Publicada por Editorial Redipe julio 2025. https://editorial.redipe.org/index.php/1/catalog/book/229
1.
Presentación:
A continuación,
expondremos una de las propuestas educativas más relevantes del siglo pasado:
la de un médico polaco de origen judío llamado Janusz
Korczak y que, a nuestro juicio, puede representar una opción viable para
el diseño de nuevas políticas educativas. En un espacio tan limitado
abordaremos tan solo algunos de sus aspectos y de manera muy resumida, dejando
abierta la posibilidad de seguir ahondando en esta propuesta. Lo primero que presentaremos será su
biografía, ya que es muy relevante para comprender, a cabalidad, lo que motivó su tarea como educador; después
recuperaremos sus propuestas y métodos para terminar con una reflexión sobre la
actualidad de su filosofía educativa.
Antes de
iniciar con lo anunciado nos parece que sería pertinente tener presente lo que
fue el final trágico de su vida y de su obra: el 5 de agosto 1942 fue conducido
a Treblinka, el campo de exterminio nazi en el que fue asesinado junto con los
huérfanos del ghetto de Varsovia. Cuentan que iban marchando con las cabezas en
alto, conscientes de que se dirigían a la muerte y desafiando a sus verdugos;
preparados por su maestro, enfrentaron su destino con una dignidad difícil de
aquilatar. Esta imagen, que fue narrada por varios de los sobrevivientes del
Holocausto que fueron testigos directos de los hechos, da cuenta de lo que
entendió Korczak como la responsabilidad de un educador y la confianza que los
niños y jóvenes depositaron en él.
2.
Biografía
Janusz Korczak nació en
la ciudad de Varsovia, capital de Polonia, en 1878. Su nombre original era
Henryk Goldszmit. Al parecer, tomó el seudónimo de
un personaje de una novela polaca; lo hizo pensando participar en una
competencia y considerando que con su nombre judío tenía muy pocas
posibilidades de ganar. [1]
En esa época era muy común que los judíos que ya no profesaban la religión y
buscaban integrarse a la sociedad polaca se cambiaran el nombre para ser
aceptados por la mayoría cristiana. Su abuelo paterno fue médico y su padre
abogado; el primero participó en un levantamiento contra la Rusia zarista en
1838 y el segundo en la insurrección de 1864[2].
Tanto su abuelo como su padre eran liberales alejados de las tradiciones judías
y más identificados con el proyecto cultural polaco. La madre provenía también
de una familia asimilada por lo que definitivamente podemos afirmar que Henryk
o más bien Janusz, no recibió ninguna formación judía.
La situación económica
de la familia Goldszmit era muy buena ya que el padre era un abogado muy
prestigioso, pero todo cambió radicalmente en 1889 cuando Janusz tenía 11 años
y su padre falleció de trastornos mentales. La madre se vio obligada a vender la
casa y gran parte de los bienes materiales para poder sobrevivir. Ante esta
situación Janusz trabajó para apoyar a su madre y a su hermana: daba clases
particulares y durante una época trabajo de obrero en una fábrica.[3]
Desde muy joven se identificó con las ideas socialistas y se volvió miembro del
partido; vivió en hogares obreros donde sufrió, en carne propia, las carencias
e injusticias de las personas marginadas y las duras condiciones en las que
vivía la mayoría de las personas en los barrios pobres de Varsovia.
A pesar de las
dificultades económicas que atravesó, logro entrar a la facultad de medicina y
terminar como médico en el año de 1901. Es muy importante destacar que en su
actividad como educador su formación médica fue fundamental ya que, para él, el
cuidado de los niños debía contemplar siempre su salud física y mental. Esto
explica también porque se especializó como pediatra en la universidad de
Berlín. A pesar de su postura pacifista y su oposición a la Rusia zarista fue
reclutado, como médico, en la guerra de los rusos contra los japones en el año
de 1904.[4]
De vuelta a Varsovia
trabajó como médico monitor en asilos de huérfanos judíos y católicos en los
años de 1906 y 1907. Estas fueron sus primeras experiencias trabajando con
huérfanos y se volvieron determinantes en su decisión de convertirse en
educador y, particularmente, de atender a los más necesitados. En 1911 se
vinculó con la “Sociedad de Asistencia al Huérfano” y permaneció ahí
hasta el día de su muerte. El financiamiento de esta asociación provenía de la
comunidad judía de Varsovia[5].
