lunes, 17 de agosto de 2009

Seminario Violencia, Memoria e Historia: Rostros Ocultos de la Modernidad





Hace unos días regresé de un viaje a la ciudad de Pereira en Colombia, me invitó un amigo al que no conocía personalmente pero con el que había establecido una comunicación por medio de Internet. Me refiero a Alberto Verón, colega filósofo interesado en temas como la memoria, el pensamiento crítico y estudioso de Walter Benjamin. Ya estando allá conocí a otros académicos y estudiantes con los que establecimos lazos de amistad. Fue la semana del 3 al 6 de agosto, el encuentro consistió en un seminario organizado en forma de conferencias, la sede fue la Universidad Tecnológica y el tema: Violencia, Memoria e Historia: Rostros Ocultos de la Modernidad.


La dinámica fue muy intensa, sesiones de cuatro horas donde se combinó la exposición con el dialogo, cada uno de los cuatro días tuvo un tema rector, los títulos fueron los siguientes:



1. Estado actual de la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades en México a partir del concepto de memoria.


2. Coordenadas históricas para entender el significado de las culturas en el exilio a partir del caso de Israel.


3. El significado del Holocausto Judío para la construcción de conceptos de Memoria, Víctima y Reparación.

4. Acercamiento al concepto de Autoridad. Una aproximación al pensamiento de Hermann Cohen, Franz Kafka, Franz Rosenzweig y Martín Buber.


El último día, Alberto Verón presentó el libro de mi autoría: La Autoridad del exilio: una aproximación al pensamiento de Cohen, Kafka, Rosenzweig y Buber.

Al encuentro acudieron profesores y alumnos de varias disciplinas, miembros de organizaciones civiles y consultores en estos temas. La convocatoria confirmó, desgraciadamente, que el tema de la violencia en Colombia ocupa un lugar central y que ésta se acompaña de un sistema de injusticias. Fue doloroso escuchar los relatos de familiares y amigos de víctimas de crímenes de Estado. La muerte nos acompañó durante estos días, incluso en el paseo que tuvimos por la Virginia, en el río Cauca que ahoga los cuerpos anónimos de las víctimas. En ese contexto, Crónica de una Muerte Anunciada, relato escrito por García Márquez, puede leerse como una descripción macabra del paisaje colombiano donde la belleza de la naturaleza y la calidez de sus habitantes se confrontan con una condena kafkiana de la que buscan deslindarse desesperadamente. Los estudiosos que acudieron al seminario expresaron su interés por encontrar mecanismos que les permita lidiar con este flagelo.

Desde esta perspectiva el tema de la memoria y su relación con la historia adquiere relevancia ya que sin justicia es imposible sanar las heridas producidas por tantas décadas de violencia impune. Durante este encuentro abrimos la caja de Pandora, invocamos al pasado y nos encontramos con momentos muy difíciles de nuestras respectivas historias. Así llegamos a los sangrientos parajes de La Conquista, a la humillación que acompañó a las conversiones forzadas bautizadas como evangelización y a la brutalidad con la que se traficaron los esclavos, recordamos el sufrimiento causado por siglos de explotación y pobreza lacerante para reconocer que el lenguaje que nos hermana es el que ha instrumentado el sometimiento y al mismo tiempo en el que se expresa el dolor, la rabia y la exigencia de justicia.

Al preguntarnos por los mecanismos de la modernidad a partir de la memoria tuvimos que dirigir la reflexión al otro lado del océano Atlántico, peinando la historia a contrapelo regresamos sobre las huellas de Colón y nos encontramos en 1492, vimos como junto con la conquista, el sometimiento y la explotación que zarpaban en ese momento se incubaba el huevo de la serpiente del antisemitismo que habría de culminar en Auschwitz. El holocausto judío, gitano y la persecución de homosexuales y disidentes políticos encontró conexión con los crímenes de la modernidad perpetrados en Latinoamérica.

Nos preguntamos entonces como responder a estos mecanismos y nos encontramos con el pensamiento judío, con este desesperado intento por transformar la manera de instrumentar el conocimiento. Recogimos las aportaciones de Cohen, Benjamin, Buber, Rosenzweig, Kafka, Lévinas, Jankelevitch, Arendt, Adorno, Horkheimer, Primo Levy, y Amery, las entendimos como manifestaciones de un saber exiliado que habla desde una diáspora milenaria que desconfía de las verdades absolutas y de toda forma de idolatría como el culto al progreso, el nacionalismo o el amor del cielo de los niños.

De regreso a nuestras experiencias nos preguntamos cómo articular un pensamiento que nos ayude a enfrentar los mecanismos destructivos de la modernidad y encontramos varios puentes entre el pensamiento judío y el latinoamericano. En el tratamiento de la memoria, en la experiencia encriptada de los perseguidos y en la narrativa que exhibe el verdadero y oscuro rostro de la razón instrumental. Transitamos suavemente de Kafka a García Márquez, del cuento jasídico al realismo mágico.

Este enriquecedor encuentro no se limitó al intercambio académico, al final de cada jornada y al calor de unas cervezas frías, confirmamos que por encima de los discursos y saberes nos une una misma forma de acoger al prójimo y de hacerlo sentir cercano. Gracias a todos y cada uno por haber compartido un momento de su vida conmigo.






















