Mauricio Pilatowsky
Se publicó en el Libro: SUCASAS, Alberto y TAUB, Emmanuel (Editores). Pensamiento judío contemporáneo, Buenos Aires: Lilmod-Prometeo, 2015 (ISBN: 978-987-574-679-4).
1. Presentación
El
tema de la relación de Freud con el judaísmo ha sido tratado por diversos
autores desde múltiples perspectivas; frente a esta situación nos pareció
propicio definir los alcances de esta modesta contribución. No es nuestra
pretensión hacer un recuento o compendio de este vasto universo de posturas; el
espacio no lo permite. Lo que ofrecemos es una revisión de algunos de los
elementos más importantes de este debate.
En líneas muy generales lo que se preguntan
algunos de los lectores de Freud es el lugar que ocupó el judaísmo para él y,
siguiendo en esta misma dirección, la influencia de la tradición en la
configuración del psicoanálisis. Uno de los debates más enriquecedores en los
que se trató este tema[1] tuvo
como protagonistas a Yosef Hayim Yerushalmi y a Jacques Derrida.[2] Más
adelante recuperaremos algunos aspectos de este intercambio, a manera de
introducción comenzaremos por señalar que el texto de Freud que ambos tomaron
como referencia fue el último de sus escritos: Moisés y la
religión monoteísta. El fundador del psicoanálisis abre esta obra con una
afirmación desconcertante y de alguna manera enigmática:
Quitarle a un pueblo el
hombre a quien honra como al más grande de sus hijos no es algo que se emprenda
con gusto o a la ligera, y menos todavía si uno mismo pertenece a ese pueblo.
Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la verdad en beneficio de unos
presuntos intereses nacionales, tanto menos cuando del esclarecimiento de un
estado de cosas se pueda esperar ganancia para nuestra intelección.[3]
En este
estudio, que comienza en 1932 y que se fue presentando por partes hasta su
publicación final en 1939, Freud sostiene que Moisés no era judío sino más bien
egipcio.[4]
Lo escribió al final de su vida, ya muy enfermo y en un momento en el que el
antisemitismo se estaba constituyendo como una ideología de estado hasta
desembocar en el nazismo y el exterminio de millones de judíos.
Por lo que el autor afirmaba, estaba
perfectamente consciente de la repercusión que tendría su investigación en el
ánimo de una minoría que en esos momentos estaba siendo perseguida; entendía
también que sería muy difícil mantener una identificación con este colectivo
después de haber rechazado el elemento estructural de su narrativa identitaria,
y sin embargo se define a sí mismo como perteneciente a ese pueblo. La
justificación que presenta no es fácil de entender; nos habla de privilegiar la
verdad por encima de los intereses nacionales y al mismo tiempo nos da a
entender que sus hallazgos, que presentan la narrativa judía como un mito, no
lo llevan a renunciar a su identificación con los hebreos.
Lo que
Freud nos dice al final de su vida y como corolario de sus investigaciones en
el campo del psicoanálisis podría presentarse de la siguiente manera: el
sustento de lo que se entiende como identidad judía es imaginario, esta
conclusión afecta a los miembros de esta colectividad que están siendo perseguidos,
y a pesar de ello se siente parte de este pueblo pero no por eso está dispuesto
a renunciar a la verdad. Lo enigmático es que si sus estudios evidencian que no
hay un sustento real para la identificación colectiva, ¿cómo, y a partir de qué
elementos se sintió judío al final de su vida?
En este
ensayo buscaremos claves que nos permitan acercarnos lo más posible a la respuesta
de este cuestionamiento. En la misma exposición que hace Freud nos ofrece una
pista que podría orientarnos, en ella encontramos que hay más de una voz. Primero
habla el detractor de la tradición, aquél que le quita al colectivo su base
identitaria, después se traslada al otro extremo y se identifica con el
colectivo agraviado y por último aparece la voz del hombre universal, aquél que
puede distanciarse de los intereses sectarios y buscar una marco general donde
reina la verdad.
No es
fácil distinguir cada una de estas posiciones que se encuentran a lo largo de
toda su obra y también en sus cartas. Para comprender al hombre Sigmund Freud
en el contexto que le toco vivir sería necesario utilizar las herramientas de Freud
el científico ya que es lo que él mismo se propuso desde el inicio. Para
abordar el tema trazaremos varios planos de análisis, comenzaremos por ubicar
al autor en el contexto histórico y biográfico, luego recuperaremos algunos de
los elementos de su teoría que nos ayuden a comprender su aproximación al
judaísmo para entrar de lleno a este aspecto desde dos aproximaciones; su
estudio del judaísmo como expresión de la cultura y su análisis de su relación
personal con su propio judaísmo. Para finalizar buscaremos responder, aunque
sea parcialmente, a la cuestión que nos convoca: la relación de Sigmund Freud
con el judaísmo.
2.
Contexto
histórico
Las « coordenadas »
biográficas de Sigmund Freud lo ubican en un determinado espacio cultural y en
un momento de la historia europea en la que el « ser
judío » tenía un significado existencial particularmente
relevante. Con la finalidad de exponer lo más claramente posible esta situación
trazaremos primero el contexto general para luego pasar a los aspectos
singulares de la vida del autor. Él mismo nos relata lo siguiente:
“Nací el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia, un
pequeño poblado de lo que hoy es Checoslovaquia. Mis padres eran judíos, y yo
lo he seguido siendo. Acerca de mi familia paterna creo que durante una larga
época vivió junto al Rin” […] “en el siglo XIV o en el XV huyó hacia el Este a
causa de una persecución de los judíos, y luego, en el curso del siglo XIX,
emprendió la migración de regreso a Lituania, pasando por Galitzia, hasta
instalarse en la Austria alemana.”[5]
El fundador del psicoanálisis falleció en
Londres en 1939 después de haber podido escapar de la Austria nazi en 1938,
vivió 83 años, la mayoría de ellos en Viena en un periodo en el que la
desintegración del Imperio austrohúngaro se acompañó de dos guerras mundiales y
de las expresiones más violentas del nacionalismo europeo. Se podría decir que
nació en el momento y en el lugar en el que el feudalismo agonizaba mientras
que el totalitarismo apenas se estaba incubando. En esta transición el
antisemitismo fue uno de los componentes centrales, fue tan importante que
podríamos afirmar que para un judío, por más apartado que estuviera de sus
tradiciones, no había forma de evadirse de la señalización; « ser
judío » no era una elección, era una condición de la que no
se podía escapar.
2.1.
La Emancipación Ilustrada
La
situación de los judíos en el Imperio austrohúngaro en la época en la que vivió
Freud se debe entender como parte del proceso que siguió a la Ilustración.[6]
Muy someramente debemos recordar que durante los dos milenios que van de la
expulsión de los judíos de su entidad nacional en Palestina a la llamada « Emancipación
Ilustrada », la convivencia entre judíos y
cristianos estuvo determinada por la segregación. Los cristianos consideraban a
los judíos responsables de la muerte de Cristo y de negarse a reconocerlo como el
Mesías anunciado, por lo que no les
permitieron integrarse a la vida económica, política y social.[7]
Por
su lado, los judíos explicaron su exilio como una prueba divina a la que fueron
sometidos para expiar sus pecados y se organizaron viviendo en los centros
urbanos en zonas de exclusión conocidas como ghettos.[8]
Las actividades económicas que les fueron permitidas fueron el comercio, la
usura, algunos servicios que podían ejercer al interior de la comunidad y en
ocasiones el cobro de impuestos para los gobernantes que les permitían vivir
bajo se tutela.
A finales del siglo XVIII, como parte de las trasformaciones que se
generaron cuando la burguesía fue desplazando políticamente a los
representantes y las instituciones del « viejo régimen feudal », cambió
radicalmente la situación de los judíos en Europa. Esta transformación se
reflejó en una resignificación del sistema de privilegios y exclusiones
medievales. Fue Napoleón quien instrumentó el cambio;[9]
convocó a una simulación de parlamento judío llamado « Gran Sanedrín » en París, en
febrero de 1807 a la que acudieron rabinos de muchas partes de Europa. Lo que se
determinó en ese evento tuvo una repercusión en la mayoría de los judíos de la
Europa central;[10] a
grandes rasgos se podría decir que los judíos tuvieron que renunciar a su
autonomía civil, política y comercial, se comprometieron a desmantelar sus
instituciones comunitarias por lo cual se vieron forzados a romper con sus
ordenanzas religiosas.[11]
El
rompimiento de las estructuras medievales judías no fue correspondido con una
apertura en la sociedad cristiana. A pesar de los discursos ilustrados la
mayoría de las restricciones en todos los ámbitos de la vida continuaron y su
apertura fue muy lenta e insuficiente; a los judíos no se les permitió el libre
desplazamiento, ni se les contrató en los puestos de gobierno, se les fue
admitiendo muy lentamente en las universidades.[12]
Muchos judíos optaron por su conversión al cristianismo, ésta era una de las
mejores maneras de romper el « cerco » de la nueva forma de exclusión ilustrada, situación que fue bien vista por
algunos sectores de la sociedad cristiana ya que remitía a la idea
evangelizadora. « Para muchos cristianos, [...] la
emancipación de los judíos no era considerada por ellos como la fase final de
un proceso, sino como el primer paso hacia el bautismo de los obstinados, que
debía ser la única rúbrica definitiva de su total asimilación a la sociedad
circundante. »[13]
Esta respuesta masiva ante la
dialéctica negativa que produjo la « emancipación » generó una nueva fórmula de
exclusión donde los aspectos religiosos pasaron a un segundo plano. Para
amplios sectores de la sociedad cristiana la conversión no eliminaba el
judaísmo; es aquí en donde surge el aspecto racista en términos modernos. « Los judíos habían podido escapar del judaísmo
mediante la conversión; de la judeidad no había escape. Además, un delito
tropieza con el castigo; un vicio sólo puede ser exterminado. »[14] Arendt nos explica cómo se buscaron
explicaciones pseudocientíficas para mantener la segregación; frente a esta
situación la conversión religiosa no era una solución lo cual explica el surgimiento
de otras respuestas como el Sionismo,[15]
la Ortodoxia judía[16]
y la proliferación de científicos y pensadores de origen judío que buscaran
nuevas fórmulas de convivencia; en este último grupo podemos ubicar a Freud.