El doctor Isaac Eliasberg lo contrató como su director y trabajo con la ayuda
de la educadora Stefania Wilczynska, quién tuvo el mismo trágico final en
Treblinka.[6]
Durante la Primera Guerra Mundial
Janusz Korczak fue movilizado nuevamente como médico de campaña. Fue,
nuevamente, una experiencia desgarradora pero que le permitió conocer y
trabajar con la educadora Maryna Falska, directora de un asilo de huérfanos en
la ciudad de Kiev.[7] Al término de la guerra y
con el apoyo de Maryna, abrió otro asilo en Varsovia, el cual llevaba llevaba
el nombre de Nuestra Casa y se encontraba en el barrio de Pruszkow; era
un sector muy pobre donde mayoritariamente vivían obreros que apoyaban
modestamente a su funcionamiento.[8]
Para poder responder a las necesidades básicas de los niños y jóvenes organizó
todo un sistema interno de trabajo y, como parte de su enfoque educativo, les
transmitía cuál era la situación para que pudieran sobrellevar sus carencias.
En este periodo de su vida y como
resultado de sus trabajos en los asilos de huérfanos, Janusz Korczak fue
reconocido como un gran educador. En 1919 se incorporó como docente al Instituto
de Pedagogía Especializada y un año más tarde a la Universidad Libre de
Varsovia.[9]
En sus clases compartía sus teorías sobre la educación, sus métodos para la
conducción de los asilos y sus reflexiones sobre el desarrollo infantil y lo
que él comprendía como la manera más adecuada de tratar a los jóvenes y
contribuir a su formación como personas y como ciudadanos. Fue una época en la
que acompañó su responsabilidad en la dirección de los asilos con su actividad
como médico al servicio del ejército polaco sin dejar a un lado la escritura de
sus libros. Además, como complemento a su labor académica y de divulgación,
participó en congresos y tenía unas horas de transmisión en un programa de
radio.
Como se ha señalado anteriormente,
Korczak se había asimilado por completo a la cultura polaca y ya no mantenía
ninguna de las tradiciones judías; sin embargo, muchos de los huérfanos de los
que se había hecho cargo en el asilo judío, habían emigrado a Palestina[10]
y lo invitaron, en un par de ocasiones, a que los visitara. Sus viajes
estuvieron motivados por cuestiones personales ya que se interesaba por el
destino de aquellos que estuvieron a su cargo, pero también pudo contribuir,
con sus teorías, a la formación de los centros educativos que se encontraban en
las comunidades conocidas como moshavim y kibutzim. Él no compartía la
ideología sionista y más bien se distanciaba de ella. En una carta escrita el
27 de enero de 1928 a una de sus conocidas menciona lo siguiente:
Estimada señora
Esther: su última carta es para mí un importante documento, que confirma lo que
he pensado con respecto a Eretz Israel [la tierra de Israel], y al
trabajo que allí se realiza.
Numerosos sueños
ingenuos e ilusiones juveniles y con ellos también dolorosas desilusiones se
hallan ligados a Eretz. Cuando se desvanezcan la exaltación, las
exclamaciones y el desasosiego, quedarán hechos reales y fríos.
Nos hemos
aclimatado en la tierra de los pinos, la nieve y la Diáspora: Tanto física como
moralmente. El experimento de anudar los dos extremos de un hilo que se ha
cortado hace dos mil años, es un asunto muy difícil. Sin embargo, resultará,
porque la historia lo reclama. ¡pero a costa de cuánto esfuerzo y martirio! […]
Como objeto de mi
trabajo he elegido al niño.