México D.F. a 17 de agosto 2009

viernes, 3 de julio de 2009

La Barbarie entre el Golpe en Honduras y el consenso democrático

Hace unos dias, en una suerte de dejavou político, vivimos un Golpe de Estado y la instauración de un gobierno provicional en Honduras. La memoria nos llevó a los años en los que estos mecanismos se convirtieron en una forma de hacer política, tiempos que no recordamos con nostalgia.
El presidente Zelaya fue secuestrado por el ejército en Tegucigalpa y conducido en avión a Costa Rica, en su lugar se nombró a Martinelli como presidente interino. Como respuesta nos encontramos con una imagen en la televisión donde, sentados en una misma mesa, varios presidentes latinoamericanos unieron sus voces en un armónico consenso contra el Golpe de Estado y a favor de la democracia y la institucionalidad. Conmovedor sin lugar a dudas, incluso podríamos ir más lejos y pensar que despierta un ingenuo sentido de esperanza el ver sentado a Calderón al lado de Ortega, a Castro y Chávez, o a Álvaro Colóm sonriéndole al mismo Zelaya con el beneplácito de Morales o Correa, podría parecernos la antesala del sueño bolivariano. Todos los mandatarios colocando sus armas ideológicas sobre la meza para agarrarse de las manos y entonar un himno por la democracia y contra la violencia.
Algunos nos hemos acostumbrado a desconfiar de las imágenes que transmite la pantalla chica, suponemos que todo obedece a un montaje. Pero no es así, lo que vimos fue real, sin trucos ni actuaciones, no eran dobles ni marionetas, ahí estaban los representantes de nuestra naciones en un acto de sospechosa solidaridad. Qué pensar entonces, ¿estamos ya en tiempos mesiánicos, el lobo conviviendo con el cordero y las armas convertidas en arado? Será que por fin han nacido los políticos del mañana, una casta de genuinos demócratas.
Me temo que todavía no es tiempo para festejar, tanto amor despierta sospecha y exige una reflexión más profunda. Tal vez, en el discurso del mismo Zelaya podemos encontrar algunas claves. Comenzó con una disquisición filosófica citando a un Filósofo alemán de hace dos siglos, si bien mencionó explícitamente a Hegel habló también del eterno retorno tal vez refiriéndose a Nietzsche, aunque parecía aludir a Marx aunque más bien habló del retorno a la Barbarie haciendo posiblemente alusión a Benjamin, Adorno o Horkheimer. Su cátedra filosófica no tendría mayor relevancia de no ser por el sentido que le dio, se apoyo en él “filósofo alemán” que construyó para decirnos que con los golpistas que lo sacaron con “ocho” fusiles de su casa nos encontrábamos ante el peligro del retorno a la barbarie, y que su regreso a Tegucigalpa como presidente constitucional podía disipar este peligro. Por supuesto que en este momento todos los presentes le aplaudieron como muestra de apoyo y aceptación.
La pregunta que debemos hacernos es: si las cosas son así de simples y si efectivamente los sistemas democráticos así como se están configurando en la actualidad nos alejan de la barbarie y nos permiten un tránsito a una sociedad más justa y con menos violencia. Antes de continuar y para que no exista ninguna duda al respecto cabe señalar que no estamos de ninguna forma a favor del Golpe de Estado perpetrado por Micheletti y sus secuaces, que no tiene justificación alguna y debe condenarse. Sin embargo la simple oposición al golpe no nos protege de la barbarie y de alguna manera podría dejar abierto un resquicio por donde ésta pueda colarse. Para aclara esto último hagamos un poco de historia.
Hitler subió al poder en 1933 por la vía democrática utilizando recursos legales y manipulando los instrumentos políticos, consolidó una dictadura totalitaria, no fue por medio de un Golpe de Estado sino a través de los canales institucionales. La barbarie de las que nos habló el presidente Celaya se instauró en el poder por medio de los canales legales. En este mismo sentido podemos afirmar que su destitución por las armas, después de una costosa guerra que cobró las vidas de millones de personas inocentes, fue un claro acto de violencia y de injerencia en la política interna de un país. Bien es cierto el conflicto lo inició Alemania y que los aliados se vieron obligados a entrar a la guerra, pero no hubo otra alternativa más que el uso de la violencia para frenar la barbarie, casi nadie cuestiona la legitimidad de las acciones contra el nazismo. En el caso de Italia fascista y con sus diferencias pudimos observar algo similar.
Regresando a nuestros días y a la reunión de Jefes de Estado a favor de la restauración del orden constitucional en Honduras, y después de habernos zambullido, aunque sea fugazmente, por las barbaries del pasado, debemos rechazar que la pura institucionalidad democrática nos aleja de la barbarie. Viendo más de cerca nuestras frágiles democracias y con un sentido crítico debemos estar preocupados. La manipulación de los resultados electorales, la militarización y el narcotráfico, la violencia desatada, la creciente desigualdad económica, la corrupción y la impunidad, se han convertido en formas de conducir la vida política e institucional dentro de lo que llamamos democracias.
Los que se han venido beneficiando de este retorno institucional de la barbarie son grupos de políticos profesionales sin claros distingos ideológicos. Las divergencias fundamentales se desdibujan en entramados de complicidades y redes de protección. La política se ha convertido en un negocio muy lucrativo para determinados grupos, para esta nueva clase política la conservación del orden institucional como fin y no como medio es un valor supremo que los unifica convirtiéndolos en guardianes de este sistema. Al presidente Zelaya habría que responderle que si bien no hay que permitir que los gorilas tomen el poder por la fuerza, habría también que temerles a los políticos que están dispuestos a pervertir los principios democráticos para conservar un poder que instrumenta la barbarie desde la institucionalidad.

miércoles, 24 de junio de 2009

Identidad, psicoanálisis y barbarie: Una lectura filosófica del Moisés de Freud

Conferencia presentada en la Asociación Psicoanálitica de México
Presentación
Como se señala en el título de esta reflexión: Identidad, psicoanálisis y barbarie: Una lectura filosófica del Moisés de Freud, nuestro objetivo es recoger algunos elementos que el fundador del psicoanálisis plasmó en su última obra: Moisés y la religión Monoteísta, buscar su actualización desde una perspectiva de análisis filosófica, y dejar sobre la mesa algunas preguntas sobre la relación del saber y su complicidad con la barbarie.
En la primera parte trataremos lo relativo al trabajo de Freud en el contexto histórico que le tocó enfrentar en los últimos años de su vida. En este espacio revisaremos el tema de la identidad, el nacionalismo y las conclusiones a las que llegó antes de su muerte. En la segunda parte presentaremos lo que algunos filósofos que recogieron las propuestas del psicoanálisis entienden por razón instrumental y cómo la relacionan con las nuevas manifestaciones de la barbarie, para pensar juntos como abordar este reto desde dos saberes que nos convocan; el filosófico y el psicoanalítico.