En cada
uno de los países de Europa la Ilustración llegó de distinta manera lo mismo
que la dialéctica « emancipación- exclusión » con respecto a los judíos. Para abordar el tema que nos convoca nos limitaremos
al caso del Imperio austrohúngaro particularmente a lo que vivió Freud en la ciudad
de Viena.
2.2. La Viena
de Freud
Austria, Budapest y Praga eran las ciudades más
importantes del Imperio austrohúngaro que, a mediados del siglo XIX, ocupaba un
vasto territorio de Europa Central. « El levantamiento de 1848
llevó al trono imperial a Francisco José, que sólo contaba dieciocho años de
edad; »[17] la política del joven emperador con respecto al movimiento emancipatorio
de los judíos inspirado en las ideas ilustradas fue tolerante aunque tuvo
distintos momentos. « Apenas en 1848 los judíos fueron agraciados con la
emancipación total, que por cierto les volvería ser retirada por un nuevo
periodo poco tiempo después. Sólo con el triunfo del liberalismo político en
1867, los judíos fueron beneficiados con plena igualdad de derechos civiles. »[18]
Aun en los periodos en los que había una igualdad
formal la discriminación estuvo siempre presente y al igual que en otros países
el fenómeno de la conversión al cristianismo fue un factor notable.[19] La
ciudad de Viena recibió, por parte del Emperador Francisco José, un tratamiento
especial; entre 1858 y 1888 la reedificó para convertirla en una metrópoli
cosmopolita.[20] Como sucedió en otras
partes de Europa, estos desarrollos se acompañaron de inversiones y
concentración de capitales; la inmigración de las zonas rurales trajo a la
ciudad a miles de judíos que llegaban huyendo de la pobreza y la segregación.[21] Los
judíos que iban llegando se asimilaban y en un par de generaciones veían con rechazo
a los recién llegados; « el efecto de la invasión judía
(como les gustaba llamarla a los antisemitas de todo tipo) enfrentó a los
judíos asimilados de Viena con un dilema que sus hermanos de otras partes, […]
también afrontaban en esos años, »
[22]
Freud no estuvo exento de tales sentimientos.
Al
fin de la Primera Guerra Mundial y como
consecuencia de su derrota, el Imperio austrohúngaro se desintegró y Viena pasó
a ser la capital de la nueva República de Austria. « Para los austríacos, aún más que para la mayoría de
los demás europeos, la guerra del 14 fue un trauma y punto de inflexión […] »[23] La situación
de Austria podría compararse de alguna manera con la de Rusia; « en ambos países la dinastía reinante había mantenido
el poder durante tanto tiempo que parecía encarnar la identidad nacional; mas
por el 1914 su autoridad se había endurecido dando lugar a una autocracia
petrificada que había perdido toda la capacidad. »[24] La diferencia fue que en Rusia hubo una revolución
socialista y la dinámica no puede compararse con lo que sucedió en Austria
donde siguió existiendo una tradición feudal que iba cediendo espacios a la
burguesía en el marco de un sistema liberal no del todo consolidado.
En esta ciudad de contrastes el antisemitismo no
desapareció nunca pero sí se fue transformando. Mientras que el antijudaísmo de
Karl Lueger, que fue el alcalde de Viena de 1895 a 1910, « era
más oportunista y propagandista que fanático o doctrinario –era social y
económico más bien que racista o religioso; »[25]
el nacionalsocialismo que le siguió era « viral »
y terminó desembocando en el genocidio. En 1938 las tropas alemanas invadieron
Austria, la anexaron al Estado alemán y exterminaron a los judíos. Freud pudo escapar pero parte de su familia
cercana fue exterminada por los nazis.
3.
Contexto
biográfico
Después
de haber bosquejado el contexto general en el que los judíos austriacos
vivieron de mediados del siglo XIX hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial,
pasaremos a los aspectos biográficos de Sigmund Freud relacionados con su « ser
judío ». Lejos de pretender hacer un estudio exhaustivo del
tema, nos limitaremos a trazar algunas de las líneas que consideramos podrían
ayudarnos en la exploración que nos hemos propuesto.
3.1.
Sobre su formación judía
Freud llegó a Viena
cuando era muy pequeño. Sobre su familia « sabemos que
Jacob [su padre] nació en Tysmenitz, Galitzia; creció en un medio jasídico
(cosa que Sigmund Freud atestiguó); viajó periódicamente a Moravia, primero con
su abuelo y luego solo, en giras de negocios; se instaló en Freiberg, »[26]
población del Imperio austrohúngaro que más tarde pasó a ser parte de la
República Checa con el nombre de Pribor. Del primer matrimonio de su padre lo
que se conoce es que Sigmund « tuvo hermanos que se
vieron envueltos en dudosos asuntos con dinero falsificado, por lo que uno de
ellos fue a la cárcel. »[27]
Del segundo matrimonio de Jacob, Sigmund fue el mayor de cinco hermanas y un
hermano. Al llegar a Viena tenía tan sólo tres años, lo que está registrado es
que:
Cuando los Freud llegaron a Viena, se
establecieron en el barrio tradicional judío, Leopoldstadt, que se extendía a
través del extremo noroeste de la ciudad. Alguna vez había sido el gueto de
Viena y, al absorber el flujo creciente de inmigrantes judíos de la Europa
oriental, de nuevo se estaba convirtiendo en algo así como un gueto. Casi la
mitad de los 15000 judíos que vivían en Viena hacia 1860 se arracimaban en el
barrio. Leopoldstadt no era exactamente un barrio paupérrimo; algunas familias
judías prósperas habían optado por vivir allí. Pero la mayoría se amontonaban
en viviendas atestadas y desagradables. Los Freud pertenecían a esa mayoría.[28]
Sobre
la educación judía que recibió Sigmund en su infancia lo que sabemos es lo que
él mismo afirma, que su formación fue limitada,[29] y
que no fue educado en la tradición judía. Por otro lado, también sabemos que una
figura muy importante en su formación temprana fue la de su nana, una mujer
católica que buscó acercarlo a este credo. Sin embargo este aspecto es
cuestionado por Yerushalmi, quien en su estudio afirma que: « En
esencia, Freud proyectó en su vida adulta tres imágenes […]. Primero, que sólo
había recibido la más magra educación religiosa judía. Segundo, que el hogar de
sus padres sólo había habido una mínima y rutinaria observancia judía. Tercero,
que no sabe y, por implicación, nunca supo verdaderamente hebreo o yiddish. »[30]
Lo que sostiene el historiador es que estas afirmaciones deben tomarse con reservas
y al respecto aclara: « Ahora
bien, yo no trato de convertir a Freud, y ni siquiera a su padre, en judíos
piadosos o eruditos, pero incluso a la luz de la fragmentaria información de
que disponemos cada una de estas aseveraciones es problemática, para decir lo
menos. »[31]
En este punto coincidimos con Yerushalmi ya que sabemos que « durante
su educación media, Freud estudió paralelamente el Tanakh [nombre de la Biblia hebrea] y adquirió nociones de hebreo con el maestro Samuel Hammerschlag,
de quien más tarde se hizo amigo personal. »[32]
El
padre de Sigmund Freud, al igual que muchos de los judíos que buscaban
asimilarse a la cultura europea pero que aún mantenían un vínculo con su
tradición, quería ver a su hijo integrado a la sociedad cristiana pero sin promover
un total rompimiento con la tradición. Yerushalmi recoge un episodio
significativo para dar fuerza a sus argumentos. Describe como en « 1891,
cuando Freud cumplió 35 años, su padre le hizo un regalo inusual. Había
reencuadernado en cuero la Biblia Philippsohn que Sigmund estudió en su niñez y
ahora se la daba con una elaborada inscripción hebrea compuesta por él. »
[33] El
historiador explica que la dedicatoria escrita en hebreo tiene un estilo muy
particular que en la tradición judía se conoce como Melitzah que consiste en « un mosaico de
fragmentos y frases de la Biblia hebrea así como de la literatura y la liturgia
rabínica, unidos para constituir una nueva exposición de los que el autor
pretende expresar en el momento. »[34]
No citaremos aquí la dedicatoria completa pero es digno de resaltar que Jacob
se dirige a su hijo como « Hijo que es querido
para mí, Shelomoh. »[35]
Queda
claro que a pesar de haberlo registrado con un nombre cristiano se dirigía a él
con el nombre hebreo Shelomoh
(Salomón) y que le escribió en este idioma y no en alemán por medio de citas de
la Biblia. Lo que también sabemos es que: « Por su parte,
Amalie Freud [la madre] se encargó de la transmisión del judaísmo a sus hijos
por medio de la tradición oral: habla y comida. Organizaba todas las fiestas
religiosas en las cuales se conmemoraban sucesos de la historia del pueblo
hebreo a través de la preparación de comidas especiales. »[36]
Parece evidente que Freud sí recibió por parte de sus dos padres una trasmisión
de las tradiciones judías y también escuchó desde niño el yiddish y el hebreo.
Otro
dato que puede mostrar hasta qué punto la relación personal de Freud con
respecto a su tradición judía fue compleja tiene que ver con su matrimonio.
Decidió casarse con Martha Bernays, una mujer judía de familia practicante pero
le exigió renunciar a la tradición y educar a sus seis hijos sin religión.[37] Lo
que podemos concluir con respecto su
formación judía es que sí la recibió, más de lo que estaba dispuesto a
reconocer, pero que decidió no trasmitírsela a sus hijos.
3.2. Frente al
antisemitismo
anterior al Nacionalsocialismo
La relación de Freud
con el judaísmo no se limitó a su formación como tal, hubo otro aspecto que es
pertinente analizar: el que responde al antisemitismo. Debemos diferenciar, en
la medida de lo posible, la recepción del judaísmo por medio de la trasmisión
de una serie de contenidos culturales como la lengua, la historia, los
rituales, el arte o la gastronomía, de la marca que deja la señalización que
viene del exterior. Durante toda su vida el fundador del psicoanálisis tuvo que
lidiar con la discriminación a la que fue objeto; es importante señalar que
parte de la trasmisión del judaísmo consiste en posicionar a los hijos ante
este aspecto negativo del « ser judío ».
En su libro La interpretación de los sueños Freud da cuenta de esta recepción y
narra lo siguiente:
Y sólo ahora tropiezo con aquella vivencia de niño
que todavía hoy exterioriza su poder en todos estos sentimientos y sueños.
