1.
Presentación
El libro de Alberto Sucasas que
tiene como título: Shoah, El campo fuera
del campo, Cine y pensamiento en Claude Lanzmann es un texto que analiza
una película y a su productor desde la mirada de un filósofo que se ha ocupado
de los temas del Holocausto por un lado
y del cine por el otro. Es una obra que invita al lector a entrar por varias
puertas a un laberinto que seduce con el peligro de perderse en la travesía
pero que ya iniciado el trayecto se
transforma en una experiencia donde el filósofo acompaña al cineasta en su
recorrido por los avernos poniendo a su servicio una lúcida reflexión que nos
va mostrando el camino a una salida que al inicio parecía clausurada.
Cuando leemos el título no
sabemos a ciencia cierta de qué nos va hablar: de la Shoah como suceso histórico, de la película con ese nombre o de
Claude Lanzmann en cuanto cineasta o
pensador. Lo interesante es que todas estas expectativas quedan cubiertas ya
que Sucasas consigue articularlo todo de una manera magistral agregando otro plano
al “campo fuera del campo”: el de su aportación filosófica. En este sentido una primera conclusión a
manera de presentación: este libro debe quedar registrado como un tratado
filosófico sobre la rememoración en tiempos de la reproductibilidad técnica,
como un desafío creativo a los que consideran que el pensamiento crítico debe
cederle su lugar al efecto arrollador de la transmisión audiovisual.
2.
Dimensión del reto que enfrenta el libro.
Alberto Sucasas es un filósofo
riguroso que no conoce los atajos, donde encuentra una aporía se detiene, la
expone y se aboca a resolverla. En cierto sentido se podría decir que las
paradojas del pensamiento se convierten en su objeto de estudio y el motor de
sus reflexiones. Éste es su “campo fuera del campo” que lo lleva a una
fructífera identificación con el cineasta que él mismo reconoce cuando escribe:
“Aproximarse al filme de Lanzmann obliga a adentrarse en su universo
cinematográfico presidido por la paradoja y la aporía”. [1]
No son pocas ni sencillas las aporías a las
que se enfrenta; las enumeraremos para luego exponerlas y dar algunas pistas de
sus posibles soluciones. El primer reto tiene que ver con la Shoah como suceso histórico, el cómo
pensar lo impensable y, en ese sentido, plantear si es posible rescatar el proyecto
ilustrado después de Auschwitz. El segundo tiene que ver con el tema de la
memoria y la recuperación del sufrimiento ajeno desde una aproximación que no
esté instrumentalizada por la industria cultural o por el sionismo. Un tercero
se presenta cuando se plantea el recurso cinematográfico para abordar el tema
de la Shoah en dos distintas
direcciones: el que sea un producto del mercado cultural que debe cumplir con
las exigencias del espectáculo o dejará de ser exhibido y, por otro lado, el
tema de la imagen que pareciera ir en un sentido opuesto al de la reflexión
crítica.
3.
La Shoah como evento
histórico: Pensar lo impensable
El tema de la Shoah como suceso histórico ha sido
abordado por estudiosos de la mayoría de las áreas del conocimiento y ha inspirado
obras artísticas en todas sus expresiones. La filosofía no se ha quedado atrás
y en algunas de sus corrientes a colocado este evento en el centro de sus
consideraciones. En Madrid, el filósofo Manuel Reyes Mate hace ya varias
décadas recogió lo que ya se estaba gestando en Alemania y con el nombre: “La Filosofía después del Holocausto” desarrolló esta corriente en España.
El autor del libro que hoy presentados ha sido integrante de este colectivo.
Uno de los aspectos
centrales que plantea esta corriente filosófica está relacionado con la
denuncia de la complicidad del pensamiento en la articulación de la barbarie.
En una recuperación hispana de la propuesta de los filósofos de la Escuela de Frankfurt los
participantes del grupo de Madrid reconocen la dialéctica de la misma
Ilustración que, en vez de conducir a la emancipación terminó en los
crematorios de Auschwitz, en los escombros de Hiroshima o los gulags
soviéticos.
