jueves, 7 de septiembre de 2023

Discurso en la ceremonia de reconocimiento por 25 años en la UNAM

 

Estimado Dr. Manuel Martínez Justo

Director de La Fes Acatlán

Estimados funcionarios de nuestro plantel

Queridas y queridos colegas e invitados.

 

Agradezco mucho la oportunidad de dirigir estas palabras, es un verdadero honor, y ya que hablo en nombre de mis compañeros, que, como yo, cumplen 25 años de antigüedad, espero lograr expresar una experiencia compartida.

Aunque recibo este reconocimiento por 25 años, yo inicié mi labor docente en 1982. Tuve que interrumpirla por un tiempo, pero mis recuerdos de nuestra FES se remontan a hace 41 años, cuando era todavía ENEP y nos sentíamos entonces que todo estaba por venir y nosotros éramos los responsables de traerlo, viendo los resultados, nos podemos sentir muy orgullosos. 

Esta ceremonia nos permite hacer un recuento de lo que ha significado ser parte de esta comunidad, en lo personal ha sido un privilegio que agradezco. La UNAM se convirtió en un segundo hogar donde tuve la oportunidad de ser alumno, maestro y funcionario. Siento que le debo mucho a nuestra casa de estudios por lo que procuro, en la medida de mis posibilidades, retribuir con mi trabajo y seguir formando a las nuevas generaciones.

Muchas son las situaciones que nos han tocado vivir como universitarios y no habría suficiente tiempo para recordarlas por lo que me detendré, únicamente, en lo que vivimos recientemente. Cuando pensamos que ya lo habíamos visto todo, nos sorprendió la pandemia del Covid 19, está terrible enfermedad se llevó a muchos familiares, colegas y amigos. Que sean estas palabras también una oportunidad para recordarlos. A la corta distancia ya comenzamos a entender lo que significó está situación en nuestro ámbito, la verdad es que no nos quedó otro remedio que reinventarlo todo: las clases, los exámenes, las asesorías, las juntas y hasta los convivios, los transmitimos por internet, algo absolutamente impensable hace muy poco tiempo. Mudamos el aula y la oficina a la casa, todos entramos a los hogares de los demás, ¡Qué extraña paradoja!  ya que estando más distantes que nunca, invadimos las zonas más íntimas de la privacidad. Pasarán muchos años hasta que podamos entender todos los efectos que tuvo esta pandemia en nuestras vidas y particularmente en el sistema educativo.

Ahora, en estos días, vemos como se nos ofrece una nueva reforma a todo el sistema educativo. Los discursos políticos se acompañan de opiniones de especialistas y de no tan especialistas, las posturas ideológicas a favor y en contra se confrontan movilizando afectos y cargando el debate de emociones que terminan empañando las reflexiones puntuales. Como académicos estamos involucrados porque de lo que se está hablando es de nuestra función primordial: la formación de nuevas generaciones. Para hablar de la actual reforma de la educación invitaré a un fantasma, el de un gran filósofo mexicano, Samuel Ramos. Como todos ustedes saben él también fue profesor de la UNAM y fue el director de la Facultad de Filosofía y Letras en 1944, a él le debemos una de las grandes obras de la filosofía mexicana: El perfil del hombre y la cultura en México escrita en 1934.

La razón por la que lo invoco, en esta oportunidad, es porque en el año de 1941, hace más de ochenta años, Ramos se hacía las mismas preguntas que nos hacemos nosotros en cuanto a la relación entre las ideologías políticas y la educación.  En una disertación que tituló Veinte años de educación en México podemos leer lo siguiente:

De una cosa estoy convencido, y es de que no salvaremos la crisis con doctrinas importadas, con fórmulas hechas de antemano. Nos guarda una tarea difícil, pero ineludible: la de crear nuestras propias normas y doctrinas. A esa labor hay que aplicarnos incansable­mente, sin preocuparse de si nos llaman revolucionarios o reaccionarios, que al fin ésas son etiquetas engañosas, meras ficciones políticas. Lo importante es pensar objetivamente en los problemas del país, no en función de nuestros intereses ni pasiones personales. Mientras vivamos del plagio y la imitación de lo extranjero, estamos perdidos. El destino de un país no depende más que de sí mismo, de su potencialidad de inteligencia y voluntad bien aprovechada y disciplina. No debemos intentar ya resolver nuestros problemas de cultura y educación a ciegas, porque sería imperdonable reincidir en los mismos errores. Demos una prueba de madurez de pensamien­to reconociendo honradamente nuestros fracasos y convirtámoslos en normas de lo que no debemos hacer. De ello depende la salvación de México.[1]

 

Impresiona la vigencia de esta reflexión, parece que fue escrito hoy, esa es la virtud de los grandes pensadores que pueden leer el porvenir a partir de interpretar su presente. Lo que podemos responderle a Ramos es que estamos buscando la manera de corregir nuestros errores, que después de años de recibir instrucciones de organismos internacionales, de instrumentar sus teorías y aplicar sus políticas, hemos vuelto a colocar al profesor en el centro del aula.  Con el paso de los años, comprendimos que la educación es, primordialmente, tarea de los profesores y que, con todo respeto a los administradores de la educación, nosotros sabemos que en la relación entre el docente y el alumno es donde se produce el proceso de formación. Teorías van y otras vienen, las ideologías transitan de una visión a otra, surgen nuevas tecnologías que ofrecen sustituirnos por algoritmos y pantallas. La pandemia nos demostró que la relación personal y presencial es insustituible porque la educación es uno de los vínculos humanos más importante y no puede estar determinada por la lógica del instrumento.

No me dejarán mentir si afirmo que ser maestro implica un reto permanente, nunca está uno lo suficientemente preparado, jamás termina uno de sorprenderse con los aportes y ocurrencias de los alumnos. Para nosotros lo que da valor a nuestro trabajo es la mirada incrédula del alumno que descubre en nuestras palabras un nuevo hallazgo que lo sorprende y maravilla. Quién de nosotros no tiene presente a la maestra o el maestro que marcaron nuestras vidas y a quienes les estaremos eternamente agradecidos. Como reconocimiento a los que nos formaron y obsequiaron generosamente su sabiduría, recibo esta medalla que nos es otorgada el día de hoy.

¡Muchas Gracias!

Santa Cruz Acatlán a 6 de septiembre de 2023

 

 



[1] Ramos Samuel, Veinte años de educación en México, Imprenta universitaria, México 1941. p. 95