Si de justicia se pudiese hablar en el
peculiar proceder del mundo intelectual, el premio y la publicación del trabajo
de Alberto Sucasas titulado: La Shoah en Lévinas: Un eco inaudible
debería entenderse como un acto de esta naturaleza. El ayuntamiento de Bilbao
en España le ha otorgado el XV Premio Internacional de Ensayo Miguel de
Unamuno 2014 y la editorial Devenir El Otro lo ha publicado. Es un
reconocimiento a la trayectoria de uno de los representantes más
destacados de la filosofía española
contemporánea y a su contribución en el ámbito de pensamiento y la educación.[2]
Para el lector del libro estas palabras
podrían resultar sospechosas ya que el autor, en su dedicatoria, ha dejado muy
claro que existe un lazo afectivo con el que escribe: “A Ricardo Forster y
Mauricio Pilatowsky, desde la amistad y la complicidad intelectual.”[3]
Sin embargo desde la mirada crítica que uno le debe al que no sólo aprecia sino que además respeta, se puede reconocer
el alcance del pensador que no compite con el amigo; en este mismo tenor
algunas palabras sobre el autor.
En 1992 se doctoró en la Universidad de
Santiago de Compostela con una tesis titulada E. Lévinas: Judaísmo y filosofía
y desde entonces ha escrito varios libros entre los que destacan El
rostro y el texto: La unidad de ética y hermenéutica (2001); Memoria de
la Ley: Ensayos sobre pensamiento judío (2004); Levinas: lectura de un
palimpsesto (2006) y Celebración de la alteridad: Cinco ensayos
levinasianos (2014). Su interés por la obra de Lévinas es más que evidente
lo mismo que su contribución en la tarea hermenéutica, no sería para nada una
exageración el afirmar que es uno de los especialistas a nivel internacional
del pensamiento levinasiano.
En el
prólogo del libro Sucasas nos cuenta cuál fue la motivación para escribirlo.
“Este texto nació de un sentimiento de deuda: en aproximaciones anteriores a
Lévinas, me empeñé en tematizar el papel fundante de lo judío en su
pensamiento, pero apenas abordé el influjo específico de la Shoah. Con toda
razón, me lo recordaba Reyes Mate en el
prólogo a Levinas: lectura de un palimpsesto.”[4]
Para comprender esta aclaración es pertinente detenernos en otro aspecto de la
trayectoria intelectual del autor: su participación en el seminario de la Filosofía
después del Holocausto que fundó y dirigió el filósofo Reyes Mate en el Instituto
de Filosofía del CSIC en Madrid España. En este proyecto participaron investigadores de varios países respondiendo
a una convocatoria que su fundador explica de la siguiente manera en un libro
colectivo donde Sucasas aparece como autor y a quien se le confía su cuidado:
El
genocidio nazi no es un hecho más de la historia contemporánea, sino que, aunque
la polémica (no solo historiográfica) sobre su unicidad siga abierta,
constituye un acontecimiento determinante que parece dividir, con la violencia
de una brutalidad sin límites, la historia en dos mitades: antes y después
de Auschwitz. Nada queda intacto, nada debe quedar intacto, tras el seísmo,
cuya onda expansiva se expresa en el espanto y la indignación de quienes, sin
haberlo vivido, tenemos noticias de él.[5]
El “sentimiento de adeudo” al que debemos
este ensayo se inscribe en lo que Reyes Mate ha definido a grandes rasgos
como “memoria de Auschwitz.”[6]
Para los asistentes al seminario la reflexión sobre lo sucedido en Europa a
mediados del siglo pasado no sólo tiene una importancia para el conocimiento
sino también contiene cargas de índole moral, de ahí que se desprenda un
término muy utilizado en ese ámbito: el deber de memoria. Escribir un
ensayo para saldar un compromiso y como un acto de reparación no es poca cosa y
más aún si el tema del libro tiene que ver con un autor que considera que la
“responsabilidad funda la vocación ética de la subjetividad.”[7]
Para comprender mejor a qué tipo de adeudo se refiere el filósofo gallego
veamos lo que le escribió Reyes Mate en el prólogo aludido:
Sucasas va dejando a lo largo de su escrito
huellas suficientes que avalan la importancia que daba Levinas al holocausto
judío. Lo que hay que preguntarse es su lugar en la filosofía de Levinas. Es un
lugar importante, sin duda; claro que podemos interpretar esa importancia de
dos maneras muy distintas: a) como un acontecimiento que expresa de modo
químicamente puro la violencia latente en la racionalidad occidental o en la
modernidad; b) como algo impensable, inimaginable para el pensamiento
occidental; algo, por tanto, que se ha producido al margen de él y que hay que
tomar como un punto absoluto, como la referencia de todo pensar.
