jueves, 28 de mayo de 2020

Sucasas Alberto, Shoah, El campo fuera del campo, Cine y pensamiento en Claude Lanzmann, Encuadre Shangrila, Madrid 2018. Publicado en Revista de filosofía Dianoia, Vol. 65, Núm. 84 (2020)


1.       Presentación 

El libro de Alberto Sucasas que tiene como título: Shoah, El campo fuera del campo, Cine y pensamiento en Claude Lanzmann es un texto que analiza una película y a su productor desde la mirada de un filósofo que se ha ocupado de los  temas del Holocausto por un lado y del cine por el otro. Es una obra que invita al lector a entrar por varias puertas a un laberinto que seduce con el peligro de perderse en la travesía pero que ya iniciado el trayecto  se transforma en una experiencia donde el filósofo acompaña al cineasta en su recorrido por los avernos poniendo a su servicio una lúcida reflexión que nos va mostrando el camino a una salida que al inicio parecía clausurada.

Cuando leemos el título no sabemos a ciencia cierta de qué nos va hablar: de la Shoah como suceso histórico, de la película con ese nombre o de Claude Lanzmann  en cuanto cineasta o pensador. Lo interesante es que todas estas expectativas quedan cubiertas ya que Sucasas consigue articularlo todo de una manera magistral agregando otro plano al “campo fuera del campo”: el de su aportación filosófica.  En este sentido una primera conclusión a manera de presentación: este libro debe quedar registrado como un tratado filosófico sobre la rememoración en tiempos de la reproductibilidad técnica, como un desafío creativo a los que consideran que el pensamiento crítico debe cederle su lugar al efecto arrollador de la transmisión audiovisual.

2.       Dimensión del reto que enfrenta el libro. 

Alberto Sucasas es un filósofo riguroso que no conoce los atajos, donde encuentra una aporía se detiene, la expone y se aboca a resolverla. En cierto sentido se podría decir que las paradojas del pensamiento se convierten en su objeto de estudio y el motor de sus reflexiones. Éste es su “campo fuera del campo” que lo lleva a una fructífera identificación con el cineasta que él mismo reconoce cuando escribe: “Aproximarse al filme de Lanzmann obliga a adentrarse en su universo cinematográfico presidido por la paradoja y la aporía”. [1]

 No son pocas ni sencillas las aporías a las que se enfrenta; las enumeraremos para luego exponerlas y dar algunas pistas de sus posibles soluciones. El primer reto tiene que ver con la Shoah como suceso histórico, el cómo pensar lo impensable y, en ese sentido, plantear si es posible rescatar el proyecto ilustrado después de Auschwitz. El segundo tiene que ver con el tema de la memoria y la recuperación del sufrimiento ajeno desde una aproximación que no esté instrumentalizada por la industria cultural o por el sionismo. Un tercero se presenta cuando se plantea el recurso cinematográfico para abordar el tema de la Shoah en dos distintas direcciones: el que sea un producto del mercado cultural que debe cumplir con las exigencias del espectáculo o dejará de ser exhibido y, por otro lado, el tema de la imagen que pareciera ir en un sentido opuesto al de la reflexión crítica.

3.       La Shoah como evento histórico:  Pensar lo impensable 

El tema de la Shoah como suceso histórico ha sido abordado por estudiosos de la mayoría de las áreas del conocimiento y ha inspirado obras artísticas en todas sus expresiones. La filosofía no se ha quedado atrás y en algunas de sus corrientes a colocado este evento en el centro de sus consideraciones. En Madrid, el filósofo Manuel Reyes Mate hace ya varias décadas recogió lo que ya se estaba gestando en Alemania y con el nombre: “La Filosofía después del Holocausto”  desarrolló esta corriente en España. El autor del libro que hoy presentados ha sido integrante de este colectivo.

Uno de los aspectos centrales que plantea esta corriente filosófica está relacionado con la denuncia de la complicidad del pensamiento en la articulación de la barbarie. En una recuperación hispana de la propuesta de los filósofos de la Escuela de Frankfurt los participantes del grupo de Madrid reconocen la dialéctica de la misma Ilustración que, en vez de conducir a la emancipación terminó en los crematorios de Auschwitz, en los escombros de Hiroshima o los gulags soviéticos.