A mí no pueden
atraerme frases respecto a las extraordinarias condiciones para el niño que
reinan en Eretz Israel. No. Allí también le va mal, porque allí tampoco
lo comprenden los adultos, los ‘extraños’.[11]
Como podemos observar en esta
carta, Korczak no compartió el entusiasmo de los judíos que colonizaron
Palestina y se fueron apropiando de las tierras. Lo que más bien expresaba era
su escepticismo con respecto a los ideales de transformación que constituían
una parte central del proyecto. No veía que los niños fueran tratados de manera
distinta a como lo hacían en Polonia. A esta postura podemos agregar su
cuestionamiento con respecto al despojo que hacían los judíos de las tierras
palestinas que expresó de la siguiente manera en una carta: “me preocupa el
destino del niño árabe. El puerto de Tel Aviv significa, a pesar de todo, la
ruina del puerto de Jafa…”[12]
El 1 de septiembre de 1939 los
alemanes invadieron Polonia y con ello dio inicio la Segunda Guerra Mundial. La
ciudad de Varsovia fue bombardeada intensamente y fue tomada por el ejército el
23 de septiembre del mismo año. Korczak se puso su uniforme polaco y retomó el
programa de radio donde alentaba a la población a resistir.[13]
Los alemanes concentraron a la población judía en un sector de la ciudad que
cercaron con muros y alambres de púas; pusieron vigilantes que evitaran las
fugas y, recordando las prácticas medievales
definieron ese lugar como ghetto. La teoría racista del nacionalsocialismo
consideraba a los judíos como una raza y no como practicantes de una religión o
poseedores de una cultura por lo que, para ellos, era una condición que se
heredaba y a la que no se podía renunciar.
En ese sentido, Janusz Korczak fue recluido junto con muchos otros
polacos de origen judío que ya no se consideraban como tales.
Dentro del ghetto se destinó una
antigua fábrica de la calle Chlodna 33 y más adelante un local en las calles de
Sliska y Sienna para alojar el asilo de huérfanos que dirigió Korczak hasta que
todos fueron llevados a Treblinka el 4 de agosto de 1942.[14]
Unas semanas antes, el 18 de julio, la Casa de Huérfanos ofreció una
representación teatral del drama de Rabindranath Tagore El cartero del rey
para enseñar a los niños a aceptar la muerte con serenidad.[15]
Las últimas palabras que escribió
Janusz Korczak en su diario, el último día, aludiendo al guardia nazi que lo
vigilaba, dan cuenta de su concepción de lo que lleva a las personas a asesinar
a niños con toda naturalidad. Nos parece que es lo que años más tarde, Hanna
Arendt, analizando lo sucedido en el Holocausto, definió como la banalidad
del mal:[16]
Riego las flores. Mi
calva en la ventana (¿un blanco perfecto?
Lleva una carabina.
¿Por qué está mirando tranquilamente?
No tiene órdenes.
Tal vez en la vida
civil fuera maestro de escuela en un pueblo, tal vez notario, barrendero en
Leipzig o camarero en Colonia.
¿Qué haría si le
hiciera una señal con la cabeza? ¿Me saludaría amistosamente con la mano?
¿Y si ni siquiera
sabe las cosas como son?
Puede haber llegado
de muy lejos apenas ayer…[17]
3. La concepción de Korczak sobre los niños.
En uno de sus libros, escrito en
1925 y que se publicó con el título: Si yo volviera a ser niño[18],
encontramos el siguiente epígrafe:
Al lector adulto
Decís: Nos molesta la charla de los niños.
Tenéis razón.
Decís: Tenemos que descender hacia sus ideas.
Descender, inclinarnos, doblarnos, empequeñecernos.
Estáis equivocados. No es eso lo que nos cansa, sino el que tengamos que elevarnos hacia sus
sentimientos. Elevamos, estirarnos, ponernos de puntillas para no agraviarlos.
[19]
Estás líneas sintetizan lo que
Korczak pensaba sobre los niños;
describen también su manera de entender el trato que recibían de la
mayoría de los adultos y expresa la admiración y respeto que sentía por ellos.
Su teoría educativa partía de esta convicción profunda: que los niños tenían
los mismos derechos que los adultos y que, al ser vulnerables, debían recibir
un cuidado especial. La tarea de educador, de acuerdo con esta visión,
consistía en un acercamiento comprensivo y especializado de las virtudes
particulares de sus educandos y de un compromiso incondicional en la búsqueda
de su bienestar.