1. Primera precisión
Antes de abordar el tema central de esta mesa es importante hacer una aclaración. El psicoanálisis puede abordarse desde dos perspectivas: la primera desde su especificidad terapéutica donde el psicoanalista se presenta como un profesionista que inscribe su práctica como médico. La segunda es más bien la de una teoría sobre el ser del hombre y la cultura, en este sentido el psicoanalista se entiende a sí mismo como pensador. Freud, al igual que muchos de los aquí presentes, pudo conjugar estas dos prácticas y también tuvo la capacidad de distinguirlas. Mi encuentro con la parte clínica se reduce a recibir las bondades del tratamiento, acompañadas del esmero generoso de mi analista al que le estoy profundamente agradecido y con quien tengo el honor de compartir esta mesa. Pero más bien el diálogo que me convoca en esta ocasión es con la propuesta teórica del psicoanálisis que a mi juicio debe abordarse con herramientas críticas distintas, aunque no contrarias, al trabajo terapéutico.

2. Segunda presición
La aproximación filosófica que presentamos se inscribe en una corriente que podría enmarcarse con el título de Teoría Crítica y que en lo fundamental abreva de tres tradiciones de pensamiento; el marxismo, el psicoanálisis y el pensamiento judío. Los principales autores que construyen esta perspectiva y que también se les clasifica como la Primera Escuela de Frankfurt son: Walter Benjamin, Teodoro Adorno y Max Horkheimer. El primero murió en 1940 pero los otros dos sobrevivieron a Freud y fueron testigos de las nuevas manifestaciones de la razón instrumental.

3. El Moisés de Freud
Moisés y la religión Monoteísta fue el producto final de un sabio que veía como su mundo se derrumbaba, como en el corazón de su Viena ilustrada, la humanidad se preparaba para el exterminio en una nueva forma de barbarie. Al respecto, el fundador del psicoanálisis comenta: vivimos en una època muy curiosa. Descubrimos con asombro, que el progreso ha sellado un pacto con la barbarie.[1]
Freud comienza a escribir su Moisés en 1934[2], en 1937 publica en Viena las partes I y II, la tercera y última la publica en Londres en 1939 poco antes de su muerte. Como es sabido por todos fue expulsado de Austria por los nazis encontrando asilo en Inglaterra. Los puntos centrales de su propuesta son los siguientes:
El monoteísmo no nace en la cultura hebrea es más bien una aportación egipcia[3] Moisés no era judío sino más bien un egipcio seguidor del Dios Atón deidad que representaba al Sol, esta creencia fue instituida por el Faraón Ikhnaton, a su muerte los egipcios regresaron a su antigua creencia politeísta, y el culto al Dios único fue perseguido[4]. Moisés salió de Egipto entre 1358 y 1350 A.C.[5], se llevó con él a una tribu de esclavos semitas. Para formar la alianza impuso la costumbre egipcia de la circuncisión[6]. Las exigencias de Moisés no fueron bien recibidas y la turba de esclavos terminó por asesinarlo[7]. En el camino se aliaron con otra tribu semita que adoraba a un dios llamado Yahve que tenía una representación volcánica[8]. En este momento se mezclaron las historias de los dos grupos borrando el asesinato, hebraizando al Moisés egipcio e integrándolo a un segundo Moisés que realmente era un sacerdote del dios medianita. El dios guerrero se mezcló con la imagen pacifista y espiritual de Atón[9]. Y ambos conformaron una sola deidad para el pueblo que conquistó y se asentó en la Tierra de Israel.
Utilizando las teorías psicoanalíticas sobre los orígenes de la psique, tanto individual como colectiva, Freud explica el judaísmo como una elaboración de la culpa que remite al mito del parricidio original. Según esta interpretación jamás se reconoce abiertamente el crimen, pero la culpa colectiva genera un control de las pulsiones, una búsqueda de espiritualidad y la constitución de una cultura basada en códigos morales de conducta[10]. La Biblia se concibe como el texto que expresa este “ocultamiento” de las huellas y el deseo de reparación.
La interpretación Freudiana no termina aquí, la continua para describir lo que él considera el fundamento psicoanalítico del cristianismo y el germen para el antisemitismo. Según su explicación el cristianismo representa “el retorno de lo reprimido” el reconocimiento del mito del asesinato original desemboca en otro mito, el del homicidio del hijo. Su explicación del sacrificio de Jesucristo tiene que ver con este esquema. El asesinato del hijo “salda” la deuda con el padre y libera a los hombres de su compromiso relajando la ley[11].
El antisemitismo también tiene una explicación en estos términos. La acusación antisemita del deicidio en referencia al juicio y crucifixión de Jesús, donde se les imputa este crimen a los judíos, es explicado por Freud como un retorno de lo reprimido en relación con el asesinato de Moisés y su transformación en el Dios espiritual del monoteísmo. La negación de aceptar el sacrificio del hijo se traduce como un recordatorio de la deuda no saldada y esto despierta la furia de los que buscan recuperar cierto espacio de la sensualidad frente a la espiritualidad. Desde esta perspectiva el que el fascismo orquestara la barbarie exterminadora con un discurso antisemita se explicaba como secularización de un odio arraigado en el cristianismo europeo y que el mismo Freud explica poniendo en boca de los cristianos antisemitas la siguiente frase: <>”[12]. A partir de esta afirmación se justifica la eliminación de los judíos y se explica por qué en el seno mismo de la Iglesia Católica pueden existir sacerdotes negacionistas.
4. Nacionalismo identidad y barbarie
Por supuesto que esta teoría sobre el surgimiento del monoteísmo requeriría de un análisis cuidadoso, que no haremos en esta ocasión y con la única dispensa del límite de tiempo. Lo que nos interesa más bien es lo que motiva a Freud a una propuesta que desmantela, prácticamente, toda la tradición judeo cristiana. Él está conciente de lo que sus afirmaciones representan, en especial cuando los judíos están siendo perseguidos en Europa. Al respecto comenta al presentar su trabajo:
Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al más grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera, y menos todavía si uno mismo pertenece a ese pueblo. Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la verdad en beneficio de unos presuntos intereses nacionales, tanto menos cuando del esclarecimiento de un estado de cosas se puede esperar ganancia para nuestra intelección.[13]
En la primera parte de esta introducción habla Sigmund Freud, el judío que se reconoce como miembro del pueblo al que él mismo le está arrancando uno de los elementos más importantes de su identidad, destruyendo, además, una de las fuentes principales de su memoria colectiva. Hay que detenernos aquí y entender lo que propone nuestro homenajeado. Ya que nos hemos reunido para hablar de identidad, memoria y barbarie. Lo que él entendió entonces fue que la barbarie exterminadora se articulaba a partir de la construcción de identidades nacionales excluyentes. El racismo debe entenderse como parte de la configuración de estos imaginarios, en el se recogen elementos de segregación que la población aceptó, se hablaba en términos de raza superior frente a pueblo elegido. La idolatría religiosa se secularizó en una manifestación más agresiva, el culto a la patria ha cobrado ya la vida de millones de seres humanos en estos últimos dos siglos y medio en los que la razón se ha colocado en el espacio que antes ocupaba dios.
Esto explica, en parte, porque Freud dirigió todo el arsenal crítico del psicoanálisis para desmantelar los imaginarios colectivos, comenzando por el propio. En el prólogo a la versión hebrea de Tótem y Tabú escrito en 1930 escribe lo siguiente:

Ninguno de los lectores de este libro podrá ponerse con facilidad en la situación afectiva del autor, quien no comprende la lengua sagrada, se ha enajenado por completo de la religión paterna –como de toda otra-,no puede simpatizar con ideales nacionalistas y, sin embargo, nunca ha desmentido la pertenencia a su pueblo, siente su especificidad de judío y no abriga deseos de cambiarla. Si se le preguntara: <<¿Qué te queda entonces de judío, si has resignado todas estas relaciones de comunidad con tus compatriotas?>>Respondería: <>. Pero en el presente no podría verter lo esencial con palabras claras. Es seguro que alguna vez lo conseguirá una intelección científica.
Viena diciembre de 1930[14]

Freud no se identificaba con el nacionalismo judío que hoy conocemos como Sionismo, tampoco sentía ninguna cercanía con la religión, era un hombre ateo, también afirma haber roto con la comunidad judía por lo que tampoco cifraba su identidad en la convivencia social. A pesar de todo esto reconoce cierta vinculación identitaria que requiere de una “intelección” científica, cabe suponer que el trabajo sobre Moisés tuvo esta finalidad y de hecho encontramos en sus páginas un comentario que confirma esta hipótesis, ahí escribe:

Y entonces, de las filas del pueblo se elevaron, en una serie que ya no se interrumpiría más, hombres que no estaban ligados con Moisés por su origen, pero sí cautivados por esa tradición grande y poderosa que había crecido poco a poco en la sombra; y esos hombres, los profetas, fueron los infatigables heraldos de la vieja enseñanza mosaica: la divinidad desdeña el sacrificio y el ceremonial, sólo demanda fe y una vida en verdad y en justicia (Maat). Los empeños de los profetas tuvieron éxito duradero, las enseñanzas con que restauraron la vieja fe se convirtieron en el contenido permanente de la religión judía. Inmensa gloria para el pueblo judío haber conservado una tradición así y producido hombres que le dieran su voz, por más que la incitación a ello viniera de afuera, de un grande hombre extranjero.[15]

En estás líneas podemos encontrar la respuesta sobre la vinculación de Freud con el pueblo judío, lo dice claramente, él se siente identificado con los hombres que a lo largo de la historia se han comprometido con la verdad y con la justicia, aunque no encuentren su origen en Moisés. En este colectivo que describe en términos de pueblo, sólo tienen cabida los que se han sumado a esta empresa que desdeña el sacrificio y el ceremonial y para ello no hay que estar circuncidado, ni bautizado ni cumplir los rituales, tampoco hay que sacrificarse ni por dios ni por la patria, el único compromiso es con la verdad y la justicia.
En un doble movimiento Freud desjudaíza a Moisés para luego desjudaizarse él y recupera el sentido comunitario sólo a partir del compromiso con la justicia y la verdad en franca oposición a los vínculos de sangre o a los aspectos rituales, dicho en otras palabras, lo que afirma es que la crítica psicoanalítica debe combatir al mismo tiempo la noción de raza superior y la de pueblo elegido que son dos expresiones de la misma patología social.
Esta postura del fundador del psicoanálisis llevó, muchos años después, a una polémica muy interesante entre el historiador Yerushalmi y el filósofo Derrida que tratamos en un ensayo hace algunos años, por economía de tiempo no podremos abordarlo en esta oportunidad. Lo que queda claro es que de los escritos de Freud se desprende un sentido universalista que transitaba en sentido opuesto a cualquier reivindicación comunitarista, de esta forma comprendía que mientras no se superaran estos imaginarios la humanidad estaría condenada a un fuerte retorno de la barbarie. Lo que sucede hoy en día en el Medio Oriente confirmaría, desafortunadamente, su diagnóstico, ahí, a nombre de los profetas y sus enseñanzas, judíos, cristianos y musulmanes asesinan inocentes en nombre de sus dioses como muestra clara del retorno a la barbarie.
En este mismo sentido Freud vería con pesar cómo las estructuras nacionales manipulan la memoria del Holocausto para reforzar sus estrategias excluyentes. Ya no pudo presenciar lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial, no fue testigo de Auschwitz, ni de Hiroshima y Nagasaki, no le toco vivir la Guerra Fría ni las dictaduras latinoamericanas, los genocidios en África y el retorno a la barbarie en los Balcanes. De sus escritos podemos deducir cuáles serían sus posturas hoy en día, en una carta que escribió como respuesta a Einstein en 1932 y que se publicó con el título ¿Por qué la guerra?, le dedica un espacio a la organización comunitaria y al establecimiento de leyes, lo cual remite directamente a lo que se entiende por Estado Nación en términos modernos. Lo ideal según él lo entiende, sería que los individuos, en igualdad de condiciones, establecieran leyes para limitar y controlar la violencia individual. Esto tiene, a su juicio, un carácter utópico porque:

[…]en la realidad, la situación se complica por el hecho de que la comunidad incluye desde el comienzo elementos de poder desigual, varones y mujeres, padres e hijos, y pronto a consecuencia de la guerra y el sometimiento, vencedores y vencidos, que se transforman en amos y esclavos. Entonces el derecho de la comunidad se convierte en la expresión de las desiguales relaciones de poder que imperan en su seno; las leyes son hechas por los dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos.[16]

En esta carta nos encontramos con un Freud realista que no deposita demasiada confianza en la naturaleza humana, en un sentido muy crítico entiende que los colectivos y las normas que los regulan obedecen a intereses y son producto, en gran medida, de relaciones de dominación. Einstein esperaba otro tipo de respuesta, él requería de una utopía avalada por el fundador del psicoanálisis para evitar que la violencia de la Primera Guerra Mundial se repitiera. Desgraciadamente Freud tuvo razón y no sólo se repitió, fue superada y por mucho, Auschwitz e Hiroshima le dieron la razón frente al porvenir ingenuo de la ilusión de Einstein.
Para concluir con esta parte de la reflexión podemos destacar ciertos puntos. Podemos afirmar que el fundador del psicoanálisis entendió que la barbarie se presentó en su época ya que los grupos dominantes, tanto en el ámbito económico como en el político, utilizaron el poder conferido por el pacto pulsional y desde estas plataformas dieron rienda suelta a al violencia exterminadora. En sus últimos escritos, Freud identificó este brote destructivo con la secularización de las manifestaciones religiosas y en particular con el desarrollo del judeo cristianismo por lo que propuso la desmitificación de los dogmas religiosos comenzando por los judíos. Al desjudaizar a Moisés rompió con el mito nacional del pueblo elegido y de la misma manera terminó con el del dios hijo redentor. Freud nos invitó a construir colectivos basados en la razón y comprometidos con la verdad y la justicia y consideró que la construcción de vínculos a partir de criterios como sangre, raza o credos conduce a un retorno de la barbarie.
En este sentido podríamos dejar apuntadas alunas especulaciones que no pueden probarse pero se desprenden de lo analizado. Podríamos suponer que si Freud viviera hoy no se identificaría con el nacionalismo judío o Sionismo, que vería con mucha preocupación el retorno de la religiosidad en nuestros días y con respecto al trabajo de la memoria que estaría en desacuerdo con la forma en la que un sector de la población utiliza el Holocausto como una bandera sectorial con fines políticos. Por último, podríamos pensar que fiel a sus convicciones el hombre al que hoy le rendimos un homenaje invitaría a sus lectores a sumarse a la hermandad de hombres que buscan la verdad y la justicia más allá de sus adscripciones identitarias particulares. Esto nos trae a la segunda parte de la reflexión, la del lugar del pensamiento frente a la razón instrumental.

5. La posguerra
Después de la Segunda Guerra Mundial y la victoria sobre el fascismo, dos sistemas económicos y políticos se repartieron el mundo, por un lado el llamado bloque comunista y por el otro el capitalismo liberal. El tema de cómo la psiquiatría pasó a ser uno de los saberes más utilizados en los estados dominados por la ideología soviética es importante para comprender la actualidad, pero por limitaciones de tiempo tendrá que quedar pendiente para futuros desarrollos. A lo que le dedicaremos el tiempo restante de esta reflexión es al desarrollo de la razón dentro de lo que conocemos como sociedades liberales o capitalistas en la que se inscribe nuestra forma de vida.
Con el colapso del sistema llamado comunista a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, la ideología capitalista reforzó sus posiciones, y desplegó su sistema axiológico como el mejor esquema para la convivencia. En México hemos sido testigos de este fenómeno en las últimas décadas, vemos como se ponderan valores como progreso, eficiencia, productividad, competitividad, por citar los más sonados. La orientación de la experiencia humana en estos términos se construye como una razón a la que la teoría crítica define como instrumental.
Aquellos elementos que Freud identificó en el fascismo como el nacionalismo, el racismo y el antisemitismo siguen presentes en las economías liberales pero ya no ocupan el lugar que tenían antes, la sociedad capitalista puede festejar tener un presidente negro, los países europeos pueden crear una unión y el Papa puede visitar el museo del Holocausto en Jerusalén y no por ello hemos superado el peligro del que habló Freud, lo que sucede es que la violencia aniquiladora en nuestros días se presenta con nuevas formas por lo que una de las tareas del pensamiento crítico es la del diagnóstico.

6. Razón instrumental, civilización y barbarie
Teodoro Adorno y Max Horkheimer en el año de 1942, durante su exilio en los Estados Unidos, escribieron juntos un texto que se publicó con el título Dialéctica de la Ilustración[17], en el analizaron la relación que existía entre la razón y la barbarie. Este cuestionamiento se justificaba ante lo que estaba sucediendo en la Europa ilustrada, particularmente en Alemania, justo en el país de Kant, de Hegel y de Goethe, en ese mismo año, se reunieron los jerarcas nazis para organizar el genocidio industrial en lo que se conoce como solución final. Los filósofos buscaron responder a la siguiente incógnita; ¿por qué el proyecto ilustrado que pretendía colocar la razón en el centro del quehacer humano desembocó en Auschwitz? Como respuesta encontraron que la violencia administrada por la razón se volvía devastadora. Dicho en otras palabras lo que estos autores descubrieron en sus indagaciones es que el pensamiento, en vez de controlar los impulsos destructivos y permitir una convivencia más armónica, conducía más bien a lo contrario, a una capacidad aniquiladora más sofisticada y eficiente.
Para entender cómo es que se articula este mecanismo se abocaron a un estudio del desarrollo de la razón en occidente desde las culturas primitivas hasta el momento que les toco vivir, en su metodología recurrieron al marxismo y también al psicoanálisis. En el libro recogen el mito de las sirenas en la Odisea de Homero y lo interpretan en estás claves. Como es del conocimiento de todos, el mito describe una isla donde habitan las Sirenas y donde todo aquel que escuche su canto se verá atraído por él y paralizado ante su encanto morirá. Ante el peligro de ser atrapado por el seductor canto de esas criaturas y morir, Odiseo se hace atar al mástil del barco y tapa los oídos de los remeros con cera. Al pasar junto a la isla, las ataduras le impiden acceder a la tentación, mientras que los marineros, al no poder escuchar, continúan sin detenerse.
Este mito da cuenta de cómo el saber es un privilegio del señor y es vedado a los que lo sirven. Odiseo quiere escuchar el canto de las sirenas, quiere constatar la verdad del relato y además quiere vencer a la naturaleza y al destino, a los remeros no les es permitido el conocimiento, sus oídos se tapan y tendrán que conformarse con el relato del señor. El mito de Odiseo y las Sirenas expresa la diferenciación en la instrumentación del conocimiento. El guerrero (Odiseo) se enfrenta a la naturaleza (el canto de las sirenas), a sus propios deseos e impulsos desde una razón instrumental utilizando su astucia, calculando los riesgos, y ejerciendo su poder, se ata al mástil, hace de su pensamiento un mecanismo de represión y control para dominar las pulsiones. Para emanciparse se sujeta, para dominar se somete. Ésta es la dialéctica de la razón instrumental que, para evitar someterse al deseo, utiliza mecanismos de represión. El pensamiento se encadena a sí mismo para no entregarse a los impulsos naturales.
Lo que Odiseo se permite a sí mismo, el conocer la verdad y tener la libertad de renunciar a la felicidad en nombre de la supervivencia, no le es permitido a los servidores. El señor decide por ellos y establece lo que deben saber, hay una verdad para cada estrato, una para el vencedor y otra para el vencido. Adorno y Horkheimer lo explican de la siguiente manera:

El pensamiento de Odiseo, igualmente hostil a la propia muerte y a la propia felicidad, sabe todo esto. Él conoce sólo dos posibilidades de escapar. Una es la que prescribe a sus compañeros: les tapa los oídos con cera y les ordena remar con todas sus energías. Quien quiera subsistir no debe prestar oídos a la seducción de lo irrevocable, y puede hacerlo sólo en la medida en que no sea capaz de escucharla. […] La otra posibilidad es la que elige el propio Odiseo, el señor terrateniente, que hace trabajar a los demás para sí.[18]

Esto nos recuerda lo que Freud le escribe a Einstein en la carta antes citada, el mito da cuenta de este surgimiento de la razón desde relaciones sociales de desigualdad y dominio. En El Malestar en la Cultura, escrito en 1929, ya entendía esta situación cuando afirmaba: Después que el hombre primordial hubo descubierto que estaba en su mano –entiéndaselo literalmente- mejorar su suerte sobre la Tierra mediante el trabajo, no pudo serle indiferente que otro trabajara con él o contra él. [19] Es claro que para el fundador del psicoanálisis el pacto pulsional, de donde surge la cultura y que se articula por medio de la razón como mecanismo, también produce un sistema económico de dominio, unas páginas adelante lo explica de esta manera: Así, la cultura se comporta respecto de la sexualidad como un pueblo o un estrato de la población que ha sometido a otro para explotarlo.[20]
Desde su origen la razón fue empleada por el hombre para dominar la naturaleza, pero al mismo tiempo la utilizó para dominar a su prójimo, el control de la sexualidad vino acompañado de la explotación de los demás. Conforme se fue desarrollando la cultura y se fueron sofisticando los instrumentos para dominar la naturaleza se fueron afinando también los mecanismos de explotación. Es por esta razón que en la Ilustración, la economía capitalista desarrolla la razón instrumental y busca suprimir la metafísica, a esto se refieren Adorno y Horkheimer cuando afirman que:

Con la expansión de la economía mercantil burguesa, el oscuro horizonte del mito es iluminado por el sol de la razón calculadora, bajo cuyos gélidos rayos maduran las semillas de la nueva barbarie. Bajo la coacción del dominio el trabajo humano ha conducido desde siempre lejos del mito, en cuyo círculo fatal volvió caer siempre de nuevo bajo el dominio.[21]

La razón instrumental en la sociedad moderna contiene los dos elementos de los que da cuenta el mito homérico, por un lado es desarrollada por el sujeto para dominar la naturaleza, pero al mismo tiempo se despliega sobre los demás miembros de la comunidad y busca su dominación con las mismas estrategias. Los elementos que la conforman como capacidad de ordenar, clasificar, calcular, distribuir y manipular le permiten al que la emplea superar los miedos e instrumentar los mecanismos para dominar a la naturaleza pero también le facilitan el dominio y sujeción de los demás calificándolos como lo hace con la naturaleza. Así es como lo explica Horkheimer: Ahora que hemos aprendido, gracias a la ciencia, a superar el miedo ante lo desconocido en la naturaleza, somos los esclavos de coacciones sociales que hemos creado nosotros mismos.[22]
El carácter destructivo de esta razón instrumental consiste en hacer del dominio el fin mismo de la actividad social. Todo el conjunto de valores que acompañan esta práctica se colocan como fines y no como medios, en la sociedad que se crea a partir de esta racionalidad el individuo singular e indeterminado es sometido a las reglas del sistema y su felicidad se sacrifica a nombre del colectivo, ya no a nombre de la raza o la patria como en el fascismo, ni a nombre de un ideal como en el comunismo, aquí es a nombre del progreso entendido en abstracto. Walter Benjamin ya lo había entendido tal y como lo expuso en su tesis IX sobre la Filosofía de la Historia donde describe una imagen donde el Ángel de la Historia no puede recomponer las cosas en el mundo que se le presenta como una acumulación de ruinas porque hay un viento que sopla del paraíso y no le permite desplegar sus alas, a ese viento lo llama progreso.
Lo que se propone es una visión jerárquica de la sociedad donde la lógica del mercado regula la convivencia y la necesidad económica de la que nos hablaba Freud en el Malestar en la Cultura se convierte en estímulo perverso para que el individuo se someta a las formas de dominación. Este esquema racional nos ha colocado en una situación muy delicada porque hoy en día millones de seres humanos en todo el mundo viven en situaciones de pobreza extrema donde el hambre y la enfermedad cobran sus vidas mientras existen los recursos suficientes para alimentarlos y curarlos. Más de doscientos millones de seres humanos son inmigrantes indocumentados que no tienen derechos en los países civilizados donde trabajan. Y a nombre de este progreso se está destruyendo el planeta ocasionándole daños irreparables que nos conducen a la extinción. Este es el nuevo rostro de la barbarie que no le toco ver al fundador del psicoanálisis pero que pudo preveer.