Tendría yo diez o doce años cuando mi padre empezó a llevarme consigo en sus
paseos y a revelarme en pláticas sus opiniones sobre las cosas de este mundo.
Así me contó cierta vez, para mostrarme cuánto mejores eran los tiempos que me
tocaba a mí vivir, que no los de él: « Siendo yo muchacho, me paseaba por las calles del pueblo donde tú
naciste, un sábado; llevaba un lindo traje con un gorro de pieles nuevo sobre
la cabeza. Vino entonces un cristiano y de un golpe me quitó el gorro y lo
arrojó al barro exclamando: “¡Judío, bájate de la acera!” ». « ¿Y tú
qué hiciste? ». « Me bajé a la calle y recogí el gorro », fue la resignada respuesta.[38]
Freud
estudió medicina en la Universidad de Viena bajo la dirección de Ernst Wilhelm von Brücke. Resulta muy
interesante observar su desarrollo profesional y cómo fue adentrándose en el
estudio de la mente humana y de ahí al estudio de la Civilización. « En
la Universidad de Viena, Freud pronto tropezó con el irritante factor del
antisemitismo; »[39]
en esa misma época fue víctima de una agresión en un viaje en tren[40] y
unos años después, salió en defensa de sus hijos ante las agresiones
antisemitas de una pandilla en Thumsee, un pueblecito de veraneo bávaro.[41]
Con respecto a su vida profesional sabemos que « necesitó
esperar diecisiete años para ser nombrado profesor de La Facultad de Medicina
de Viena. En la Austria de aquel entonces, la regla llamada numerus clausus limitada al
número de profesores judíos al 2% del total de profesores universitarios. »[42]
Freud tuvo
que enfrentarse a lo que significaba « ser judío » en la Viena
católica, lo interesante fue que « durante la Primera Guerra Mundial, su patriotismo, su lealtad austríaca, le
colocaron por encima de cualquier otra consideración. »[43] Su identificación con los intereses de los germanos, cuyas muestras
podemos encontrar en su correspondencia, dan muestra de cómo en esos años
todavía no había llegado a comprender lo que realmente significaba el
antisemitismo en la versión genocida que aparecería después.
3.3. Ante el antisemitismo nacional socialista
Después de la Primera Guerra Mundial Austria se convirtió en una república;
en esos años el antisemitismo tradicional no desapareció, pero se podía « vivir » con él; sin embargo, a
partir de la invasión alemana en 1938 todo cambio. Freud da cuenta de esta
diferencia cuando presenta la versión final de su texto El hombre Moisés y la religión monoteísta en Londres después de
haber escapado de los nazis.
Las particularísimas
dificultades que me asediaron durante la redacción de este estudio referido a
la persona de Moisés —reparos íntimos y disuasiones exteriores— hicieron que
este tercer ensayo, el de conclusión, lleve dos diversos prólogos que se
contradicen y aun se anulan entre sí. En efecto, en el breve lapso que media
entre ambos han variado radicalmente las circunstancias externas del autor. En
aquel tiempo vivía bajo la protección de la Iglesia Católica y con la angustia
de perderla con mi publicación y provocar, para los seguidores y discípulos del
psicoanálisis, una prohibición de trabajar en Austria. De pronto sobrevino la
invasión alemana; el catolicismo reveló ser, para decirlo con palabras bíblicas,
una « caña
flexible ». En la
certidumbre de que ahora no me perseguirían sólo por mi modo de pensar, sino
también por mi « raza », abandoné con muchos amigos
la ciudad que había sido mi patria desde mi temprana infancia y durante 78
años.[44]
Freud temía que la identificación del psicoanálisis con el judaísmo en el
ambiente que prevalecía en Viena antes de la invasión alemana impidiera su
desarrollo. Eso explica la elección de Carl Jung, el único cristiano en su
círculo cercano, como su sucesor. En una carta que le escribe a Abraham
comenta: « su adhesión es sumamente valiosa. Casi
diría que sólo su aparición ha podido salvar al psicoanálisis del peligro de
convertirse en una preocupación nacional judía. »[45]
Finalmente Freud y Jung tuvieron un rompimiento y sus intenciones nunca se
realizaron pero en algo tuvo razón: el psicoanálisis sí fue identificado como
una « ciencia judía ». El 10 de mayo
de 1933 los nazis quemaron libros en varias ciudades de Alemania, la gran
mayoría de autores judíos entre los que se encontraban los de Freud. En una
carta a Ernst Jones le comenta: « ¡Qué progreso estamos
haciendo! En la Edad Media me habrían quemado a mí, hoy en día se contentan con
quemar mis libros. »[46]
Peter Gay comenta que « ésta debió de ser la menos
clarividente de todas sus agudezas, »”[47] si
hubiera vivido unos años más y se hubiera quedado en Viena los nazis lo
hubieran quemado también a él en los hornos crematorios como sucedió con
algunos de sus familiares.
4. Introspección
o autoanálisis como método científico
Después
de haber trazado, en líneas muy generales, el contexto histórico y la biografía
de Freud en torno a su « ser judío »
nos detendremos en su propuesta científica. Debemos señalar que lo que se
presenta a continuación no pretende
agotar, ni siquiera resumir, el psicoanálisis; la aproximación que haremos al
método terapéutico se limita a recuperar algunos elementos que nos permitan comprender
la relación del médico austriaco con su judaísmo.
Después
de estudiar a los invertebrados, Freud se interesó por las enfermedades « mentales »
por lo que incursionó el ámbito psiquiátrico. Antes de desarrollar el psicoanálisis
recibió una formación de corte empirista, en la cual la figura de Ernst Brücke
fue determinante, ya que él fue « el maestro en quien
Freud reconoció “la más alta autoridad” que nunca había encontrado. »[48]
Junto con Du Bois- Reymond y de Hermann Helmholtz aportaron los fundamentos del
movimiento científico de Alemania y de Austria. « El más célebre de entre ellos, Helmholtz, de quien
Freud decía: “Es uno de mis ídolos”, entre otras cosas [fue] el promotor del
sistema energético, nacido a raíz del descubrimiento del principio de
conservación de la energía. »
[49] Es importante tener esto en
cuenta para poder comprender desde qué principios epistemológicos se desarrolla
el estudio médico realizado por el fundador del psicoanálisis.
En busca de las causas de las patologías
relacionadas con el funcionamiento de la mente, Freud desarrollo un método
cuyas bases teóricas se sustentaban en lo que aprendió de sus maestros y lo que
lo condujo siempre fue la observación y el seguimiento clínico de sus
pacientes. En la introducción al Proyecto
de psicología escrito en 1895 abre con la siguiente aclaración: « El propósito de este proyecto es brindar una
psicología de ciencia natural, a saber, presentar procesos psíquicos como
estados cuantitativamente comandados de unas partes materiales comprobables, y
hacerlo de modo que esos procesos se vuelvan intuibles y exentos de contradicción. »[50] En la presentación de estos « procesos psíquicos » describe el sistema neuronal y habla en términos
biológicos de la relación de este sistema con la producción de placer,
displacer, dolor, « yo » y « conciencia », también describe funciones como el pensamiento o
los sueños.[51]
Este texto forma parte de un intercambio con Wilhelm Fliess[52],
lo escribe cuando tenía 39 años de edad. En 1900, tan solo unos años después,
publica La Interpretación de los Sueños. Pocos
años separan la preparación de los dos textos, es una etapa muy importante en
la que se estaba definiendo su metodología. « En esos años en que escribe estos textos, Freud no
posee todavía una terminología específica psicoanalítica completa. »[53] Sería un error considerar que los marcos conceptuales
ya estaban claramente definidos. « Son textos psicoanalíticos que fueron y seguirán
siendo el resultado de trayectorias singulares, intermitencias, elaboraciones,
y en razón también de una retracción, de una espera, de una dilación. »[54] En este contexto de exploración, Freud realizó una
incursión metodológica fundamental: el análisis sobre su propia experiencia
personal.
De tal suerte, en el otoño de 1895 —de regreso de su
primer viaje al norte de Italia y de un estimulante congreso con Fliess en Berlín—,
Freud redactó exaltado su primer esquema teórico, publicado póstumamente con el
título de Esbozo de una psicología científica.[55]
Sintiendo que ese esquema le servía de garantía en el plano de la objetividad
científica, después de la muerte de su padre, en octubre de 1896, pudo vivir
profundamente el trabajo de duelo y a la vez tomar consciencia de la fábula
depresiva que en ese trabajo se representaba: al ser que amaba, lo había
destruido. Entonces modificó su esquema —pues la interacción dialéctica de la
teoría y la clínica fue en él incesante—, denominó “aparato psíquico” lo que
hasta entonces había llamado, como sus maestros, “sistema nervioso”, y lo
organizó en tres sistemas de “trascripción”: el inconsciente, el preconsciente
y la consciencia. Entonces pudo emprender una nueva zambullida regresiva,
rememorar sus recuerdos infantiles más precoces, revivir sus deseos eróticos
relativos a su madre y su niñera y descubrir el complejo de Edipo.[56]
La muerte de su padre fue determinante en la
dirección que tomó Freud y la utilización de la « introspección » o « autoanálisis » como herramienta metodológica. Para comprender lo
que significó nos detendremos en lo que podría considerarse uno de los grandes
descubrimientos científicos que hizo en esta época y que prácticamente dio
origen al psicoanálisis: la función fisiológica de los sueños.[57]
El médico austríaco encontró que la actividad onírica era una parte fundamental
del aparato psíquico y que la salud mental del individuo dependía de ella. En
su investigación buscó comprender, a partir de la estructura de los sueños y de
la forma en la que se presentan, su razón de ser en el funcionamiento corporal.
Los sueños están vinculados con la estructura de la
psique que según Freud no se limita a la conciencia; existe otro plano al que
se le denomina inconsciente [Unbewusst][58]
y al que la conciencia no tiene un acceso directo « si no es por vía del preconsciente. »[59] En otras palabras, lo que propone es que existe una
« escisión » en el individuo y que las energías pulsionales
inconscientes operan a partir de una dinámica distinta a la estructuración
racional de la conciencia. El control de estás fuerzas primarias es fundamental
y le permite al individuo desarrollarse como « ser » social porque dar rienda suelta a los deseos
implicaría la ruptura de las normas básicas que regulan la convivencia. Por
otro lado, la represión absoluta o excesiva de estos deseos es también « perjudicial » para el desarrollo de la vida y produce malestar.