La exigencia de valorar
positivamente a los menores podría parecernos innecesaria ya que todos
parecemos asumir que es parte de un consenso social. Pero en la realidad no es
así; recordemos la afirmación que hace el filósofo Emanuel Kant cunado define
lo que es, a su entender, la Ilustración:
Ilustración
es la salida del hombre de su culpable minoría de edad. Minoría de edad es
la imposibilidad de servirse de su entendimiento sin la guía de otro. Esta
imposibilidad es culpable cuando su causa no reside en la falta de
entendimiento, sino de decisión y valor para servirse del suyo sin la guía del
otro. Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!
Tal es el lema de la Ilustración.[20]
De acuerdo con esta manera de
establecer el ideal que debe regir la conducta del ser humano a partir de la
Ilustración, la minoría de edad se asocia con la imposibilidad de servirse del
entendimiento propio y la necesidad de depender del adulto que debe decirle
cómo actuar. Unas líneas más adelante, Kant agrega: “Es muy cómodo ser menor de
edad”[21]
La razón por la que presentamos la postura de este filósofo ,contrastándola con
la propuesta educativa de Janusz Korczak y su visión sobre el lugar que la
sociedad le asigna a los niños, es para identificar cómo es que en la realidad
estamos predispuestos a considerar que los niños y jóvenes no son poseedores de
un entendimiento propio y una responsabilidad por sus decisiones. Esta postura
nos hace sentirnos superiores y nos lleva a menospreciar las opiniones y
decisiones de niños y jóvenes.
Para Korczak el educador debía
darle su lugar al educando, considerar sus opiniones y defender sus derechos;
esto significaba que lo consideraba una persona. Es importante detenerse en lo
que para él quiere decir esta postura. El trato que debía darse a cualquiera,
sin importar su edad o su condición, era de absoluto respeto lo que no
implicaba que considerara a las personas seres perfectos, sino perfectibles.
Todos, según su visión antropológica, cometemos errores, lastimamos a los
demás, mentimos, robamos o agredimos, eso es parte de nuestra manera de
conducirnos, pero también tenemos la capacidad de ser para los demás, de
compartir y ayudar, desarrollamos una disposición a vivir en comunidad y de
apoyar a los que son parte de ella. La educación, según Korczak, debe buscar la
manera de fortalecer los aspectos positivos y corregir los negativos a partir
del reconocimiento de la autonomía de los integrantes del colectivo sin
importar edad o condición.
Como veremos a continuación, la
manera de generar un ambiente en donde los individuos actúen para el bien
propio y el de los demás requería de una organización social que fomentara esta
axiología. Así fue como dirigió los asilos de huérfanos en donde los
integrantes eran parte de un colectivo organizado por un sistema de autogestión
regulado por normas que surgían de una democracia funcional que contaba con un
poder legislativo y un tribunal.
4. El parlamento de los niños.
La propuesta educativa de Korczak
buscaba integrar la teoría con la práctica y, en ese sentido, entendió que los
principios que regulan la vida en sociedad debían transmitirse por medio de su
instrumentación cotidiana. De su biografía aprendemos que fue un hombre de
principios, un demócrata socialista que entendía el bien común como el fruto de
las acciones individuales a favor de la mayoría, pero sin renunciar a los
derechos individuales. La expresión de estas convicciones en la manera de
dirigir los asilos de huérfanos fueron dos instituciones fundamentales; El
Parlamento y el Tribunal de Justicia. [22]
El Parlamento se constituía como
instancia legislativa y tenía dos cámaras: la de diputados y una Comisión de
Legislación equivalente a la de senadores. En total se elegían a 22
integrantes, 17 para la primera y 5 para la segunda, el único requisito para
postularse era saber leer y no haber sido sancionado por robo o engaño.[23]
De acuerdo con los testimonios de
aquellos que vivieron en los asilos, este Parlamento funcionaba realmente como
una instancia de gobierno y estaba muy lejos de ser tan solo una simulación.