Los filósofos que nos identificamos
con este análisis crítico del pensamiento ilustrado estamos atrapados en una
paradoja difícil de resolver ya que es por medio de este instrumento, cómplice
de la barbarie, que buscamos exonerarlo del crimen y seguirlo utilizando en la
búsqueda de una emancipación real. Dicho en otras palabras: sin renunciar a
pensar pretendemos acercarnos a lo impensable, o como considera Reyes Mate,
cuando considera que “lo impensable del acontecimiento para la teoría es lo que
al mismo tiempo constituye a Auschwitz como acontecimiento que inaugura una
reflexión”.[2]
4.
La Shoah y los usos de la
memoria
Para Reyes Mate el elemento que
debe considerarse para resolver la dialéctica de la Ilustración, y en particular el de la posibilidad de pensar
en lo impensable, es el de la memoria. Al respecto comenta: “La memoria surge
del hiato entre incomprensibilidad y conocimiento y es la categoría adecuada al
carácter inaugural, originario del acontecimiento. Si Auschwitz es lo que da
que pensar, lo es debido a la presencia constante en nuestro presente de un
acto pasado que está presente a la razón gracias a la memoria”.[3]
Sucasas comparte esta idea pero
no está dispuesto a sepultar a la razón ilustrada, ya que él considera que ésta
pudo sobrevivir al genocidio y que la memoria de Auschwitz tal y como la
plantea Reyes Mate no escapa a la dialéctica de la Ilustración y a las mismas
dinámicas de aquello que Mate define como pensamiento teórico.
En su libro aborda este tema ubicando
tres distintos periodos. Nos comenta que,
“en un primer momento, los tres lustros inmediatamente posteriores al fin de la
II Guerra Mundial, el exterminio judío entró en una fase de latencia; el
proceso Eichmann supuso un punto de inflexión”.[4]
Recordemos que este juicio se llevó a cabo
en 1961 y, según nos dice el autor, a partir de entonces “alcanza una proliferación inaudita”[5] que condujo a una tercera
etapa que llega hasta nuestros días y en la que se ha producido una crítica a la utilización
desmedida de la memoria con fines comerciales o políticos que se caracteriza
por “la banalización
mediática (a cargo, sobre todo, de la industria cinematográfica) y la
instrumentalización propagandística (protagonizada por el sionismo, israelí y
extra israelí) del acontecimiento.”[6] El autor coincide con sus
reservas a estas críticas pero sostiene que:
Esa mutación de la sensibilidad,
alegando cansancio o denunciando los efectos de un cultivo obsesivo del
recuerdo, promueve un distanciamiento crítico, más atento a desactivar los
efectos sacralizantes que a preservar la memoria del exterminio. Diríase que,
en un efecto pendular, abundan, de manera creciente, los síntomas de que se
vuelve a cierta amnesia inducida.[7]
Sucasas no está dispuesto a
renunciar al pensamiento ilustrado ni tampoco a la memoria como instrumento de
la justicia, pero es conciente que frente a las nuevas expresiones de la
barbarie que fomentan la irracionalidad y la amnesia se requiere de una
respuesta que esté a la altura del reto y ahí es donde la reflexión fílmica que
ofrece la película Shoah adquiere
relevancia.
5.
La película Shoah y el mercado cultural
Sucasas pone sobre la mesa
otro asunto polémico con el que, a su juicio, tuvo que lidiar Lanzmann al
realizar una obra cinematográfica sobre la
Shoah, a saber, el de la comercialización de la tragedia. En su exposición
advierte que uno de los ingredientes centrales a los que recurre la industria
cultural para comercializar el suceso es la explotación del morbo. Lo describe de la siguiente manera: “Nunca
ausentes de la pantalla, los estímulos de carácter sadomasoquistas se han
adueñado, de manera creciente, del imaginario cinematográfico, convirtiendo la
visión del sufrimiento ^ ajeno en fuente de placer para el insaciable voyeurismo del espectador”.[8]
Lo que sostiene el autor es
que la obra del cineasta busca una comunicación con el espectador que no transite
por la vía de una seducción desde la satisfacción de esta patología y, “ante
tal peligro, Shoah reacciona de forma
drástica: renuncia incondicional a la visualización del espanto.[9] En toda la proyección se
habla del horror pero no hay una sola imagen del extermino, se hace presente a partir de la narrativa de los
sobrevivientes, los victimarios o los testigos.
6.