La función de los sueños es encontrar una canalización mesurada de esta energía
de forma equilibrada donde una parte de los deseos prohibidos llegue a la
conciencia y otra quede censurada. En La Interpretación de los sueños lo
expone de esta manera:
Resumamos los principales
resultados que nuestra investigación nos procuró hasta aquí. El sueño es un
acto psíquico de pleno derecho; su fuerza impulsora es, en todos los casos, un
deseo por cumplir; el que sea irreconocible como deseo, así como sus múltiples
extravagancias y absurdos, se deben a la influencia de la censura psíquica que
debió soportar en su formación; además del constreñimiento a sustraerse de
esta censura, cooperaron en su formación un constreñimiento a la condensación
del material psíquico, un miramiento por su figurabilidad en imágenes sensibles
y —aunque no como regla— un miramiento por dar una fachada racional e
inteligible al producto onírico.[60]
La razón por la que los sueños se presentan como
imágenes con « múltiples
extravagancias y absurdos » es por el mecanismo de « censura psíquica » de los deseos. El material onírico no obedece a los
parámetros espacio temporales de la realidad, no opera con los principios de la
lógica o la concordancia con las identificaciones. Estas alteraciones consiguen
que los deseos sean « irreconocibles » para el que sueña y de esta manera pueda procesar
lo que se encuentra vedado para su conciencia. Así sucede con los deseos
incestuosos, con los relacionados con impulsos homicidas de los miembros de la
familia o con sucesos traumáticos de la infancia que han sido reprimidos, por
mencionar algunos ejemplos.
Lo que también encontró Freud es que las imágenes de
los sueños se forman con elementos que se toman de la conciencia, sucesos,
recuerdos, fantasías o incluso material que ya se ha presentado en otros sueños
y se ha fijado en la conciencia. « La fuerza impulsora del sueño es aportada por el
inconsciente »[61] pero el material con el que se presenta proviene de
la deformación que se hace de lo que se presentó a la conciencia. « La experiencia nos enseña que durante el día la
censura de la resistencia les ataja a los pensamientos oníricos este camino que
lleva a la conciencia pasando por el preconsciente. En la noche se abren acceso
a la conciencia, pero debemos averiguar por qué camino y merced a qué
alteración. »[62]
Lo que Freud descubrió es que este mecanismo permite
transitar, por decirlo de alguna manera, en el sentido contrario; mediante el
análisis consciente de las « múltiples extravagancias y absurdos » se puede acceder al preconsciente y comprender el
mecanismo « desfigurador » y a partir de aquí es factible desentrañar la
lógica de la censura y comprender el origen del trauma. En su consultorio,
tratando a los pacientes, acompañándolos en la interpretación de sus sueños,
llegó a la conclusión que al reorganizar el material onírico que se recuerda
desde la conciencia se mitigaba la angustia, se superaban los miedos, se podía
salir de las depresiones y a grandes rasgos se les proporcionaba una « cura » para malestares que de otra forma no habían podido
sanarse.
Otra cosa que
descubrió al analizar a sus pacientes fue la existencia de una relación entre
las formulaciones discursivas en el consciente y las energías pulsionales que
se encuentran en el inconsciente. La interpretación que los pacientes hacían de
sus propios sueños estaba fuertemente determinada por la misma censura que los había « protegido ». Siguiendo con esta lógica, Freud comprendió que lo
mismo le sucedía a él, que su estructura psíquica funcionaba igual que la de
los pacientes por lo que tendría que encontrar la manera de reconocer sus propios
mecanismos de censura. Es así como llegó a la conclusión de someterse al
análisis de sí mismo con las mismas
herramientas que utilizaba con los pacientes. Este autoanálisis tenía como
propósito fortalecer el sentido singular de cada individuo y evitar la
formulación de patrones o generalizaciones.
Es que mi procedimiento no es tan cómodo como el del
método popular del descifrado, que traduce el contenido dado del sueño de
acuerdo con una clave establecida; más bien tiendo a pensar que en diversas
personas y en contextos diferentes el mismo contenido onírico puede encubrir
también un sentido disímil. Por eso mis propios sueños se me recomiendan como
un material rico y cómodo, procedente de una persona más o menos normal y
referido a múltiples ocasiones de la vida cotidiana. Es seguro que se me
opondrá la duda en la confiabilidad de tales «autoanálisis». En modo alguno
está excluida, se diría, la arbitrariedad. A mi juicio, la situación es más
favorable en la observación de sí que en la observación de otros; comoquiera
que sea, es lícito tentar hasta dónde se llega en la interpretación de los
sueños con el autoanálisis.[63]
El
autoanálisis le permitió a Freud explorar en su propia experiencia la manera en
la que funciona el aparato psíquico y la función de los sueños. Se podría
objetar que la reflexión que no se comparte con un « otro »
no consigue librarse de los mecanismos represivos. Pero lo que encontró el
fundador del psicoanálisis es que el método de análisis requiere de un
interlocutor y si se ejerce en forma crítica tiene la capacidad de desarticular
los mecanismos de censura. « No hay autoanálisis serio si no es hablado con alguien: esto es algo
que, al término del presente estudio sobre Freud, nos resulta capital. Cuando
Fliess dejó de desempeñar el papel de “único público”, fue Minna, la cuñada de
Freud, quien se tornó su interlocutor privilegiado. »[64]
La introspección o autoanálisis que realizó Freud
para comprender, a partir de su propia experiencia, el funcionamiento de la
estructura psíquica lo confrontó con su condición judía. Mediante la
interpretación del material onírico fue descubriendo que en sus recuerdos de
infancia habían elementos que se relacionaban con su « ser judío »; fue en la etapa en la que se conformó su sistema
de identificaciones.[65]
Freud fue descubriendo cómo su « condición judía » en la Viena de finales del siglo XIX fue
determinante en su biografía y cómo
ocupó un lugar importante en su formación como individuo desde su
temprana infancia. Después de habernos detenido en algunos aspectos de su
propuesta científica retomaremos el estudio de su « ser judío » considerando que para él nunca dejó de ser material de autoanálisis y
que sus parámetros de judío oscilaron en términos de salud y enfermedad o para
ser más precisos de vida y muerte.
5. Freud y la investigación
científica del judaísmo
Ahora podemos comprender mejor la formulación con la
que inicia su Moisés y la religión monoteísta.
Primero aparece la voz del Freud que comparte el resultado de lo que investigó
durante toda su vida y lo que esto representa para él: « Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al
más grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera; »[66] después viene la voz que da cuenta de su método de
introspección o análisis propio: « y menos todavía si uno mismo pertenece a ese pueblo »[67] y por último la confesión de lo
que buscó con respecto al judaísmo, el poder transitar a lo universal y superar
las limitaciones sectarias: « Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la verdad en
beneficio de unos presuntos intereses nacionales. »[68]
5.1.
Psicoanálisis del monoteísmo
Los hallazgos de Freud en la Interpretaciones de los sueños con respecto a sus « registros » infantiles en torno al judaísmo lo llevaron a la
exploración del origen de la formación social en el individuo. Al respecto se
le abrieron dos planos distintos pero que finalmente convergían: el del
desarrollo de la religión y el del nacionalismo. Como miembro del colectivo
judío que vivía en una sociedad católica y con una postura científica atea, la
opción de convertirse al cristianismo estaba descartada, lo mismo que la
continuación de la tradición religiosa judía. Sin embargo, había dos situaciones
con las que tenía que lidiar: desde el mundo cristiano un antisemitismo que no
le permitía asimilarse y desde el judío una exigencia de permanecer siendo
judío a pesar de su deseo de asimilación.
En 1913 se
publicó Tótem y Tabú[69]
como
resultado de sus investigaciones sobre la formación de la conciencia social en
el individuo, apoyándose en estudios antropológicos buscó darle una explicación
al material que obtuvo en su clínica y la de los demás psicoanalistas que ya
para entonces constituían un nutrido grupo que compartía sus
descubrimientos. La influencia de Darwin
y de Atkinson[70] fueron también
determinantes para la elaboración de una hipótesis sobre el momento en el que
una horda de primates pudo haber evolucionado en seres humanos. Lo que sostiene
es que en estos animales se puede observar que un macho tiene el dominio y
expulsa a los otros para quedarse con todas las hembras hasta que uno de los
jóvenes lo mata y lo reemplaza. El autor
sostiene que podemos suponer que: « Un día los hermanos expulsados
se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda
paterna. Unidos osaron hacer y llevaron
a cabo lo que individualmente les habría sido imposible. »[71]
El asesinato del padre y su devoración
no es algo inusual entre los animales, lo que si representó una situación
distinta fue la alianza, pues requería de cierto grado de comunicación y
complicidad. Siguiendo con el desarrollo del mito[72]
nos comenta que:
[…]Odiaban a ese padre que tan gran
obstáculo significaba para su necesidad de poder y sus exigencias sexuales,
pero también lo amaban y admiraban. Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e
imponer su deseo de identificarse con él, forzosamente se abrieron paso las
mociones tiernas avasalladas entretanto. Aconteció en la forma del
arrepentimiento; así nació una conciencia de culpa que en este caso coincidía
con el arrepentimiento sentido en común. El muerto se volvió aún más fuerte de
lo que fuera en vida; todo esto, tal como seguimos viéndolo hoy en los destinos
humanos. Lo que antes él había impedido con su existencia, ellos mismos se lo
prohibieron ahora en la situación psíquica de la “obediencia de efecto retardado {nachträglich}”
que
tan familiar nos resulta por el psicoanálisis. Revocaron su hazaña declarando
no permitida la muerte del sustituto paterno, el tótem, y renunciaron a sus
frutos denegándose las mujeres liberadas. Así, desde la conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los dos tabúes
fundamentales del totemismo, que por eso mismo necesariamente coincidieron con
los dos deseos reprimidos del complejo de Edipo. Quien los contraviniera se
hacía culpable de los únicos dos crímenes en los que toma cartas la sociedad
primitiva.[73]
La vida colectiva se explica a partir de la
renuncia y el control de los deseos y al miedo a la acción punitiva del padre
idealizado e interiorizado después de muerto. « Por
eso a los hermanos, si querían vivir juntos, no les quedó otra alternativa que
erigir – acaso tras superar graves querellas –la prohibición del incesto, con
la cual todos al mismo tiempo renunciaban a las mujeres por ellos anheladas. »[74]
De esta manera explica Freud el tabú del incesto, la organización de la vida
primitiva en torno al totemismo y los orígenes de las creencias animistas que
fueron evolucionando para convertirse en sistemas religiosos. No nos
detendremos más en este aspecto, solamente señalaremos que la explicación que
encuentra el autor para las creencias se relaciona con aspectos evolutivos de « animal »
hombre y por lo mismo no consideran ningún tipo de creencia metafísica.