Así como Emil Fackenheim
representa el segundo punto de vista, Levinas se inscribe entre los primeros.[8]
Lo que el prologuista le señala al autor es
que hay dos formas distintas de abordar el Holocausto: como un suceso más en la
historia de Occidente o como un punto de
inflexión, un antes y después para el pensamiento; además coloca a
Lévinas en el primero de los grupos y con ello lo ubica entre los pensadores
que no comparten las premisas que inspiran a los participantes del seminario.
Este señalamiento alcanza también a Sucasas ya que su dedicación al estudio de
Lévinas no parece abonar a la tesis central de la convocatoria madrileña, de
ahí que la pregunta por el lugar que ocupó la Shoah en el filósofo lituano sea
también un cuestionamiento por su propio involucramiento: el arrancarle la
confesión a Lévinas es una manera de aclarar su pertenencia. Este es el reto
que inspira este lúcido ensayo, el de hacer hablar a un pensador obstinado en
guardar silencio, el de resignificar la omisión confiriéndole un sentido
opuesto es decir el de un clamor que denuncia desde lo que no dice:
Esa
será la hipótesis de lectura que pondrá a prueba lo que sigue. La convicción de
fondo puede enunciarse así: la escritura de Lévinas solo puede ser
adecuadamente encarada si, junto a lo que expresamente dice, se atiende
también a lo que tan solo sugiere, sin nunca enunciarlo plenamente. Estaríamos
ante una lengua filosófica que contiene, bajo la superficie de lo dicho, una
presencia encriptada, un secreto que se resiste a proferir... pero que no deja
de musitar. [9]
Lo que el autor nos dice es que todas las
interpretaciones que se han hecho hasta ahora y que entienden el silencio
filosófico[10]
de Lévinas con respecto a la Shoah como un distanciamiento no han sabido
escuchar el “eco inaudible” de aquello que está encriptado; sostiene que a partir de ciertas claves
hermenéuticas él ha podido descifrar el corpus levinasiano de la posguerra y que “la ruptura de Lévinas con, para
decirlo con sus propias palabras, «la filosofía que nos ha sido transmitida»
responde al designio de repensar, desde la atrocidad concentracionaria, una humana
conditio de cuya consistencia forma parte la posible perpetración de lo
inhumano.”[11]
Esta ruptura de la que habla el filósofo lituano convierte la dialéctica
lenguaje-silencio en una suerte de paradoja irreconciliable:
En
el trasfondo de esa meditación debió jugar un papel preponderante uno de los
legados decisivos de lo acontecido en los campos de exterminio: nos referimos a
la tensión entre la tentación del silencio (la barbarie perpetrada condenaría
el lenguaje, impotente para hacerse cargo del acontecimiento, a la irrisión,
induciendo al mutismo, a la afasia voluntaria) y el imperativo de oponer la
palabra al silencio de lo inhumano (guardar silencio sobre Auschwitz
equivaldría a perpetuar el designio genocida, o sea, contribuir a la expansión
de la inhumanidad).[12]
Es momento de detenerse y no estropearle al
lector el interés por el libro; no le contaremos cómo consigue Sucasas
responder a este reto, lo que sí podemos adelantar es que no escatima esfuerzos
y despliega todo su arsenal
hermenéutico. En su tarea nos demuestra sus conocimientos filosóficos, su
erudición en lo concerniente al judaísmo y la profundidad con la que explora la
obra y la vida del filósofo lituano. En un lenguaje filosófico de matriz
castellana fluyen términos, expresiones y metáforas que arropan al lector en
esta compleja travesía, nos hace sentir la seguridad de tenerlo como guía. Lo
cierto es que Lévinas escribió en francés y las referencias judías nos hablan
desde el hebreo, esto no parece ser un impedimento para la comprensión de las
posturas levinasianas y esto se lo debemos a otra de las virtudes del filósofo
gallego: la de traductor.[13]
De vuelta a
los argumentos del libro podríamos decir que Sucasas no le acepta a Lévinas su aparente
omisión en el tratamiento de la Shoah y para hacerlo hablar desde su silencio
lo confronta con su propia propuesta radical sobre la responsabilidad; y no se
detiene ahí, va más allá y le recuerda que fue un sobreviviente y por lo mismo
lo sube al estrado a declarar como testigo:[14]
Nuestra
hipótesis es la siguiente: el tratamiento levinasiano de la intersubjetividad
encierra, junto a su rendimiento conceptual y sus raíces en la tradición
religiosa del judaísmo, un momento de esa ética de la memoria que la Shoah
reclama: el superviviente, abrumado por el recuerdo de la barbarie perpetrada y
urgido a contraer su responsabilidad, es el Mismo obligado para con el Otro que
representa la masa de exterminados.[15]
La interpelación surte efecto, al colocar al
sobreviviente ante su propia responsabilidad infinita el silencio se
vuelve elocuente y entonces, gracias y por medio del intérprete, se escucha el
eco inaudible. Lo que sucede con este interrogatorio es que el testigo se
convierte en inculpado y su testimonio una defensa. Por la pluma de Sucasas
Lévinas nos explica el profundo significado de su silencio y cómo éste es la
única expresión que desde lo imposible puede responder al genocidio. En la