Los filósofos que nos identificamos con este análisis crítico del pensamiento ilustrado estamos atrapados en una paradoja difícil de resolver ya que es por medio de este instrumento, cómplice de la barbarie, que buscamos exonerarlo del crimen y seguirlo utilizando en la búsqueda de una emancipación real. Dicho en otras palabras: sin renunciar a pensar pretendemos acercarnos a lo impensable, o como considera Reyes Mate, cuando considera que “lo impensable del acontecimiento para la teoría es lo que al mismo tiempo constituye a Auschwitz como acontecimiento que inaugura una reflexión”.[2]

4.       La Shoah y los usos de la memoria 

Para Reyes Mate el elemento que debe considerarse para resolver la dialéctica de la Ilustración,  y en particular el de la posibilidad de pensar en lo impensable, es el de la memoria. Al respecto comenta: “La memoria surge del hiato entre incomprensibilidad y conocimiento y es la categoría adecuada al carácter inaugural, originario del acontecimiento. Si Auschwitz es lo que da que pensar, lo es debido a la presencia constante en nuestro presente de un acto pasado que está presente a la razón gracias a la memoria”.[3]

Sucasas comparte esta idea pero no está dispuesto a sepultar a la razón ilustrada, ya que él considera que ésta pudo sobrevivir al genocidio y que la memoria de Auschwitz tal y como la plantea Reyes Mate no escapa a la dialéctica de la Ilustración y a las mismas dinámicas de aquello que Mate define como pensamiento teórico. 

En su libro aborda este tema ubicando tres distintos periodos.  Nos comenta que, “en un primer momento, los tres lustros inmediatamente posteriores al fin de la II Guerra Mundial, el exterminio judío entró en una fase de latencia; el proceso Eichmann supuso un punto de inflexión”.[4] Recordemos que este juicio se llevó a cabo  en 1961 y, según nos dice el autor, a partir de entonces  “alcanza una proliferación inaudita”[5] que condujo a una tercera etapa que llega hasta nuestros días y en la que  se ha producido una crítica a la utilización desmedida de la memoria con fines comerciales o políticos que se caracteriza por “la banalización
mediática (a cargo, sobre todo, de la industria cinematográfica) y la instrumentalización propagandística (protagonizada por el sionismo, israelí y extra israelí) del acontecimiento.”[6] El autor coincide con sus reservas a estas críticas pero sostiene que:

Esa mutación de la sensibilidad, alegando cansancio o denunciando los efectos de un cultivo obsesivo del recuerdo, promueve un distanciamiento crítico, más atento a desactivar los efectos sacralizantes que a preservar la memoria del exterminio. Diríase que, en un efecto pendular, abundan, de manera creciente, los síntomas de que se vuelve a cierta amnesia inducida.[7]

 

Sucasas no está dispuesto a renunciar al pensamiento ilustrado ni tampoco a la memoria como instrumento de la justicia, pero es conciente que frente a las nuevas expresiones de la barbarie que fomentan la irracionalidad y la amnesia se requiere de una respuesta que esté a la altura del reto y ahí es donde la reflexión fílmica que ofrece la película Shoah adquiere relevancia.

5.       La película Shoah y el mercado cultural 

Sucasas pone sobre la mesa otro asunto polémico con el que, a su juicio, tuvo que lidiar Lanzmann al realizar una obra cinematográfica sobre la Shoah, a saber, el de la comercialización de la tragedia. En su exposición advierte que uno de los ingredientes centrales a los que recurre la industria cultural para comercializar el suceso es la explotación del morbo.  Lo describe de la siguiente manera: “Nunca ausentes de la pantalla, los estímulos de carácter sadomasoquistas se han adueñado, de manera creciente, del imaginario cinematográfico, convirtiendo la visión del sufrimiento ^ ajeno en fuente de placer para el insaciable  voyeurismo del espectador”.[8]

Lo que sostiene el autor es que la obra del cineasta busca una comunicación con el espectador que no transite por la vía de una seducción desde la satisfacción de esta patología y, “ante tal peligro, Shoah reacciona de forma drástica: renuncia incondicional a la visualización del espanto.[9] En toda la proyección se habla del horror pero no hay una sola imagen del extermino,  se hace presente  a partir de la narrativa de los sobrevivientes, los victimarios o los testigos.