Las resoluciones que ahí se tomaban eran acatadas por todos, incluyendo a los
educadores, trabajadores e incluso el mismo Korczak. No había ninguna limitación en cuanto a los
asuntos a tratar; se veían todos los aspectos de la vida cotidiana y todos
tenían derecho a exponer lo que les pareciera pertinente y que atendiera a sus
preocupaciones más concretas.
De los ejemplos que narran los
participantes en sus testimonios podemos aprender a qué se refería Korczak
cuando hablaba de escuchar al niño y dejarlo manifestarse libremente sin querer
manipularlo al imponerle la visión del adulto. Se establecían leyes para el
funcionamiento del asilo como distribución de recursos y tareas, programación
de horarios y procesos de selección de nuevos integrantes, pero expresadas de
distintas maneras: “El 22 de diciembre tiene por lema: ‘no conviene
levantarse’, puesto que es el día mas breve. Quien prefiera dormir y no
levantarse puede hacerlo”[24]
o regalarse un cuadro de flores a quien pele muchas papas, o regalarle
caramelos a la cocinera. [25]
Con un lenguaje cercano a los niños se nombraban “compañeros” a los recién
admitidos.[26]
La propuesta educativa de Korczak
en lo relativo a la democracia como la forma de organización social se
realizaba en la práctica cotidiana y desde un respeto absoluto a la voluntad
soberana de los participantes, en especial por ser niños.
5. Tribunal de Justicia
La enseñanza de la Ética y la Justicia
también tenía su asidero en la problemática cotidiana de los integrantes de los
asilos. Recordemos que para Korczak las personas no somos ni buenas ni malas,
ni santos ni demonios; nos comportamos de distintas maneras, buscamos hacer lo
correcto, pero en ocasiones nos equivocamos y cometemos errores o incluso le
hacemos daño a los demás. Lo importante es que podemos corregir nuestros
errores y si consideramos que hemos agraviado a otro tenemos la posibilidad de
arrepentirnos de nuestras acciones y buscar la manera de resarcir el daño
pidiendo disculpas y, en caso de no ser factible, aprender y no repetirlo. Así
es como lo entendía él y así es como buscó enseñárselo a sus educandos por
medio de la instrumentación de un tribunal de justicia.
Este tribunal de justicia, al igual
que el parlamento, se convirtió en una institución central para el
funcionamiento de los asilos estaba constituido por tres instancias: el Tribunal
de Arbitraje, el de apelación denominado Comisión Judicial y por
encima de los dos La Asamblea. El primero lo formaban cinco- niños
jueces elegidos por sus compañeros y donde un educador era el secretario;
también por elección se escogían a los miembros de la Comisión. En la
Asamblea participaban todos y Korczak era el fiscal; los acusados tenían
derecho a nombrar defensores. [27]
Los juicios se realizaban de manera pública y se regían por un código de
conducta elaborado por Korczak y aprobado por el parlamento.
6. El Código de Conducta
Estos códigos reflejan los
principios educativos de Korczak y que le permitieron la conducción de los
asilos y la formación de sus miembros. Contenían 110 artículos de los cuales
los primeros 99 disculpaban y perdonaban al ofensor, ya sea por cuestiones formales,
por razones de atenuantes o a partir de que el acusado se disculpara y
admitiera su ofensa.[28]
A continuación, algunos ejemplos de
estos artículos:
Art. 4. El tribunal
tiene la certeza de que el hecho no se repetirá y renuncia al juicio.
Art. 32. Teniendo en
cuenta que el delito fue cometido por varios, sería injusto acusar a uno solo.
Art. 52. El tribunal
perdona a A., quien no podía prever las consecuencias de su acción (no lo hizo
al propósito sino por imprudencia, por error o por olvido).