En los trabajos que siguieron a Tótem y Tabú Freud fue definiendo el
papel de las creencias religiosas en la configuración de la estructura
psíquica; apoyándose en el material clínico pudo determinar que el lugar que se
le asigna a Dios corresponde al del padre asesinado en el mito del parricidio
original. La amenaza de una retaliación reprimía los deseos incestuosos y los
impulsos homicidas, al miedo se le sumaba una admiración excesiva al padre
muerto fomentada por la madre, está relación de miedo-amor forma parte del
núcleo del complejo edípico tanto el masculino como el femenino. La fuerza que
ejerce la creencia en los poderes del padre muerto es, según Freud, el origen y
porvenir de la creencia religiosa y en particular del monoteísmo. « La
religión sería la neurosis obsesiva humana universal; como la del niño,
provendría del complejo de Edipo, del vínculo con el padre. »[75]
El lugar que las religiones monoteístas le
asignan a Dios responde a la de la figura del padre, en el judaísmo se dice en
el rezo: « Avinu
Malqueinu »,
« Nuestro Padre, nuestro Rey »,
en el cristianismo: « Padre nuestro que estás en el cielo ». Este padre celestial nos vigila, castiga y
perdona, es omnipotente, omnisapiente, eterno, justo y misericordioso. Para
Freud estas creencias fueron importantes en el desarrollo de la civilización ya
que sirvieron para frenar los impulsos destructivos, pero también afirma que a
un costo muy alto y que su preservación conlleva un triste porvenir para la
humanidad. Sus posturas como un científico ilustrado ateo son claras y de
acuerdo a ellas establece el análisis racional
como único medio para alcanzar la felicidad.
Haber discernido
el valor histórico {historisch} de
ciertas doctrinas religiosas acrecienta nuestro respeto hacia ellas, pero no
invalida nuestra propuesta de retirarlas de su papel de motivación de los
preceptos culturales. ¡Al contrario! Con ayuda de estos retos históricos {historisch}, hemos llegado a concebir
las enseñanzas religiosas como unos relictos neuróticos y ahora tenemos derecho
a decir que probablemente sea ya tiempo de sustituir, como se hace en el
tratamiento analítico del neurótico, los resultados de la represión por los del
trabajo intelectual acordé a la ratio.[76]
El análisis crítico del monoteísmo ocupó un lugar central en las
investigaciones de Freud; como parte de éstas surgió el tema de la relación del
cristianismo con el judaísmo y también su explicación psicoanalítica del
antisemitismo. Su tratamiento de este tema se acompañó de una constante
autocensura ya que en la Viena en la que vivió era muy delicado externar
críticas al cristianismo y particularmente si provenían de un judío; a pesar de
esto, en sus escritos podemos encontrar suficiente material para recuperar sus
posturas. El fundador del psicoanálisis sostiene que el desarrollo del
monoteísmo tal y como llegó a expresarse en la Europa del siglo XX, tiene tres
momentos: su gestación en el Egipto antiguo, su propagación posterior por los
hebreos y su reinterpretación por el cristianismo.
El monoteísmo fue una creencia instituida por el faraón Akenatón, que reinó
de 1377 a 1358 a.C. su Dios era Atón que representaba al sol, fue un culto que
se acompañó de la imposición de duras normas políticas y morales y con una
condena a la representación de imágenes.[77] Lo
que Freud propone como hipótesis es que Moisés era uno de los cercanos a
Akenatón, una especie de virrey que huyó de Egipto ante las persecuciones
entre 1358 y 1350 a. C., que se llevó con él a una tribu semita y que para
formar la alianza impuso la costumbre egipcia de la circuncisión. A partir de
sus interpretaciones de la Biblia y con el apoyo de estudios históricos llega a
la hipótesis que Moisés fue asesinado en el desierto y que los hebreos
continuaron su camino en el desierto conducidos por los ayudantes del líder
conocidos como levitas y que en el camino se aliaron con otra tribu semita que
adoraba a un Dios guerrero llamado Yahvé.
Con las herramientas descubiertas en la clínica Freud
buscó reproducir lo que sucedió en con el encuentro de estas tribus; sostiene
que en este momento se produjo una nueva
narrativa que combinaba y distorsionaba las historias, se borró el asesinato, se
hebraizó al Moisés egipcio y se unificó con un segundo Moisés que realmente
era un sacerdote del Dios Yahvé.
Utilizando las teorías psicoanalíticas sobre los orígenes
de la psique, tanto individual como colectiva, Freud explica el judaísmo a
partir de la elaboración de la culpa por el asesinato de Moisés que relaciona
con la estructura del parricidio original. No se reconoce abiertamente el
crimen y se le disfraza en los relatos como se hace con los sueños. La
distorsión se amplía a otros factores; se coloca el origen del monoteísmo en la
figura ficticia de Abraham quién supuestamente nace en Ur y abandona la casa de
sus padres para fundar la nación judía en la tierra de Israel muchos años antes
de la salida de los judíos de Egipto. Se hace de Moisés un hijo de esclavos
judíos que libera a su pueblo y se niega por completo la experiencia monoteísta
egipcia así como se les quita la autoridad sobre la práctica de la
circuncisión.
La adjudicación que hacen los judíos del origen del
monoteísmo así como de la identidad de Moisés se acompaña con una autovaloración
de ser el pueblo elegido por Dios. Lo que destaca Freud es que para elaborar la
culpa colectiva por el asesinato del hombre que les trasmitió los principios
morales y de acuerdo a la estructura del pacto pulsional que se encuentra en la
psique individual y colectiva desarrollaron una legislación muy avanzada para
su época y apoyándose en el principio anti-idolatra y la prohibición de hacer
imágenes de Dios, impulsaron la búsqueda de la verdad y la justicia que no se
limitara a la obediencia ciega y en las creencia mágicas. Para Freud, la
aportación de este grupo en el progreso del conocimiento fue fundamental aunque
no hayan sido los que crearon el monoteísmo y sus normas morales.
Y entonces, de las filas
del pueblo se elevaron, en una serie que ya no se interrumpiría
más, hombres que no estaban ligados con Moisés por su origen, pero sí
cautivados por esa tradición grande y poderosa que había crecido poco a poco en la sombra; y esos
hombres, los profetas, fueron los infatigables heraldos de la vieja enseñanza mosaica: la divinidad desdeña el
sacrificio y el ceremonial, sólo demanda fe y una vida en verdad y en
justicia (Maat). Los empeños de los
profetas tuvieron éxito duradero; las enseñanzas con que restauraron la vieja fe se convirtieron en el contenido permanente de la religión judía. Inmensa gloria es para el pueblo
judío haber conservado una tradición así y producido hombres que le dieran su
voz, por más que la incitación a ello viniera de afuera, de un grande hombre
extranjero.[78]
5.2. El
cristianismo y el antisemitismo
Su
posición con respecto al monoteísmo cristiano es lo que consideró un retroceso
en el camino a la verdad científica, o lo que en términos psicoanalíticos se
denomina « retorno de lo reprimido ».
Para explicar el surgimiento del cristianismo
recurre nuevamente al origen psíquico del parricidio y comenta que: « Parece
que una creciente conciencia de culpa se había apoderado del pueblo judío,
acaso de todo el universo de cultura de aquel tiempo, como precursora del
retorno del contenido reprimido. »[79] Se
refiere a lo que se nos relata en los evangelios, donde un sector del pueblo
judío que se encontraba sometido por el Imperio Romano respondió al sentimiento
de culpa con una propuesta que cambió por competo la dinámica:
Pablo, un
judío romano de Tarso, aprehendió esta conciencia de culpa y la recondujo
certeramente a su fuente en el acontecer histórico primordial. La llamó el « pecado original », era un crimen contra Dios que
sólo se podía expiar mediante la muerte. […] Un Hijo de Dios se había hecho
matar siendo inocente, y así tomaba sobre sí la culpa de todos.[80]
La
figura de Cristo como el hijo de Dios que se sacrifica por los pecados de todos
los hombres representa, desde el análisis que hace Freud, el sacrificio de uno
de los hermanos del pacto pulsional cuya muerte
sirve para pagar por el crimen: « El “redentor” no podía ser otro
que el principal culpable, el caudillo de la liga de hermanos que había
avasallado al padre; » [81] el asesinato del hijo « salda » la deuda
con el padre y libera a los hombres de su compromiso, relajando la ley.
El antijudaísmo cristiano se explica a partir de este « retorno de lo reprimido », los que ven en la figura de Cristo la encarnación de Dios
que se sacrifica para liberar a los hombres del pecado original, encuentran en
la negativa judía de aceptar esta creencia un obstáculo para liberarse de su
sentimiento de culpa. Mientras que los judíos elaboran la culpa del parricidio
original y de su repetición en el asesinato de Moisés por medio del
cumplimiento de la ley. Los cristianos admiten el homicidio pero lo
distorsionan al sostener que Dios mismo se ha sacrificado cobrando la vida de
uno de ellos y así relajan el cumplimiento de las leyes que emanan del pacto
pulsional. Al negarse a creer en la muerte y resurrección de Dios en Cristo los
judíos no les permiten a los cristianos escapar de la culpa y cumplir con el
pacto pulsional y de ahí que el odio se vuelva tan destructivo.