6.       La película Shoah y el sionismo 

La defensa de Sucasas en relación a la instrumentalización de Shoah en términos políticos no es tan contundente como en lo relativo a la industria cultural. Considera que la película se inclina por la salida que ofrece el sionismo a la cuestión judía. Para comprender lo que esta postura significa es pertinente señalar los términos del debate. Lo primero se relaciona con la diferencia fundamental que se plantea para la condición judía entre los que proponen la concentración territorial en un Estado nación y aquellos que consideran la vida diaspórica como una experiencia colectiva. Y lo segundo tiene que ver con dos lecturas contrarias del mesianismo judío, incluso secularizado, el del guerrero frente al juez.

Con respecto a lo primero, Sucasas sostiene que el juicio de Eichmann en Jerusalén y la polémica que suscitó marcaron un punto de inflexión en lo relativo al uso político del Holocausto por el Estado de Israel.  Para los sionistas, lo que sucedió demuestra que la sobrevivencia del colectivo judío solamente puede garantizarse en el esquema de una concentración territorial a partir de un Estado que disponga de los recursos militares que lo defiendan. En este sentido, se plantea como inviable la continuidad de la milenaria experiencia diaspórica y la asimilación de los judíos a las culturas donde viven como una fantasía letal.

En contraposición a está apropiación política de la memoria están aquellos que consideran Auschwitz  un crimen contra la humanidad y sostienen que, para evitar que algo así se repita se debe transitar en el sentido opuesto a la lógica excluyente que legitima la segmentación de la humanidad en Estados nación.

Con relación al uso de la violencia en defensa de la supervivencia y frente al reclamo sionista de que los judíos exterminados se dejaron llevar a la muerte como “ovejas al matadero”, Sucasas nos dice que la postura de Lanzmann está claramente definida:

Aventuremos una hipótesis: entre los supuestos antropológicos que subyacen al trabajo del cineasta estaría ese carácter “fundacional”, por lo que la denuncia de la violencia exterminadora no apuntaría a un más allá de la violencia, sino más bien a la posibilidad de su inversión; de ser así, el imaginario mesiánico implícito remitiría en menos medida a una existencia pacificada que a la figura del rey-guerrero (su traducción contemporánea, el Israel militarizado) convocado a subvertir, de forma violenta, una situación de violencia y opresión. Conjetura capital para entender un lema recurrente en Lanzmann – y que, a nuestro entender, ningún análisis de Shoah debiera omitir-, el de la reapropiación judía de la violencia.[10]

 

En la interpretación que hace el autor sobre la postura de cineasta con respecto al sionismo encontramos cierta incomodidad ya que, por un lado, se identifica con cierto uso político a favor del sionismo y por el otro existe una clara identificación con el mensaje universalista y pacifista que se produce a partir de la experiencia diaspórica. La manera de resolver esta dificultad es resaltando en la película la transmisión de está ambivalencia citando al mismo Lanzmann cuando afirma: “No, Israel no es la redención del Holocausto. Esos seis millones no murieron para que Israel exista. La última imagen de Shoah no es eso. En un tren que rueda, interminablemente. Para decir que el Holocausto no tiene fin.[11] En este sentido, lo que le parece importante a Sucasas del mensaje de la película es que la condición judía contemporánea está signada por estás ambivalencias no resueltas y que, por ello, toda postura aporta sin buscar ser definitiva.

7.       Imagen y reflexión 

Por último,  abordaremos la problemática que se podría caracterizar como el debate en torno a la transmisión de imágenes frente a la argumentación racional,  lo que Sucasas identifica con la crítica que hace Reyes a la razón teórica y recoge el guante sobre la posibilidad que abre el recurso de la memoria. Lo que entiende el autor de este libro es que el pasado se presenta a la conciencia por el mecanismo de la rememoración como imagen y no como pensamiento,  y que sólo después de su elaboración es factible verbalizarla. En este sentido,  afirma que “en la experiencia imaginaria correspondería al pasado cierto privilegio sobre el futuro: imaginar es, ante todo, recordar”. [12]