Art. 63. El tribunal
perdona a A., quien es muy iracundo, pero promete corregirse.[29]
En estos ejemplos vemos como, por
un lado, se hacen explícitos los actos y se exponen en su dimensión pública
para establecer la responsabilidad colectiva, pero, por el otro, se hace
hincapié en la posibilidad de buscar no ejercer un castigo limitándose al
reconocimiento del agravio. Lo que sucede en estos casos es que todo el
procedimiento institucional y la enunciación en el código permite que los
educandos reflexionen sobre el sentido de la convivencia en un marco regulado y
regulativo. Los aspectos punitivos ya no son necesarios porque la comprensión
de la repercusión del acto y su aceptación cumplen ya la función formativa,
tanto en lo individual, como en lo colectivo. La razón por la que se presentaba
una lista tan extensa de artículos tenía como finalidad el mostrar lo complejo
y diverso de la conducta humana y lo común de este tipo de situaciones en la
convivencia, precisamente para darles su justa dimensión.
Korczak comprendía que había
acciones que debían ser sancionadas por medio de castigos que sí tuvieran
aplicación porque de otra manera las víctimas no recibían justicia y eran
doblemente victimizadas por lo que instituyó, en los diez artículos restantes
del código, la manera de hacer justicia, pero para seguir resaltando lo común
de estas acciones las designo en centenas.[30]
Las acciones que se castigaban en estos artículos se referían a daños físicos a
los compañeros y ameritaban expulsión temporal y, en casos muy extremos o
reiterativos, definitiva. Uno de los elementos que se consideraba un castigo
muy severo era la publicación de la sentencia en un pizarrón[31]
para que fuese de conocimiento público, ya que para el educador era fundamental
que todos comprendieran que su falta afectaba a toda la comunidad ante la cual
tenía que dar explicaciones.
En uno de sus libros, Korczak
aclara el porqué de la importancia de un tribunal y un código de conducta de la
siguiente manera:
Un tribunal no
es la justicia, pero hacer reinar la justicia debe constituir su principal
preocupación; un tribunal tal vez no sea la verdad, pero la verdad es aquello a
lo que más se aspira. […]
El tribunal se
ocupa del respeto por las personas. Los hombres viven juntos sin ser iguales.
El grande junto al pequeño, el fuerte junto al débil, el bueno junto al menos
bueno, el alegre junto al triste. Uno está siempre bien, al otro siempre le
duele algo. El tribunal se ocupa de que el grande no maltrate al pequeño y de
que el pequeño no importune al grande; de que uno listo no explote a uno torpe;
de que un bromista no le haga bromas de mal gusto al que no tiene ganas de
bromear; de que un iracundo no busque pelea en todo momento; pero también de
que los otros tampoco provoquen inútilmente. [32]
7. Actualidad de su propuesta educativa
A manera de conclusión y
conscientes de lo limitado de una exposición tan breve, dejaremos apuntados
algunos aspectos que podrían enriquecer nuestros enfoques en materia educativa
y en particular lo relativo a ideales como: <<fomento
al pensamiento crítico>>,
<<desarrollo
de la autonomía>>
, <<formación
Ética>>,
<<impulso
al trabajo colaborativo>>,
<<educación
cívica>>,
por mencionar algunos de los más relevantes.
Lo que podemos recoger de las
teorías y prácticas de Janusz Korczak se podría definir, de manera esquemática,
en dos aspectos convergentes: su visión de la manera de entender al niño y cómo
debe comprenderse la educación. Lo primero que contrasta con la manera actual
de entender y tratar a los “menores de edad” es la de considerarlos personas
con plenas capacidades de entendimiento pero que son poseedores de una manera
especial de interpretar la realidad, lo que exige del educador una disposición
especial a ponerse a la altura de esta cualidad. Con respecto a lo segundo, y
como hemos expuesto anteriormente, se educa por medio de prácticas, no solo por
transmisión ideas. La convergencia de estas dos visiones se tradujo en
cuestiones muy concretas como: Parlamentos, tribunales de justicia
y códigos de conducta.
Para que una persona desarrolle un
pensamiento crítico se requiere de una constante confrontación de sus emociones
y pensamientos con la de los otros y con las situaciones concretas en las que
vive. La autonomía sólo puede presentarse en el ejercicio pleno de una voluntad
libre que se responsabiliza por sus actos y asume lo que estos implican. La
Ética no se trasmite como un dictado de principios que deba memorizarse o
incluso reflexionarse sino a partir de la organización de la vida cotidiana con
un sistema normativo que regule la interacción con los demás a partir de
principios que se piensan, pero también se aplican. El trabajo colaborativo se
enseña trabajando, la justicia con la constitución de un tribunal accesible a
todos y la democracia organizando un parlamente que legisle.