El pobre pueblo judío, que con una obstinación consuetudinaria
siguió desmintiendo el asesinato del padre, lo pagó con dura penitencia en el
curso de las épocas. Una y otra vez se le reprochó: « Habéis muerto a nuestro Dios ». Y este reproche es verdadero si se
lo traduce correctamente. Reza, en efecto, referido a la historia de las
religiones: « No queréis admitir
haber dado muerte a vuestro Dios (la imagen primordial de Dios, el padre
primordial, y sus posteriores reencarnaciones) ». Un agregado debiera enunciar: « Nosotros, en cambio, hemos hecho lo
mismo, pero lo hemos confesado, y
desde entonces quedamos sin pecado. »[82]
La creencia cristiana se sostiene en la liberación del
compromiso colectivo de vigilar el cumplimiento del pacto original; en términos
psicoanalíticos significa un relajamiento del superyó.[83] Al
disculpar el cumplimiento de la ley a nombre de un supuesto amor que viene del
perdón divino lo que se despertó fue aquello que estaba latente en el
inconsciente de los hombres; sus deseos violentos lejos de llevarlos a
construir una sociedad tolerante e incluyente los convirtió en victimarios
inclementes:
Así, el pueblo judío, disperso por todo el orbe,
tiene ganados loables méritos frente a las culturas de los pueblos que lo
hospedaron; lástima que todas las matanzas de judíos en la Edad Media no
consiguieron hacer gozar a sus compatriotas cristianos de una paz y una
seguridad mayores en esa época. Después
que el apóstol Pablo hizo del amor universal por los hombres el fundamento de
su comunidad cristiana, una consecuencia inevitable fue la intolerancia más
extrema del cristianismo hacia quienes permanecían fuera.[84]
Para Freud la
manera de progresar tiene que ver con ir desmascarando los mitos, tanto los
judíos como los cristianos. Reconocer que el origen de las creencias
monoteístas está en las estructuras psíquicas y que Dios no existe. El
reconocimiento del origen violento de la conformación social es fundamental
para la construcción de un orden social que permita a sus integrantes una vida
donde la felicidad sea posible y el odio pueda controlarse por medio de una ley
que se reconozca como producto de un acuerdo social mediado por la razón. Para
lograr este objetivo tenía que mostrar como el judaísmo se había constituido a
partir de una distorsión de la realidad al hacer al Moisés egipcio un judío y
al negar su asesinato y luego exponer a la doctrina cristiana como resultado de
un retorno de lo reprimido. El desmantelamiento de la forma en la que se había
desarrollado el monoteísmo era primordial para el fundador del psicoanálisis ya
que lo que veía venir era una catástrofe, y
no estaba nada equivocado. En su Moisés
escribió:
Vivimos en una época muy curiosa. Descubrimos con asombro que el
progreso ha sellado un pacto con la barbarie. En la Rusia soviética se han
lanzado a la empresa de elevar a unos cien millones de seres humanos,
mantenidos en la sofocación, hasta formas de vida mejores. Se tuvo la osadía
suficiente para quitarles el «opio» de la religión, y se fue lo bastante sabio
para concederles una medida razonable de libertad sexual. Pero, en cambio, se
los sometió a la compulsión más cruel, y se les arrebató toda posibilidad de
pensar libremente. Con parecida violencia, el pueblo italiano es educado para
el orden y el sentimiento del deber. Uno se siente casi aliviado de una
aprehensión oprimente viendo, en el caso del pueblo alemán, que la recaída en
una barbarie poco menos que prehistórica puede producirse sin apuntalamiento en
ideas progresistas.[85]
A partir de sus investigaciones sobre el
origen y desarrollo del monoteísmo, Freud llegó a la conclusión que lo que vendría
sería un retorno a la barbarie, recordemos que murió antes de ver lo que
sucedería durante la Segunda Guerra Mundial. Como ya hemos visto, para la
desarticulación de este peligro, era fundamental evidenciar los elementos
reprimidos en la narrativa judía; esto explica su postura firme de publicar su Moisés a pesar de las solicitudes de
amigos y renombrados intelectuales que le pedían no hacerlo. Sin lugar a dudas
se sentía amenazado por el antisemitismo y sentía que su solidaridad con los
judíos era incuestionable pero entendía que había un peligro mayor que el
antisemitismo, el del exterminio total de lo humano, y en eso tampoco estaba
tan equivocado, y que para evitarlo era fundamental comenzar por exponer los
mecanismos que llevaron a la configuración del monoteísmo y era inevitable hacerlo
con el judaísmo también.
6.
El psicoanálisis
de su judaísmo
En
el comienzo del descubrimiento del psicoanálisis Freud desarrollo la técnica
del autoanálisis conforme fue desarrollando su Interpretación de los sueños. Al revisar sus propios recuerdos y
los registros de su propia sexualidad infantil aparecieron los elementos
judíos; en eso momento entendió el lugar central que ocupaban en sus
identificaciones. En la construcción de su identidad persona « lo
judío » era un componente integral. Para el científico esto
representó un factor de análisis ya que su parte racional crítica no conseguía
conciliar su cuestionamiento de los elementos irracionales de estas
identificaciones con las afinidades afectivas que le despertaban. En el prólogo
a la traducción hebrea de Tótem y Tabú escrito
en 1930 da cuenta de esta situación:
Ninguno de los
lectores de este libro podrá ponerse con facilidad en la situación afectiva del
autor, quien no comprende la lengua sagrada, se ha enajenado por completo de la
religión paterna –como de toda otra-, no puede simpatizar con ideales
nacionalistas y, sin embargo, nunca ha desmentido la pertenencia a su pueblo,
siente su especificidad de judío y no abriga deseos de cambiarla. Si se le
preguntara: « Qué
te queda entonces de judío, si has resignado todas estas relaciones de comunidad
con tus compatriotas? » Respondería: « Todavía
mucho, probablemente lo principal ».
Pero en el presente no podría verter lo esencial con palabras claras. Es seguro
que alguna vez lo conseguirá una intelección científica.[86]
Para
esclarecer este punto es pertinente retomar lo que se señalaba al principio de
esta exposición; Freud nos habla con varias voces desde lugares distintos. Está
el hombre que no se identifica con el colectivo al que analiza: « Quitarle a un pueblo el hombre… »[87],
luego está el que sí se identifica; « si uno mismo pertenece a ese pueblo »[88]
y por último el que busca posicionarse más allá de estas fronteras por medio
del establecimiento de criterios universales: « Mas ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la
verdad en beneficio de unos presuntos intereses nacionales. »[89]
En los comentarios que le hace Derrida a
Yerushalmi, de los que ya se habló anteriormente, hay un argumento que nos
parece de suma importancia; el filósofo argelino escribe, aludiendo a los del
historiador: « Querer hablar del psicoanálisis,
pretender hacer la historia del psicoanálisis desde un punto de vista puramente
a-psicoanalítico, puro de todo psicoanálisis, hasta el punto de creer borrar de
ella las huellas de toda impresión freudiana, es como si se reivindicase el
derecho de hablar sin saber de lo que se habla, sin ni siquiera querer oír
hablar de ello. »[90]
La pregunta psicoanalítica sobre el judaísmo
del psicoanálisis remite al autoanálisis de su fundador y de los distintos
registros que encontró en esta introspección. Freud descubre que hay planos afectivos de
identificación pero también de rechazo, localiza sus vínculos patológicos y
también identifica aquellos aspectos que le parecen positivos. Sin
embargo, al igual que lo que encontró
con sus pacientes, fue capaz de entender que sobre estos aspectos no hay una
postura clara, que más bien una parte queda oculta a la comprensión de la
conciencia. El que aparezcan contradicciones en el análisis del origen de las
identificaciones es esperable y se considera parte del proceso, de ahí que para
Freud sea importante entender sus propias reacciones frente a lo judío.
A partir del psicoanálisis logra
identificar en su persona los registros que tienen que ver con lo judío y que
se presentan de distintas maneras y que son de alguna manera contradictorias.
Por un lado el imperativo de « seguir siendo
judío » que se expresa en el recuerdo
del obsequio que le hace su padre;[91]
por el otro, está el mandato en el sentido opuesto « convertirse en un médico austriaco reconocido » y dejar atrás la forma de vida tradicional. Una muestra de su antipatía
por el judaísmo la podemos encontrar en la respuesta que dio a los
cuestionamientos que le hizo Martin Buber a su Moisés. « Las
frases piadosas de Martin Buber no harán mucho daño a La interpretación de los sueños. El Moisés es mucho
más vulnerable, y estoy preparado para [resistir] todos los asaltos judíos. »[92]
De la misma forma logró comprender que la sociedad católica en la que vivía
no le permitiría asimilarse y lo vería siempre como judío a pesar de no ser
creyente y de no identificarse con el nacionalismo judío. « Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización es alemana. Yo me
considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del
preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero
considerarme judío. »[93]
Las dos
posturas contrarias; la del imperativo de « seguir siendo judío » y la de su rechazo a este mismo mandamiento las
localizaba en su estructura individual y entendía que debía buscar cómo lidiar
con ellas. Su propia experiencia médica le proporcionaba los elementos
necesarios para comprender la fuerza de estas identificaciones y lo difícil que
era superarlas. Sin embargo no cabe duda que el hombre Sigmund Freud sabía que debía
buscar los mecanismos para conseguirlo y poder así entenderse como un ser
humano en términos universales y emanciparse de las determinaciones que le
fueron impuestas.
7.
La recuperación de su condición judía
El psicoanálisis fue, para su fundador, el método
científico que le permitió entender lo complejo del sistema de identificaciones
y también las vías para su superación; desde este hallazgo revaloró su
adscripción al judaísmo. Es a partir de su autoanálisis y del estudio del
desarrollo de la cultura hasta su tiempo que pudo llegar a la conclusión que el
descubrimiento del psicoanálisis fue factible dada su condición judía en la
Viena católica de finales del siglo XIX y principios del XX. Marthe Robert cita
una carta de Freud a la Asociación judía B’nai B’rith en la que escribe: « Siendo judío, me encontraba exento de numerosos
prejuicios que limitaban a los demás en el uso de sus facultades intelectuales;
como judío, estaba igualmente preparado a pasarme a la oposición y a renunciar
a cualquier forma de inteligencia con la «mayoría compacta. »[94]
Desde esta
condición logró identificar un legado que le permitió revalorar su « ser judío », el del desarrollo de una actitud crítica que
condujo a los judíos al fomento del estudio y de escritura. Para el científico
ilustrado ésta era una tradición con la que buscó identificarse.
