viernes, 3 de julio de 2009

La Barbarie entre el Golpe en Honduras y el consenso democrático

Hace unos dias, en una suerte de dejavou político, vivimos un Golpe de Estado y la instauración de un gobierno provicional en Honduras. La memoria nos llevó a los años en los que estos mecanismos se convirtieron en una forma de hacer política, tiempos que no recordamos con nostalgia.
El presidente Zelaya fue secuestrado por el ejército en Tegucigalpa y conducido en avión a Costa Rica, en su lugar se nombró a Martinelli como presidente interino. Como respuesta nos encontramos con una imagen en la televisión donde, sentados en una misma mesa, varios presidentes latinoamericanos unieron sus voces en un armónico consenso contra el Golpe de Estado y a favor de la democracia y la institucionalidad. Conmovedor sin lugar a dudas, incluso podríamos ir más lejos y pensar que despierta un ingenuo sentido de esperanza el ver sentado a Calderón al lado de Ortega, a Castro y Chávez, o a Álvaro Colóm sonriéndole al mismo Zelaya con el beneplácito de Morales o Correa, podría parecernos la antesala del sueño bolivariano. Todos los mandatarios colocando sus armas ideológicas sobre la meza para agarrarse de las manos y entonar un himno por la democracia y contra la violencia.
Algunos nos hemos acostumbrado a desconfiar de las imágenes que transmite la pantalla chica, suponemos que todo obedece a un montaje. Pero no es así, lo que vimos fue real, sin trucos ni actuaciones, no eran dobles ni marionetas, ahí estaban los representantes de nuestra naciones en un acto de sospechosa solidaridad. Qué pensar entonces, ¿estamos ya en tiempos mesiánicos, el lobo conviviendo con el cordero y las armas convertidas en arado? Será que por fin han nacido los políticos del mañana, una casta de genuinos demócratas.
Me temo que todavía no es tiempo para festejar, tanto amor despierta sospecha y exige una reflexión más profunda. Tal vez, en el discurso del mismo Zelaya podemos encontrar algunas claves. Comenzó con una disquisición filosófica citando a un Filósofo alemán de hace dos siglos, si bien mencionó explícitamente a Hegel habló también del eterno retorno tal vez refiriéndose a Nietzsche, aunque parecía aludir a Marx aunque más bien habló del retorno a la Barbarie haciendo posiblemente alusión a Benjamin, Adorno o Horkheimer. Su cátedra filosófica no tendría mayor relevancia de no ser por el sentido que le dio, se apoyo en él “filósofo alemán” que construyó para decirnos que con los golpistas que lo sacaron con “ocho” fusiles de su casa nos encontrábamos ante el peligro del retorno a la barbarie, y que su regreso a Tegucigalpa como presidente constitucional podía disipar este peligro. Por supuesto que en este momento todos los presentes le aplaudieron como muestra de apoyo y aceptación.
La pregunta que debemos hacernos es: si las cosas son así de simples y si efectivamente los sistemas democráticos así como se están configurando en la actualidad nos alejan de la barbarie y nos permiten un tránsito a una sociedad más justa y con menos violencia. Antes de continuar y para que no exista ninguna duda al respecto cabe señalar que no estamos de ninguna forma a favor del Golpe de Estado perpetrado por Micheletti y sus secuaces, que no tiene justificación alguna y debe condenarse. Sin embargo la simple oposición al golpe no nos protege de la barbarie y de alguna manera podría dejar abierto un resquicio por donde ésta pueda colarse. Para aclara esto último hagamos un poco de historia.
Hitler subió al poder en 1933 por la vía democrática utilizando recursos legales y manipulando los instrumentos políticos, consolidó una dictadura totalitaria, no fue por medio de un Golpe de Estado sino a través de los canales institucionales. La barbarie de las que nos habló el presidente Celaya se instauró en el poder por medio de los canales legales. En este mismo sentido podemos afirmar que su destitución por las armas, después de una costosa guerra que cobró las vidas de millones de personas inocentes, fue un claro acto de violencia y de injerencia en la política interna de un país. Bien es cierto el conflicto lo inició Alemania y que los aliados se vieron obligados a entrar a la guerra, pero no hubo otra alternativa más que el uso de la violencia para frenar la barbarie, casi nadie cuestiona la legitimidad de las acciones contra el nazismo. En el caso de Italia fascista y con sus diferencias pudimos observar algo similar.
Regresando a nuestros días y a la reunión de Jefes de Estado a favor de la restauración del orden constitucional en Honduras, y después de habernos zambullido, aunque sea fugazmente, por las barbaries del pasado, debemos rechazar que la pura institucionalidad democrática nos aleja de la barbarie. Viendo más de cerca nuestras frágiles democracias y con un sentido crítico debemos estar preocupados. La manipulación de los resultados electorales, la militarización y el narcotráfico, la violencia desatada, la creciente desigualdad económica, la corrupción y la impunidad, se han convertido en formas de conducir la vida política e institucional dentro de lo que llamamos democracias.
Los que se han venido beneficiando de este retorno institucional de la barbarie son grupos de políticos profesionales sin claros distingos ideológicos. Las divergencias fundamentales se desdibujan en entramados de complicidades y redes de protección. La política se ha convertido en un negocio muy lucrativo para determinados grupos, para esta nueva clase política la conservación del orden institucional como fin y no como medio es un valor supremo que los unifica convirtiéndolos en guardianes de este sistema. Al presidente Zelaya habría que responderle que si bien no hay que permitir que los gorilas tomen el poder por la fuerza, habría también que temerles a los políticos que están dispuestos a pervertir los principios democráticos para conservar un poder que instrumenta la barbarie desde la institucionalidad.