Lo que nos demostró Janusz Korczak
en la manera en la que dirigió los asilos de huérfanos, fue que los niños y los
jóvenes son personas que tienen toda la capacidad de vivir en comunidad,
trabajar por el bien común, reconocer sus diferencias y corregir sus faltas a
partir de una legislación gestionada por ellos mismos y vigilada por un
tribunal en el que también participaban. Parecería una utopía irrealizable en
nuestros días y de imposible instrumentación en nuestro sistema educativo. No
se trata de copiar sino de aprender y actualizar, pero lo más importante es
valorar, críticamente, los principios humanistas y educativos que este sencillo
educador nos dejó como legado. Una
educación así podría, tal vez, evitar que personas inocentes terminen
abruptamente sus vidas asesinadas por una ideología que se jacte de hacerlo a
nombre del progreso.
14 de
mayo de 2025
Este escrito responde a la adaptación por escrito de
una conferencia pronunciada el 14 de mayo de 2025 en el Congreso titulado Congreso
Internacional Educar para Ser, organizado por la Red Iberoamericana
de Pedagogía RADIPE. Quiero agradecer a la Dra. Rosa Martha Gutiérrez Rodríguez
por haberme invitado a presentar esta ponencia y por permitirme publicarla.
[1] Bruno Bettelheim, A Tale for Our Time Reflections
& Recollection, https://archive.org/details/JanuszKorczak-ATaleForOurTime/mode/2up?view=theater.
[2] Rubén Naranjo, Janusz Korczak, maestro de la
humanidad, Editorial Milá, Buenos Aires, 2001. p.37.
[5] Ibid. p.44
[6] Ibid. p.45
[8] Ibid. p.49
[9] Ibid. p.50
[10] Nos parece pertinente
aclarar que antes de 1948 el territorio donde hoy se encuentran el Estado de
Israel y el de Palestina estaban bajo el mandato británico. Por esta razón, el
hablar de Palestina en esa época, por lo general hace referencia también a la
colonia judía y no sólo a la palestina.
[11] Paola Apenszlak, Una
luz en las tinieblas. Buenos Aires, Candelabro, 1963, págs. 167-168.
En Rubén Naranjo, op. cit. pp. 54-55
[12] Hanna Mortkowicz -
Olczakowa, Janusz Korczak, Maestro y mártir, Buenos Aires, ICUF,1968,
págs. 65. En Rubén Naranjo, op. cit. p. 57
[13] Naranjo, op. cit. p.
64
[14] Janusz Korczak, Diario del gueto y otros
escritos, Traducción del polaco por Jerzy Slawomirski y Anna Rubió
Rodón, Seix Barral, Barcelona, 2018. pp. 339-340
[15] Ibidem.
[16] Arendt Hannah, Eichmann, en Jerusalén; Estudio
sobre la Banalidad del Mal, traducción de Carlos Ribalta, Editorial Lumen,
Barcelona 1999 (segunda edición) Publicado en inglés en 1963.
[17] Janusz Korczak, Diario
del gueto y otros escritos, op. cit. 151
[18] Janusz Korczak, Si yo volviera a ser niño,
Traducción directa del original polaco por Esthrer Goldwag, Cause, Buenos
Aires, 1954.
[19] Ibid. p. 18
[20] Kant Immanuel, Respuesta
a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? en: En defensa de la Ilustración,
Traducción Javier Alcoriza y Antonio Lastra, Alba Editorial, Barcelona,
1999. pp.63-71. p.63
[21] Ibidem
[22] Naranjo, op. cit. p.
96
[24] Ibid. p.97
[25] Ibidem.
[26] Ibid.96
[27] Ibid. 99
[28] Ibid.100
[29] Ibid. pp. 100-101
[30] Ibid. p. 100
[31] Ibidem
[32] Janusz Korczak, Cómo amar a un niño,
en: Naranjo, op. cit. p.106
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