Los judíos conservaron la orientación hacia
intereses espirituales; el infortunio político de la nación les enseñó a
estimar en todo su valor el único patrimonio que les había quedado: su
escritura. Inmediatamente después de la destrucción del templo de Jerusalén por
Tito, el rabino Johanán ben Zákkai obtuvo el permiso para inaugurar la primera
escuela de la Torá en Iabne. En lo sucesivo fueron la Sagrada Escritura y el
empeño espiritual en torno de ella lo que mantuvo cohesionado al pueblo
disperso. [95]
Al final de su vida y como
conclusión de sus investigaciones, Freud encontró un factor de identificación
positivo, consciente y racional con el legado de la tradición que había
cuestionado en forma radical; este tenía que ver con el del pensamiento
crítico, la escritura y el estudio. El judaísmo ilustrado que se alejaba de las
creencias religiosas permitía el surgimiento de una investigación científica
frente al cristianismo que había engendrado con su secularización una mutación
al totalitarismo en sus diversas manifestaciones. Su análisis de su misma
condición y de su propia forma de responder a las determinaciones de su época
lo llevaron a revalorar su judaísmo.
Dicho en otras palabras se podría
concluir que el fundador del psicoanálisis consideraba que el judaísmo, tal y
como se le presentó a él, era la plataforma cultural fecunda para poder superar
los elementos restrictivos del monoteísmo. La posibilidad de alcanzar una
identificación universal de lo humano basada en la verdad científica era el
legado de su generación que tenía la oportunidad de denunciar la « impostura
del padre ». Su
identificación con « lo judío » no consistía en una religación
con la creencia en un Dios, tampoco en una adscripción nacional basada en
supuestos raciales o derechos territoriales heredados, su identificación fue
con la tradición desmitificadora renuente a toda manifestación de idolatría y
paganismo que llegó, después de la Ilustración, a un nivel de cuestionamiento
capaz de trascender el monoteísmo, incluso el judío, a nombre de una verdad
surgida de la razón crítica. Freud se identificó con ese judaísmo ilustrado,
ateo y antinacionalista que le permitía dejar de ser austriaco y judío, para
convertirse en hombre.
Bibliografía citada:
1.
Anzieu Didier, El autoanálisis de Freud; El descubrimiento
del psicoanálisis, trad. de Ulises Guiñazú, México, Siglo XXI, 1979
2.
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Totalitarismo, trad. Guillermo Solana, Madrid, Taurus, 1974
3.
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2012, México. pp. 7-19.
4.
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5.
Derrida Jacques, Mal de archivo; Una impresión Freudiana, trad. Paco Vidarte, Madrid, Editorial Trota, 1997.
6. Dubnov Simón, « El precio de la Emancipación –
El decreto de 1806 », en Historia
Universal del Pueblo Judío, Tomo VIII, Buenos Aires, Editorial S. Sigal,
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7.
Freud Sigmund, El malestar en la Cultura, en Obras
Completas, vol. XXI, trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2004.
8. Freud Sigmund, El
Porvenir de una Ilusión, en Obras
Completas, vol. XXI, trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2004.
9. Freud Sigmund, La
Interpretación de los sueños (primera parte), en Obras Completas, vol. IV, trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires,
Amorrortu Editores, 2004.
10. Freud Sigmund,
La interpretación de los sueños (segunda parte), en Obras Completas, vol. V, trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2004.
11.
Freud Sigmund, Moisés y la religión monoteísta, en
Obras Completas, vol. XXIII, trad. José
Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2004.
12.
Freud Sigmund, Tótem y Tabú, en Obras Completas,
vol. XIII, trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2004, tomo
13.
13.
Freud Sigmund, Proyecto de psicología, en Obras Completas, vol. I,
trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2004.
14.
Fuks Betty Bernardo, Freud y la Judeidad ; La vocación del
Exilio, trad. Sonia Radaelli
México, Siglo XXI, 2006.
15.
Görlich Ernst J., Historia del Mundo, trad. Mariano Orta
Manzano Madrid, Martínez Roca, Madrid,
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16.
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17.
Gay Peter, Freud, Vida y Legado de un precursor, Traducción Jorge Piatigorsky,
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18. Janik Allan y Toulmin Stephen, La Viena de Wittgenstein, trad.
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19.
Katz Iacob, Exclusiveness and Tolerance; Studies in Jewish-Gentile Relations in Medieval and
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20.
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Exilio: Una Aproximación al Pensamiento de Cohen, Kafka, Rosenzweig y Buber, México, UNAM-Plaza y Valdés, 2008.
22.
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en Raíces; Revista judía de cultura, año xx, no. 68.
23.
Pilatowsky Mauricio, “Memoria,
identidad y sujeto; debate sobre el Moisés de Freud” en María González Navarro,
Betty Estévez, Antolín Sánchez Cuervo (eds.), Claves actuales de
pensamiento, Madrid - México, CSIC - Plaza Valdés, 2010.
24.
Robert Marthe; Acerca de Kafka.
Acerca de Freud, trads. José Luis Giménez-Fontin, “Acerca de Kafka”, Jaume
Pomar, “Acerca de Freud” Barcelona, Editorial Anagrama, 1970.
25.
Robert Marthe. Freud y la conciencia judía; de Edipo a
Moisés, trad. Concha
San-Valero Barcelona, Ediciones
Península, 1976.
26.
Yerushalmi Yosef Hayim, El
Moisés de Freud; Judaísmo Terminable e Interminable, trad. Horacio
Pons, Buenos Aires, Nueva Visión, 1996.
Apéndice:
Datos
biográficos del autor
Sigmund Freud nació el
6 de mayo de 1856 en Freiberg Moravia, entonces una población del Imperio
Austro Húngaro que hoy en día está en la Republica Checa y se llama Príbor;
cuando tenía tres años de edad sus padres se instalaron en la ciudad de Viena.
Sobre su padre lo que sabemos es que nació
en Tysmenitz, Galitzia, de una familia judía jasídica y que antes de casarse
con la madre de Sigmund tuvo otro matrimonio y dos hijos. De su madre lo que
conocemos es que venía también de una familia judía, él fue el mayor de cinco
hermanas y un hermano.
Estudió medicina en la Universidad de Viena en 1873, se
graduó en 1881 y se especializó como neurólogo. En 1886 se casó con Martha
Bernays una mujer judía con la que tuvo tres hijos y tres hijas. En 1896
falleció su padre lo cual fue un evento determinante en su vida, a partir de su
elaboración del duelo y continuando con sus investigaciones descubrió una nueva
metodología de análisis; por medio de la interpretación de sus propios sueños
encontró las bases de lo que definiría como la <>.
Durante la Primera Guerra Mundial se identificó con el
nacionalismo germano pero al finalizar el conflicto y con el aumento del
antisemitismo se fue alejando de estas posturas. Se declaró ateo pero se
consideraba judío. Freud se dedicó a la práctica terapéutica toda su vida y en
paralelo se abocó al estudio de la Cultura con las herramientas metodológicas
que le proporcionó la clínica. En 1923 se le diagnósticó un cáncer de paladar
que le causó mucho sufrimiento, se sometió a varias intervenciones quirúrgicas
y tuvo que utilizar una prótesis bucal.
En el año de 1933, con la subida al poder de Hitler en
Alemania se recrudeció el antisemitismo en Viena, en el año de 1938 los
alemanes se anexaron Austria e implantaron las leyes nazis, gracias a la ayuda
de sus amigos Marie Bonaparte y Ernest
Jones Freud logró escapar y radicarse en Londres. El 23 de septiembre de 1939
con la asistencia de su amigo Max Schur se quitó la vida con una sobredosis de
morfina.
Entre sus obras más importantes podemos destacar La interpretación de los sueños (1900), Tótem y tabú (1913), Más allá del principio de placer (1920), Psicología de las masas y análisis del yo (1921), El porvenir de una ilusión (1927), El
malestar en la Cultura (1930) y
Moisés y la religión monoteísta (1939).
Bibliografía recomendada:
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32.
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al imaginario judío, prólogo de Alberto Sucasas, México, UNAM -
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Acerca de Freud, trads. José Luis Giménez-Fontin, “Acerca de Kafka”, Jaume
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38.
Robert Marthe. Freud y la conciencia judía; de Edipo a
Moisés, trad. Concha
San-Valero Barcelona, Ediciones
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39.
Yerushalmi Yosef Hayim, El
Moisés de Freud; Judaísmo Terminable e Interminable, trad. Horacio
Pons, Buenos Aires, Nueva Visión, 1996.
[1] Este tema fue tratado
parcialmente en el ensayo: Mauricio Pilatowsky, « Memoria, identidad y sujeto; debate sobre el Moisés de Freud »,
en María González Navarro, Betty Estévez, Antolín Sánchez Cuervo (eds.), Claves
actuales de pensamiento, Madrid - México, CSIC - Plaza Valdés, 2010, pp. 91 – 106.
[2]
Yerushalmi escribió en 1991 El Moisés
de Freud. Judaísmo terminable e interminable. Derrida dictó una conferencia
en Londres, el 5 de junio de 1994, en un coloquio internacional titulado Memory:
The Question of Archives. La conferencia se publicó un año más tarde con el título Mal de
Archivo. Una Impresión Freudiana.
[3] Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta, en Obras
Completas, Vol. XXIII, trad.
José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2004, p. 7.
[4] Esto se tratará con mayor
amplitud más adelante.
[5] Citado por: Betty Bernardo
Fuks, Freud y la Judeidad ; La vocación del
Exilio, trad. Sonia Radaelli, México, Siglo XXI, 2006, p. 20.
[6] El tema se trata
ampliamente en el libro Mauricio Pilatowsky, La Autoridad del Exilio: Una
Aproximación al Pensamiento de Cohen, Kafka, Rosenzweig y Buber, México, UNAM-Plaza y Valdés, 2008.
[7] Iacob Katz, Exclusiveness and Tolerance;
Studies in Jewish-Gentile Relations in Medieval and Modern Times,
Nueva York, Berhrman House, 1961. p. 4.
[8] Iacob Katz, « La
Emancipación Judía y los Estudios Judaicos », en Dispersión y Unidad, No. 15, Jerusalén, Organización
Sionista Mundial, 1975, pp. 118-126, p. 119.
[9] Simón Dubnov, « El
precio de la Emancipación – El decreto de 1806 », en Historia
Universal del Pueblo Judío, Tomo VIII, Buenos Aires, Editorial S.
