[20] Y aunque Sucasas no lo dice de esa manera, lo que no puede eludirse con facilidad es la carga que le imprime el sentimiento de adeudo a este eco inaudible, culpa por sobrevivir y también por haber reivindicado una apología del sufrimiento que le parece dar un sentido a su exterminio en la santificación del sacrificio; culpa también por pedirle a esos millones de hermanos cremados que le vean el rostro humano a sus verdugos. Desde ese profundo sentimiento de adeudo, según el autor, Lévinas se transforma radicalmente y sin decirlo en forma explícita le da un vuelco a su pensamiento.
Al final del libro nos encontramos con un epílogo que según nos advierte el autor responde a que “cuando las páginas precedentes ya estaban concluidas, se publicó, a finales del año 2013, el tercer volumen de la edición francesa de las obras completas de Lévinas.”[21] Esta parece ser la única justificación para su incorporación, el mismo Sucasas comenta “que, en lo esencial, no obligan [estas páginas] a reconsiderar ninguna de las tesis principales expuestas en el cuerpo del texto.”[22]
Al parecer nos encontramos más con un anexo que con un epílogo y de primera instancia surge una confusión, ya no parece haber una conclusión, un resumen o una última palabra; pasamos de la intriga, el interrogatorio y el confesionario a otro tema que, sin dejar de ser importante, no parece tener una relación directa con lo anterior aunque su relación indirecta le parece justificación suficiente para su inclusión. “La erótica levinasiana es parte esencial de su programa ético-metafísico; en realidad, vía de acceso a la heterología. Por tanto su elucidación nunca debiera perder de vista el vínculo que mantiene, aunque sea indirecto, con la reacción ante la catástrofe civilizatoria que la guerra trajo consigo.” [23]
Esta afirmación del autor queda como una invitación que no recibe mayor tratamiento;  Eros y Tánatos  son pulsiones que asocia con la Shoah y que a su entender son parte integral del pensamiento levinasiano:
La elucidación levinasiana de lo erótico ofrece un buen ejemplo de su metódica de la constelación conceptual. No es posible aprehender la sustancia amorosa mediante una sola noción, en la que se concentrase la integridad de su sentido; es necesario elaborar un conjunto articulado de ideas de cuya recíproca interacción brote el sentido busca­do: caricia, carne, misterio, pudor, virginidad, voluptuosidad y paternidad.[24]

¿Qué habrá querido decirnos Sucasas al colocar como epílogo una aproximación al tratamiento levinasiano del erotismo y al vincularlo indirectamente con la postura de Lévinas con la Shoah? ¿Qué relación existe entre las pulsiones de vida y de muerte con el sentimiento de adeudo del sobreviviente y de su intérprete? Por supuesto que no hay una respuesta en el texto, no olvidemos que nos habla desde un eco inaudible que Sucasas hace suyo y consigue transmitir sin traicionar el pacto de silencio sin el cual no tendría sentido la filosofía. 
Para los lectores de habla hispana que buscan  compenetrarse con el pensamiento de Lévinas y que se interesan por la memoria del Holocausto este libro de Alberto Sucasas es imprescindible. Al descifrar la obra del filósofo a partir de su confrontación con la realidad que le tocó vivir nos enseña que el pensamiento y la escritura reposan sobre ese silencio que convierte la lectura en un gozo irrenunciable.



[1] Alberto Sucasas, La Shoah en Lévinas: Un eco inaudible, XV Premio Internacional de Ensayo Miguel de Unamuno 2014 del Ayuntamiento de Bilbao, Devenir el Otro, Madrid, 2015.
[2] Alberto Sucasas se ha dedicado toda su vida a la enseñanza de la filosofía en el nivel medio superior y en el superior.
[3] Alberto Sucasas, La Shoah en Lévinas: Un eco inaudible, XV Premio Internacional de Ensayo Miguel de Unamuno 2014 del Ayuntamiento de Bilbao, Devenir el Otro, Madrid, 2015. p. 7.

[4] Ibid., p.16. Más adelante citaremos este comentario de Reyes Mate.
[5] Reyes Mate , “Introducción” en,  La Filosofía después del Holocausto; Edición Confiada al Cuidado de Alberto Sucasas, Riopiedras Ediciones, Barcelona 2002. pp.11- 20, p.12.
[6]Reyes Mate, Memoria de Auschwitz; Actualidad Moral y Política, Trotta, Madrid, 2003.

[7] A. Sucasas, La Shoah en Lévinas, op. cit., p. 115.
[8] R. Mate, prólogo en: A. Sucasas, Levinas: lectura de un palimpsesto, Prologo de Reyes Mate, Ediciones Lilmod, Buenos Aires, 2006. p. 17-18.
[9] A. Sucasas, op.cit., p. 51.
[10] Con este término recuperamos la distinción hecha por Reyes Mate. Lévinas habla del Holocausto pero según él no lo llevó a un replanteamiento de su filosofía.
[11] A. Sucasas, op .cit., p. 88.
[12] Ibid., pp. 38-39.
[13] Entre sus traducciones tenemos: Paul Giniewski, Simone Weil y el judaísmo, (1999); Paul Ricoeur, De Otro modo; Lectura de De Otro modo de ser o más allá de la esencia de Emmanuel Lévinas,1999; François Jullien, La propensión de las cosas: Para una historia de la eficacia en China Presentación de Reyes Mate(2000); Élie Benamozegh, Israel y la humanidad,(2003); Élie Benamozegh, Moral judía y moral cristiana, (2006);  Pierre Bouretz; Testigos del Futuro, Filosofía y mesianismo (2012).
[14] Como lo indica el autor, Lévinas estuvo preso en un campo de prisioneros y no en uno de concentración y aunque fue una experiencia muy dura no o fue al extremo de lo que experimentaron sus familiares y amigos. El tema de valor epistemológico de los testimonios ha sido abordado por varios de los integrantes del proyecto de la Filosofía después del Holocausto ya mencionado.
[15] Sucasas. op. cit. p. 54
[16] Lévinas Emmanuel, Amar a la Torá más que a Dios, en  Kolitz Zvi, Iosl Rákover Habla a Dios, Traducido del francés por Alejandro Katz, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 1998. págs. 79-85
[17] En este texto, que también cita Sucasas, Levinas analiza un relato ficticio en el que un combatiente de la resistencia del Gueto de Varsovia habla con Dios antes de morir y le confiesa, entre otras cosas, que ha disfrutado el matar a los alemanes. Aunque ese levantamiento terminó sin mayores efectos en la guerra o en la suerte de los judíos y para nada representó la actitud de los millones de víctimas, se volvió emblemático para el nacionalismo judío que cuestiona el que los judíos no hayan presentado resistencia.
[18] Ibid. p. 83
[19] Ibid., p. 84.
[20] Ibid., p. 107.
[21] Ibid., p. 131.
[22] Ibid., p. 132.
[23] Ibid., p. 147.
[24] Ibid., p. 143.