La película Shoah y el sionismo
La defensa de Sucasas en
relación a la instrumentalización de Shoah
en términos políticos no es tan contundente como en lo relativo a la industria
cultural. Considera que la película se inclina por la salida que ofrece el
sionismo a la cuestión judía. Para comprender lo que esta postura significa es
pertinente señalar los términos del debate. Lo primero se relaciona con la
diferencia fundamental que se plantea para la condición judía entre los que
proponen la concentración territorial en un Estado nación y aquellos que
consideran la vida diaspórica como una experiencia colectiva. Y lo segundo
tiene que ver con dos lecturas contrarias del mesianismo judío, incluso
secularizado, el del guerrero frente al juez.
Con respecto a lo primero,
Sucasas sostiene que el juicio de Eichmann en Jerusalén y la polémica que
suscitó marcaron un punto de inflexión en lo relativo al uso político del
Holocausto por el Estado de Israel. Para
los sionistas, lo que sucedió demuestra que la sobrevivencia del colectivo
judío solamente puede garantizarse en el esquema de una concentración
territorial a partir de un Estado que disponga de los recursos militares que lo
defiendan. En este sentido, se plantea como inviable la continuidad de la
milenaria experiencia diaspórica y la asimilación de los judíos a las culturas
donde viven como una fantasía letal.
En contraposición a está
apropiación política de la memoria están aquellos que consideran Auschwitz un crimen contra la humanidad y sostienen que,
para evitar que algo así se repita se debe transitar en el sentido opuesto a la
lógica excluyente que legitima la segmentación de la humanidad en Estados
nación.
Con relación al uso de la
violencia en defensa de la supervivencia y frente al reclamo sionista de que
los judíos exterminados se dejaron llevar a la muerte como “ovejas al
matadero”, Sucasas nos dice que la postura de Lanzmann está claramente
definida:
Aventuremos una
hipótesis: entre los supuestos antropológicos que subyacen al trabajo del
cineasta estaría ese carácter “fundacional”, por lo que la denuncia de la
violencia exterminadora no apuntaría a un más allá de la violencia, sino más
bien a la posibilidad de su inversión; de ser así, el imaginario mesiánico
implícito remitiría en menos medida a una existencia pacificada que a la figura
del rey-guerrero (su traducción contemporánea, el Israel militarizado)
convocado a subvertir, de forma violenta, una situación de violencia y
opresión. Conjetura capital para entender un lema recurrente en Lanzmann – y
que, a nuestro entender, ningún análisis de Shoah
debiera omitir-, el de la reapropiación
judía de la violencia.[10]
En la interpretación que
hace el autor sobre la postura de cineasta con respecto al sionismo encontramos
cierta incomodidad ya que, por un lado, se identifica con cierto uso político a
favor del sionismo y por el otro existe una clara identificación con el mensaje
universalista y pacifista que se produce a partir de la experiencia diaspórica.
La manera de resolver esta dificultad es resaltando en la película la
transmisión de está ambivalencia citando al mismo Lanzmann cuando afirma: “No,
Israel no es la redención del Holocausto. Esos seis millones no murieron para
que Israel exista. La última imagen de Shoah
no es eso. En un tren que rueda, interminablemente. Para decir que el
Holocausto no tiene fin.[11] En este sentido, lo que le
parece importante a Sucasas del mensaje de la película es que la condición
judía contemporánea está signada por estás ambivalencias no resueltas y que,
por ello, toda postura aporta sin buscar ser definitiva.