7. La posibilidad de revertir los elementos destructivos de la razón
Después de lo anteriormente expuesto parecemos condenados a que la razón, que fue nuestro mecanismo emancipador, se convierta en el arma que termine aniquilándonos. Para superar esta situación debemos considerar que la razón contiene un elemento que podría convertirse en el antídoto contra su capacidad de dominio, este es el de la crítica. En el proceso en el que el hombre se fue diferenciando de la naturaleza para buscar controlarla, hizo de la negación, la duda y la sospecha elementos centrales del mecanismo racional. La crítica contiene estos ingredientes sin los cuales el aparato racional no podría operar, dicho en otras palabras, cuando el sujeto recurre al lenguaje para organizar las representaciones en su conciencia esta introduciendo la negatividad y la diferenciación como parte de su afirmación.
Sin adentrarme en un terreno en el que no soy experto y tan sólo para ilustrar, sugiero pensar que algo parecido podría ocurrir en el análisis, perdón si no utilizo los términos correctos pero a lo que me refiero es que el paciente, al hablar de su sentimientos, miedos y fantasías coloca en un plano racional aquello que se encontraba en otra situación y desde ahí lo enfermaba. La posibilidad de articular racionalmente lo indeterminado es posible porque el elemento dominador de la razón puede dirigirse contra sí mismo. La razón puede desconfiar de sí misma y desmantelar su sentido totalitario; a esto es a lo que llamamos crítica.
El sujeto está determinado por muchas cuestiones pero existe un elemento de libertad en su voluntad que lo lleva a enfrentar estas determinaciones, puede tomar distancia de aquello que lo atrapa y condiciona, la identificación de aquello que lo sujeta y domina y la reversión de esta situación es factible gracias a la crítica, esto es lo que los ilustrados llamaban autonomía; auto –nomos o regulación propia. A esto se refería Adorno en un ensayo sobre la educación cuando afirmaba que: La única fuerza verdadera contra el principio de Auschwitz sería la autonomía, si se me permite valerme de la expresión kantiana; la fuerza de reflexionar, de autodeterminarse, de no entrar en el juego.[23]
Para aclarar este punto y a riesgo de ser reiterativos, debemos mencionar que la razón instrumental se convierte en destructiva cuando acota la utilización de la crítica a funciones que ella determina pero al mismo tiempo evita que esta crítica cuestione su propia operación. El economista utiliza la razón con su aparato crítico para hacer estadísticas, calcular riesgos, medir variables, etc.. Lo que se deja fuera del estudio son las consecuencias éticas o políticas de sus decisiones. Para el ingeniero que construye un arma, la razón que incluye elementos críticos, tiene como fin último la eficacia destructiva de su producto al margen de consideraciones éticas o políticas. Mengele, el sanguinario médico de Auschwitz, hacía experimentos a nombre de la Ciencia gracias a que podía hacer a un lado consideraciones morales.
La forma actual en la que se presenta la barbarie tiene que ver con la aplicación de la razón instrumental y con las prácticas que neutralizan los aspectos críticos. El único antídoto contra el totalitarismo de la razón es el ejercicio responsable de la crítica, esto quiere decir, retomando lo que había escrito Freud en su Moisés, un compromiso con la verdad y la justicia.
Ningún saber escapa a este reto, en el campo de la Filosofía nos encontramos en estos días buscando revertir una disposición de las autoridades educativas del país que han decidido restringir la enseñanza de humanidades en general y de la Filosofía en particular en los niveles de enseñanza media superior. “Menos crítica y más tecnología”, así reza el discurso del progreso. En las universidades se han ido introduciendo mecanismos de pago a los académicos que operan con las leyes del mercado, los profesores somos evaluados en cuanto a nuestra productividad para recibir parte de nuestros ingresos disfrazados como estímulos. El académico se ha ido convirtiendo en un empleado que rinde cuentas, es evaluado por sus alumnos y recompensado por sus avances cuantitativos: alumnos asesorados, páginas publicadas, horas pizarrón, etc. La razón instrumental ha permeado de tal manera que nosotros, los mismos colegas, nos convertimos en vigilantes y evaluadores de nuestros compañeros de trabajo. Es un poco exagerado decirlo así, me disculpo de antemano, pero nos hemos vuelto capataces al servicio de esta razón calculadora. La situación del saber en general, y de la Filosofía en particular, es delicada, se busca desmantelar por todos los medios el sentido radical de la crítica para permitir así el desarrollo irrefrenable de la barbarie expresada como razón instrumental. Ante este panorama adquieren relevancia las palabras de Horkheimer que decía:

Fidelidad a la filosofía significa impedir que el miedo atrofie nuestra capacidad de pensamiento.[…]Lo que faltan son hombres que sepan que los sujetos y los cómplices de su opresión son ellos mismos.[…] La consciencia de que precisamente en este momento todo depende del uso adecuado de la autonomía de los hombres podría postergar a la cultura de su amenazador envilecimiento por obra de sus amigos conformistas, indignos de confianza, o de su destrucción por los bárbaros del interior.[24]