Pero está operación no es la que suele hacerse. Por lo general, lo que queda inscrito es la representación que más bien sirve como un dique que no permite que la razón crítica desmantele sus cargas emocionales y permite su comprensión. Sucasas sostiene que en el cine existe una “ proliferación de una imagen sumisa a la lógica de la espectacularización [que] conlleva una pérdida de lo real; a mayor reproducción del mundo en imágenes, hipérbole de la visualización, mayor invisibilidad de lo real mismo. Metamorfosis de la ventana transparente en pantalla opaca, que una ética de la mirada documental está llamada a impugnar.”[13]

Aquí radica, según el autor, la gran aportación de Lanzmann en su propuesta cinematográfica: utilizar la imagen como una herramienta para desmantelar la carga ilusoria que ésta transmite al mostrar lo sucedido sin mostrarlo explícitamente. En la película no hay una sola imagen del pasado, todo se evoca por la proyección del presente que testimonia cómo lo sucedido se ha borrado, cómo está ausente y cómo esta ausencia lo hace presente a partir de la narración de los testigos que dan cuenta de él discursivamente a pesar de no existir ya para la representación. En esta operación el espectador no puede reproducir imágenes pero si elaborar racionalmente lo que se le transmite por las narrativas en las que, según afirma Sucasas, la ausencia se presenta incluso en el plano verbal. En este sentido comenta:

La ausencia de imagen deviene imagen de la ausencia. Cabría incluso ir más allá y sostener que la ausencia del objeto (cámara de gas) no sólo es visual, sino también verbal: abundan en el file, es cierto, testimonios sobre el proceso del gaseamiento, referidos a los preparativos previos o al resultado (cadáveres y operaciones destructivas a las que eran sometidos), pero no sobre el gaseamiento propiamente dicho, excepto lo que auditivamente pudieron haber percibido los testigos.[14]

 

El autor de este libro encuentra en la película de Lanzmann una expresión contemporánea de la ancestral prohibición judía de la representación pero dándole una vuelta muy creativa al neutralizar su efecto amenazador por medio del uso de la oralidad de los testigos. En su interpretación llega a afirmar que en la “alquimia lanzmanniana” existe “un ingrediente nuclear del espíritu judío: sólo la interpretación -en la tradición religiosa, el infinito trabajo de lectura de la Escritura- redime lo icónico de la amenaza idolátrica que le es inherente.” De acuerdo a esto Sucasas sostiene que “en Shoah, la inmediatez del lugar visible sufre la mediación de la voz testimonial y, con ello, la palabra libera la imagen de su estatus meramente óptico.”[15]

8.       Conclusiones: 

Para concluir esta presentación no queda más que hacer una doble recomendación: ver la película Shoah y leer este extraordinario texto. Con respecto a la primer experiencia reproducimos la valoración del filósofo cuando escribe que: “El filme de Lanzmann sería, ante todo, una escuela de la visión, formadora de un sujeto capaz no sólo de ver y oír (algo que ya no va de suyo) sino de ver y de oír los límites del ver y del oír. Un espectador crítico.”[16] Y con respecto al libro de Alberto Sucasas podemos afirmar que es un lúcido planteamiento sobre la posibilidad de rescatar la razón crítica a partir de una reflexión sobre los peligros de una rememoración que se queda anclada en las ilusiones que enriquecen el mercado cultural y la industria del espectáculo.



[1] Sucasas Alberto, Shoah, El campo fuera del campo, Cine y pensamiento en Claude Lanzmann, Encuadre Shangrila, Madrid 2018. p. 217

[2] Mate Reyes, Memoria de Auschwitz; Actualidad Moral y Política, Trotta, Madrid, 2003 p.119

[3] Ibidem

[4] Sucasas Alberto, Shoah, El campo fuera del campo, Cine y pensamiento en Claude Lanzmann, Encuadre Shangrila, Madrid 2018. p.430

[5] Ibidem

[6] Ibidem

[7] Ibidem

[8] Ibid. 89

[9] Ibidem

[10] Ibid. 53-54

[11] LANZMANN, Claude, La tombe du divin plonger, op., cit., p.402 en Sucasas, op. cit. p. 272

[12] Ibid. p.72

[13] Ibid. 186

[14] Ibid. 214

[15] Ibid. 418

[16] Ibid. 443


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