7. Imagen y reflexión
Por último, abordaremos la problemática que se podría
caracterizar como el debate en torno a la transmisión de imágenes frente a la
argumentación racional, lo que Sucasas
identifica con la crítica que hace Reyes a la razón teórica y recoge el guante
sobre la posibilidad que abre el recurso de la memoria. Lo que entiende el
autor de este libro es que el pasado se presenta a la conciencia por el
mecanismo de la rememoración como imagen y no como pensamiento, y que sólo después de su elaboración es
factible verbalizarla. En este sentido, afirma que “en la experiencia imaginaria
correspondería al pasado cierto privilegio sobre el futuro: imaginar es, ante
todo, recordar”. [12]
Pero está operación no es la
que suele hacerse. Por lo general, lo que queda inscrito es la representación
que más bien sirve como un dique que no permite que la razón crítica desmantele
sus cargas emocionales y permite su comprensión. Sucasas sostiene que en el
cine existe una “ proliferación de una imagen sumisa a la lógica de la
espectacularización [que] conlleva una pérdida
de lo real; a mayor reproducción del mundo en imágenes, hipérbole de la
visualización, mayor invisibilidad de lo real mismo. Metamorfosis de la ventana
transparente en pantalla opaca, que una ética de la mirada documental está
llamada a impugnar.”[13]
Aquí radica, según el autor,
la gran aportación de Lanzmann en su propuesta cinematográfica: utilizar la
imagen como una herramienta para desmantelar la carga ilusoria que ésta
transmite al mostrar lo sucedido sin mostrarlo explícitamente. En la película
no hay una sola imagen del pasado, todo se evoca por la proyección del presente
que testimonia cómo lo sucedido se ha borrado, cómo está ausente y cómo esta
ausencia lo hace presente a partir de la narración de los testigos que dan cuenta
de él discursivamente a pesar de no existir ya para la representación. En esta
operación el espectador no puede reproducir imágenes pero si elaborar
racionalmente lo que se le transmite por las narrativas en las que, según
afirma Sucasas, la ausencia se presenta incluso en el plano verbal. En este
sentido comenta:
La ausencia de
imagen deviene imagen de la ausencia. Cabría incluso ir más allá y sostener que
la ausencia del objeto (cámara de gas) no sólo es visual, sino también verbal:
abundan en el file, es cierto, testimonios sobre el proceso del gaseamiento,
referidos a los preparativos previos o al resultado (cadáveres y operaciones
destructivas a las que eran sometidos), pero no sobre el gaseamiento
propiamente dicho, excepto lo que auditivamente pudieron haber percibido los
testigos.[14]
El autor de este libro
encuentra en la película de Lanzmann una expresión contemporánea de la
ancestral prohibición judía de la representación pero dándole una vuelta muy
creativa al neutralizar su efecto amenazador por medio del uso de la oralidad
de los testigos. En su interpretación llega a afirmar que en la “alquimia
lanzmanniana” existe “un ingrediente nuclear del espíritu judío: sólo la
interpretación -en la tradición religiosa, el infinito trabajo de lectura de la
Escritura- redime lo icónico de la amenaza idolátrica que le es inherente.” De
acuerdo a esto Sucasas sostiene que “en Shoah,
la inmediatez del lugar visible sufre la mediación de la voz testimonial y, con
ello, la palabra libera la imagen de su estatus meramente óptico.”[15]
8.
Conclusiones:
Para concluir esta presentación no queda más que hacer una doble recomendación: ver la película Shoah y leer este extraordinario texto. Con respecto a la primer experiencia reproducimos la valoración del filósofo cuando escribe que: “El filme de Lanzmann sería, ante todo, una escuela de la visión, formadora de un sujeto capaz no sólo de ver y oír (algo que ya no va de suyo) sino de ver y de oír los límites del ver y del oír. Un espectador crítico.”[16] Y con respecto al libro de Alberto Sucasas podemos afirmar que es un lúcido planteamiento sobre la posibilidad de rescatar la razón crítica a partir de una reflexión sobre los peligros de una rememoración que se queda anclada en las ilusiones que enriquecen el mercado cultural y la industria del espectáculo.
[1] Sucasas Alberto, Shoah, El
campo fuera del campo, Cine y pensamiento en Claude Lanzmann, Encuadre
Shangrila, Madrid 2018. p. 217
[2] Mate Reyes, Memoria de
Auschwitz; Actualidad Moral y Política,
Trotta, Madrid, 2003 p.119
[3] Ibidem
[4] Sucasas Alberto, Shoah, El
campo fuera del campo, Cine y pensamiento en Claude Lanzmann, Encuadre
Shangrila, Madrid 2018. p.430
[5] Ibidem
[6] Ibidem
[7] Ibidem
[8] Ibid. 89
[9] Ibidem
[10] Ibid. 53-54
[11] LANZMANN, Claude, La tombe du divin plonger, op., cit., p.402
en Sucasas, op. cit. p. 272
[12] Ibid. p.72
[13] Ibid. 186
[14] Ibid. 214
[15] Ibid. 418
[16] Ibid. 443
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