Shoah se han radicalizado las cosas a extremos que parecen fracturar la
condición humana de forma irremediable. La sublimación del sufrimiento de las
víctimas que caracterizó la narrativa diaspórica judía y que ocupó y determinó
el pensamiento levinasiano parece ya insostenible frente al exterminio en las cámaras de gas. La imagen de los miles de seres humanos
desfilando indefensos como corderos al matadero persigue al filósofo
Lituano, de ahí que en el texto Amar a la Torá más que a Dios[16] defienda la postura de los
miembros de la resistencia judía del Gueto de Varsovia que se levantaron en
armas contra los nazis. [17]
Sucasas no muestra ninguna compasión
levinasiana con el lituano y arremete en su interrogatorio; ahora es el turno
de examinar sus propuestas sobre la humanización del victimario a partir de una
fórmula de arrepentimiento, expiación y perdón que no parece sostenerse frente
a las atrocidades de Auschwitz. El autor no tiene consideraciones con su
testigo y no le permite evadir su responsabilidad. ¿No es acaso su increpado el
adalid de la responsabilidad por el otro? “Queda por dar el paso decisivo: en
uno de esos gestos hiperbólicos que parecen situar el extremismo ético más allá
de los límites de cualquier racionalidad práctica, la pasividad de la
persecución obliga al perseguido a responsabilizarse de la persecución que
sufre; el yo es responsable de su perseguidor, la víctima ha de hacerse cargo
de la acción del victimario.”[18]
Esta postura a la que conduce la filosofía de Lévinas se complica aún más ya
que la mayoría de las víctimas han sido exterminadas, ya no pueden hacerse
responsables de sus victimarios, solo quedan algunos sobrevivientes. Ante esto,
Lévinas no tiene otra salida, debe asumir su responsabilidad por el crimen
cometido: “En tanto que rehén del Otro que le persigue, la víctima debe expiar
la propia violencia que sufre. Extraditado, el yo ético hace donación a su
verdugo del propio sufrimiento.”[19]
Es entonces cuando se puede escuchar la voz
silente del sobreviviente que asume “el mandato de testimoniar en nombre de
millones de muertos.”[20]
Y aunque Sucasas no lo dice de esa manera, lo que no puede eludirse con
facilidad es la carga que le imprime el sentimiento de adeudo a este eco
inaudible, culpa por sobrevivir y también por haber reivindicado una apología
del sufrimiento que le parece dar un sentido a su exterminio en la
santificación del sacrificio; culpa también por pedirle a esos millones de
hermanos cremados que le vean el rostro humano a sus verdugos. Desde ese
profundo sentimiento de adeudo, según el autor, Lévinas se transforma
radicalmente y sin decirlo en forma explícita le da un vuelco a su pensamiento.
Al final del libro nos encontramos con un
epílogo que según nos advierte el autor responde a que “cuando las páginas
precedentes ya estaban concluidas, se publicó, a finales del año 2013, el
tercer volumen de la edición francesa de las obras completas de Lévinas.”[21]
Esta parece ser la única justificación para su incorporación, el mismo Sucasas
comenta “que, en lo esencial, no obligan [estas páginas] a reconsiderar ninguna
de las tesis principales expuestas en el cuerpo del texto.”[22]
Al parecer nos encontramos más con un anexo
que con un epílogo y de primera instancia surge una confusión, ya no
parece haber una conclusión, un resumen o una última palabra; pasamos de la
intriga, el interrogatorio y el confesionario a otro tema que, sin dejar de ser
importante, no parece tener una relación directa con lo anterior aunque su
relación indirecta le parece justificación suficiente para su inclusión. “La
erótica levinasiana es parte esencial de su programa ético-metafísico; en
realidad, vía de acceso a la heterología. Por tanto su elucidación nunca
debiera perder de vista el vínculo que mantiene, aunque sea indirecto, con la
reacción ante la catástrofe civilizatoria que la guerra trajo consigo.” [23]
Esta afirmación del autor queda como una
invitación que no recibe mayor tratamiento;
Eros y Tánatos son
pulsiones que asocia con la Shoah y que a su entender son parte integral del
pensamiento levinasiano:
La elucidación levinasiana de lo erótico
ofrece un buen ejemplo de su metódica de la constelación conceptual. No es
posible aprehender la sustancia amorosa mediante una sola noción, en la que se
concentrase la integridad de su sentido; es necesario elaborar un conjunto
articulado de ideas de cuya recíproca interacción brote el sentido buscado:
caricia, carne, misterio, pudor, virginidad, voluptuosidad y paternidad.[24]
¿Qué habrá querido decirnos Sucasas al
colocar como epílogo una aproximación al tratamiento levinasiano del erotismo y
al vincularlo indirectamente con la postura de Lévinas con la Shoah? ¿Qué
relación existe entre las pulsiones de vida y de muerte con el sentimiento de
adeudo del sobreviviente y de su intérprete? Por supuesto que no hay una
respuesta en el texto, no olvidemos que nos habla desde un eco inaudible que
Sucasas hace suyo y consigue transmitir sin traicionar el pacto de silencio sin
el cual no tendría sentido la filosofía.