7. Psicoanálisis hoy y su respuesta ante las nuevas expresiones de la barbarie
Para terminar dejaremos apuntadas algunas ideas sobre el papel del psicoanálisis hoy a la luz de lo que hemos expuesto sobre el funcionamiento de la razón instrumental y las nuevas expresiones de barbarie. Debemos advertir que la nuestra es una situación incomoda ya que el invitado debería abstenerse de hacer comentarios críticos en la casa que lo acoge. Pero ya que este día se hace un homenaje a Freud y el tema es su Moisés tomaremos el riesgo de sumarnos, muy modestamente, a los hombres que prestan su voz en la búsqueda de la verdad y la justicia aunque sean extranjeros.
Entrando en materia retomaremos la distinción planteada al principio, señalábamos que una cosa es la práctica médica y otra distinta es el estudio teórico sobre el ser del hombre y la cultura. A manera de pregunta los invito a considerar cuál es la manera en la que la razón instrumental busca desarticular los elementos críticos en la práctica psicoanalítica. Una tiene que ver con el ejercicio mismo del medico y su paciente y la otra con la estructura político administrativa de las asociaciones psicoanalíticas. La terapia se plantea como un servicio por el que por supuesto debe cobrarse, el analista es un profesionista que por supuesto debe cobrar. Este principio que establece y define el mismo Freud debe estudiarse con cuidado. El monto que se cobra, define necesariamente al corte de población que se va a atender y en el caso de ser muy oneroso y no contemplar apoyo para las clases más bajas se podría convertir en una práctica elitista.
En este mismo sentido debemos considerar que la intervención de las compañías de seguros, sobre todo en los Estados Unidos, que ponen límite a los tratamientos, influye desde su propia racionalidad empresarial en el ámbito terapéutico. En este mismo orden de ideas se debería poner sobre la mesa el nivel económico en el que el terapeuta quiera ubicarse ya que el monto de la consulta está relacionado con este criterio. Esto último tiene relevancia ya que este nivel económico lo identifica con una determinada clase social y con su sistema de valores.
Con respecto a la dinámica de las asociaciones nos encontramos con lo mismo que sucede en toda institución donde hay intereses económicos y políticos, podrán ustedes imaginarse que la Asociación Filosófica de México no es la excepción. Desde el momento que un sector de profesionistas determinan el futuro de los otros nos encontramos a merced de la razón instrumental. Quisiera pensar que con las asociaciones psicoanalíticas es distinto pero todos sabemos que no es así, lo dejo ahí como material para futuras reflexiones.
Con respecto al trabajo teórico que realizan los psicoanalistas y siguiendo con la tradición que estableció su fundador, nos damos cuenta que existe una relación muy estrecha entre este trabajo y la clínica, por lo que lo señalado en los párrafos anteriores es determinante para el pensamiento crítico del analista. No podemos dejar de pensar que el tipo de pacientes, la adscripción social del analista, las dinámicas políticas de las asociaciones tienen una repercusión directa en la manera en la que se entiende el papel crítico. Y siguiendo con lo dicho por Freud hay una diferencia significativa entre la visión del vencedor y la del vencido. Si el terapeuta se identifica con la clase social dominante y con su sistema de privilegios, entonces no podrá prestar su voz a nombre de la verdad y la justicia tal y como lo sugirió el fundador del psicoanálisis cuando escribió su Moisés.

A manera de conclusión
Lo que Freud enfrentó a mediados del siglo pasado y lo que a nosotros nos toca vivir es distinto. En aquel entonces la barbarie se presentaba en términos de racismo, nacionalismo y antisemitismo. Para el fundador del psicoanálisis la respuesta transitaba por un ejercicio de memoria que desarticulara las identidades comenzando por la suya, y así lo hizo, escribió su Moisés para desmantelar el mito del pueblo elegido y de esa manera terminar también con el de la raza superior. En esa oportunidad dejó claro que los vínculos comunitarios debían construirse a partir de un compromiso con la verdad y la justicia y no a partir del mito, la sangre o la raza.
Hoy en día la barbarie se manifiesta de otra manera, como razón instrumental que coloca los valores del mercado y el sistema de explotación como forma de vida y lo convierte en mecanismo de destrucción. El reto para el psicoanalista que se identifique con Freud consiste en generar una crítica que logre desmantelar los mecanismos totalitarios de la razón instrumental. Para conseguirlo es importante revisar su forma de operar, tanto la práctica médica como las instituciones educativas y medios de difusión. De otra manera como afirmaba Walter Benjamin en su tesis VI: El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo le es dado al historiador perfectamente convencido de que ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer. [25]


México D.F. a 20 de junio de 2009


[1] S. Freud, Moisés y la Religión Monoteista, en Obras Completas; Ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey, con la colaboración de Anna Freud, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2002, v.23, p.52
[2] Yerushalmi nos habla de un borrador original de este texto fechado el 9 de agosto de 1934 y que se encuentra en los Archivos Freud de la Biblioteca del Congreso, en Washington, D.C. ver Yerushalmi, op. cit. p. 27
[3] Freud, op. cit. p.17
[4] Ibid p. 23
[5] Ibid p. 28
[6] Ibid. p. 26
[7] Ibid. p. 36
[8] Ibid. p. 33
[9] Ibid. p. 67
[10] Ibid pp. 129-30
[11] Ibid. p. 130-1
[12] Ibid. p. 131
[13] Ibid. p. 7
[14] S. Freud, Tótem y Tabú, en Obras, op. cit tomo 13, p.9
[15] S. Freud, Moisés y la religión monoteísta, op. cit, p. 49
[16] S. Freud, ¿Por qué la guerra?, en Obras Completas, op. cit., vol. 23, p.190
[17] T. W. Adorno y M. Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración; Fragmentos Filosóficos; Introducción y traducción de Juan José Sánchez, Editorial Trota, Madrid 1994, primera edición en Alemán 1947 en la editorial Querido de Ámsterdam y se reeditó en 1969
[18] Ibid. p.87.
[19] S. Freud, El Malestar en la Cultura, Obras Completas op. cit, vol. 21, p. 97
[20] Ibid. p.102
[21] Adorno y Horkheimer, op. cit, p.85
[22] Horkheimer, Crítica de la Razón Instrumenta, Presentación de Juan José Sánchez, Traducción de Jacobo Muñoz, Trotta, Madrid, 2002, p. 187
[23] Adorno W. Theodoro, Educación para la Emancipación; Conferencias y conversaciones con Hellmut Becker (1959-1969),Ediciones Morata, Madrid, 1998, p.83

[24] Horkheimer, op. cit., pp. 169-70
[25] W. Benjamin, Tesis VI, en R. Mate, Medianoche en la Historia: Comentarios a las Tesis de Walter Benjamin <>, Trotta, Madrid, 2006. p.113