Para los lectores de habla hispana que
buscan compenetrarse con el pensamiento
de Lévinas y que se interesan por la memoria del Holocausto este libro de
Alberto Sucasas es imprescindible. Al descifrar la obra del filósofo a partir
de su confrontación con la realidad que le tocó vivir nos enseña que el
pensamiento y la escritura reposan sobre ese silencio que convierte la lectura
en un gozo irrenunciable.
[1] Alberto Sucasas, La Shoah en Lévinas: Un
eco inaudible, XV Premio Internacional de Ensayo Miguel de Unamuno 2014 del
Ayuntamiento de Bilbao, Devenir el Otro, Madrid, 2015.
[2] Alberto Sucasas se ha
dedicado toda su vida a la enseñanza de la filosofía en el nivel medio superior
y en el superior.
[3] Alberto Sucasas, La Shoah en Lévinas: Un
eco inaudible, XV Premio Internacional de Ensayo Miguel de Unamuno 2014 del
Ayuntamiento de Bilbao, Devenir el Otro, Madrid, 2015. p. 7.
[4] Ibid.,
p.16. Más adelante citaremos este comentario de Reyes Mate.
[5] Reyes Mate , “Introducción” en,
La Filosofía después del Holocausto; Edición Confiada al Cuidado de
Alberto Sucasas, Riopiedras Ediciones, Barcelona 2002. pp.11- 20, p.12.
[8] R. Mate, prólogo
en: A. Sucasas, Levinas:
lectura de un palimpsesto, Prologo de Reyes Mate, Ediciones Lilmod, Buenos Aires,
2006. p. 17-18.
[9] A. Sucasas, op.cit., p.
51.
[10] Con este término
recuperamos la distinción hecha por Reyes Mate. Lévinas sí habla del Holocausto pero según él no lo llevó a un
replanteamiento de su filosofía.
[11] A. Sucasas, op .cit., p.
88.
[12] Ibid., pp. 38-39.
[13] Entre sus traducciones
tenemos: Paul Giniewski, Simone
Weil y el judaísmo, (1999); Paul Ricoeur, De Otro modo; Lectura de De
Otro modo de ser o más allá de la esencia de Emmanuel Lévinas,1999;
François Jullien, La propensión de las cosas: Para una historia de la eficacia
en China Presentación de Reyes Mate(2000); Élie Benamozegh, Israel y la humanidad,(2003); Élie Benamozegh,
Moral judía y moral
cristiana,
(2006); Pierre Bouretz; Testigos del
Futuro, Filosofía y mesianismo (2012).
[14] Como lo indica el autor,
Lévinas estuvo preso en un campo de prisioneros y no en uno de concentración y
aunque fue una experiencia muy dura no o fue al extremo de lo que
experimentaron sus familiares y amigos. El tema de valor epistemológico de los
testimonios ha sido abordado por varios de los integrantes del proyecto de la Filosofía
después del Holocausto ya mencionado.
[15] Sucasas. op. cit.
p. 54
[16] Lévinas Emmanuel, Amar a la Torá más que a
Dios, en Kolitz Zvi, Iosl Rákover
Habla a Dios, Traducido del francés por Alejandro Katz, Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires 1998. págs. 79-85
[17] En este texto, que
también cita Sucasas, Levinas analiza un relato ficticio en el que un
combatiente de la resistencia del Gueto de Varsovia habla con Dios antes de
morir y le confiesa, entre otras cosas, que ha disfrutado el matar a los alemanes.
Aunque ese levantamiento terminó sin mayores efectos en la guerra o en la
suerte de los judíos y para nada representó la actitud de los millones de
víctimas, se volvió emblemático para el nacionalismo judío que cuestiona el que
los judíos no hayan presentado resistencia.
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