Sigal, 1951, pp. 51-69.
[10] Ibid.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] Iacob Katz, La
Emancipación judía y los estudios judaicos, op. cit., p.122.
[14] Hannah Arendt, Los Orígenes del
Totalitarismo, trad. Guillermo Solana, Madrid, Taurus, 1974, p. 140.
[15] Ver Mauricio Pilatowsky, « Nacionalismo judío y
antisemitismo ilustrado », en Raíces; Revista judía de cultura, año
xx, no. 68.
[16] Para
ilustrar como surge este movimiento y cuáles son sus argumentos ver: Rafael S.
Hirsch, The Nineteen Letters About Judaism, Jerusalén-Nueva York,
Feldheim Publishers, 1995.
[17] Allan Janik
y Stephen Toulmin, La Viena de
Wittgenstein, trad. Ignacio Gómez de
Liaño, Madrid, Taurus, 1974, p.
45.
[19] Marthe Robert, Acerca de Kafka. Acerca de Freud, trads. José Luis Giménez-Fontin,
“Acerca de Kafka”, Jaume Pomar, “Acerca de Freud”, Barcelona, Editorial Anagrama, 1970, p. 118.
[20] Allan Janik y Stephen
Toulmin, La Viena de Wittgenstein, op.
cit., p. 49.
[21] Peter Gay, Freud, Vida y legado de un precursor, trad.
Jorge Piatigorsky, Madrid, Paídos, 1989, p. 42.
[22] Ibid. Las
propuestas sionistas de Teodoro Herzl, otro judío austríaco asimilado, deben
entenderse en el marco de esta dinámica que produjo la inmigración judía a
Viena.
[23] Allan Janik y Stephen
Toulmin, La Viena de Wittgenstein, op.
cit., p. 303.
[24] Ibid.
[25] Ibid., p. 65.
[26] Yosef Hayim Yerushalmi, El Moisés de Freud; Judaísmo Terminable e
Interminable, trad. Horacio Pons, Buenos Aires, Nueva Visión, 1996,
p.134.
[28] Peter Gay, Freud, p. 36.
[29] Ver nota número 85.
[30] Yosef Hayim Yerushalmi, El
Moisés de Freud, op. cit., p. 140.
[31] Ibid.
[32] Marthe Robert, Freud y la conciencia judía; de Edipo a
Moisés, trad. Concha San-Valero, Barcelona, Ediciones Península, 1976,
p. 27
[33] Yosef Hayim Yerushalmi, El
Moisés de Freud, op. cit., pp. 152-153.
[34] Ibid., p. 153
[35] Ibid.
[36] Betty Bernardo Fuks, Freud y la Judeidad, op. cit., p. 23.
[37] « Cruelmente, Freud acabó con la
ortodoxia juvenil de su esposa, a pesar de la pena que le provocaba a ella. »
Peter Gay, Freud, op. cit., p. 666. Este autor recoge una cita del
hijo de Freud donde comenta: « “Nuestras fiestas – recordó
Martin Freud- eran la Navidad, con regalos bajo un árbol con lucecitas, y la
pascua cristiana, con huevos pintados llamativamente. Yo nunca había estado en
una sinagoga, ni tampoco, por lo que sé, mis hermanos o hermanas”. »
Martin Freud, « Who Was
Freud? », en The Jews of Austria, comp. de Fraenkel, 203. Nota 43, p.808
[38] Freud Sigmund, La Interpretación de los sueños (primera parte),
en Obras Completas, vol. IV, trad.
José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2004, p. 211.
[39] Peter Gay, Freud,
op. cit., p. 51.
[40] Ibid.
[41] Ibid., p. 52.
[42] Betty Bernardo Fuks, Freud y la Judeidad, op. cit. p. 35.
[44] Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta, op.
cit., p. 55.
[45] Citado por Peter Gay, Freud, op. cit., p. 241.
[46] Peter Gay, Freud,
op. cit., p. 658.
[47] Ibid.
[50] Sigmund Freud, Proyecto de psicología,
en Obras Completas, Vol. I, trad. José Luis Etcheverry, Buenos
Aires, Amorrortu Editores, 2004, p. 339.
[51] Ibid., pp.
378-389.
[52] Roberto Castro, Notas sobre el Proyecto de Psicología
(Entwurf einer Psychologie) de Sigmund Freud, México, Siglo XXI, 2011, p. 7.
[53] Ibid.
[54] Ibid., p. 8.
[55] También conocido como Proyecto de psicología citado
anteriormente.
[56] Didier Anzieu, El autoanálisis de Freud; El descubrimiento
del psicoanálisis, trad. de Ulises Guiñazú, México, Siglo XXI, 1979,
pp. 630-631.
[57] « La interpretación de los sueños […]
constituye el libro primero del psicoanálisis y el programa de los siguientes
libros de Freud y sus colaboradores. » Ibid., p. 507.
[58] Sigmund Freud, La interpretación de los sueños (segunda
parte), en Obras Completas, Vol. V, trad. José Luis Etcheverry,
Buenos Aires, 2004, p. 534.
[59] Ibid., p. 535.
[60] Ibid., p. 527.
[61]Ibid., p. 535.
[62] Ibid., p. 535.
[63] Sigmund Freud, La interpretación de los sueños (primera parte),
en Obras Completas, Vol. IV, trad. José Luis Etcheverry,
Buenos Aires, 2004, p. 126.
[64] Didier Anzieu, El autoanálisis de Freud, op. cit., p. 624.
En una entrevista Freud comentó lo siguiente:
G.
S. V.: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?
S.
F.: Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo.
Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros.
El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros
descargan sus pecados sobre él. Él debe practicar su arte a la perfección para
liberarse de los fardos cargados sobre él. [George Sylvester Viereck, « Entrevista
a Sigmund Freud: El valor de la vida » (1926) »*, en Espectros
del Psicoanálisis, número 9 invierno de 2012, México. pp. 7-19, p. 12.]
* Ofrecemos aquí
una entrevista realizada a Sigmund Freud, que nos ha hecho llegar gentilmente
nuestra colega Rosa Liguori. Esta entrevista fue concedida al periodista George
Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los Alpes suizos. Se
creía perdida pero en realidad se encontró que había sido publicada en el
volumen de Psychoanalysis and the Fut, en Nueva York en 1957. Fue
traducida del inglés al portugués por Paulo César Souza y al castellano por
Miguel Ángel Arce.
[65]Como en el análisis de un
sueño donde viajaba a Roma lo lleva al recuerdo de cuando tenía 12 años y su
padre le contó de cómo lo habían bajado de la acera. Ver nota. 37
[67] Ibid.
[68] Ibid.
[69] Sigmund Freud, Tótem y Tabú, en Obras Completas, Vol. XIII, trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires,
2004, pp. 1-164.
[70] Ibid., p. 128.
[71] Ibid., pp. 143-144.
[72] No es demostrable
históricamente parte de una hipótesis para explicar lo que aparece en la
clínica con el apoyo de los estudios antropológicos y biológicos.
[73] Sigmund Freud, Tótem y Tabú. op. cit. p.145
[74] Ibid., p. 146.
[75] Sigmund Freud, El Porvenir de una Ilusión, en Obras Completas, vol. XXI, trad. José
Luis Etcheverry Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2004, p. 43.
[76] Ibid., p. 44.
[77] Ernst J. Görlich, Historia del Mundo, trad. Mariano Orta
Manzano, Madrid, Martínez Roca, 1972, p.
13.
[78] Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta, op.
cit., p. 49.
[79] Ibid., p. 83.
[80] Ibid.
[81] Ibid.
[82] Ibid., pp. 86-87.
[83] Para comprender como
funciona esta estructura psíquica Freud nos dice: « Nos acude otra
pregunta más cercana. ¿De qué medios se vale la cultura para inhibir, para
volver inofensiva, acaso para erradicar la agresión contrariante? Ya hemos
tomado conocimiento de algunos de esos métodos, pero al parecer no de los más
importantes. Podemos estudiarlos en la historia evolutiva del individuo. ¿Qué
le pasa para que se vuelva inocuo su gusto por la agresión? Algo muy asombroso
que no habíamos colegido, aunque es obvio. La agresión es introyectada,
interiorizada, pero en verdad reenviada a su punto de partida; vede decir:
vuelta hacia el yo propio.
Ahí
es recogida por una parte de yo, que se contrapone al resto como superyó y entonces,
como « conciencia moral », está pronta a ejercer contra el yo la
misma severidad agresiva que el yo habría satisfecho de buena gana en otros
individuos, ajenos a él. Llamamos «conciencia de culpa a la tensión entre el
superyó que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido. Se exterioriza
como necesidad de castigo. Por consiguiente, la cultura yugula el peligroso
gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmándolo, y vigilándolo
mediante una instancia situada en su interior, como si fuera una guarnición
militar en la ciudad conquistada. » [Sigmund Freud, El malestar en la cultura, en Obras
Completas, vol. XXI, trad. José Luis Etcheverry, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 2004, p. 119-120.]
[84] Ibid., p. 111.
[85] Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta, op.
cit., p. 52.
[86] Sigmund Freud, Tótem y Tabú, op. cit., p. 9.
[88] Ibid.
[89] Ibid. Freud se
refiere a la identificación con el colectivo judío en general y no al sionismo
aunque al respecto también se pronunció: « Su comentario más extenso sobre el sionismo se
encuentra en una carta a Albert Einstein. Aparentemente Einstein le pidió que
se pronunciara públicamente sobre el tema, y Freud se negó: « Quien quiera influir en una multitud debe
tener algo valioso y entusiasta
que decir, y mi sobria
evaluación del sionismo no permite esto ». Declaraba simpatizar con el movimiento y
estar « orgulloso » de « nuestra » Universidad de Jerusalén; le
agradaba que florecieran « nuestros » asentamientos. « Por otro lado, no creo que Palestina se convierta nunca en Estado
judío, ni que el mundo cristiano o el islámico estén alguna vez dispuestos a
permitir que sus lugares sagrados queden en manos judías. Para mí habría sido
más comprensible fundar una patria judía en un territorio nuevo, sin trabas históricas. » Sabía que una actitud « racional » como ésa nunca lograría « el entusiasmo de las masas y los recursos de los ricos. » Pero lamentaba que « el fanatismo antirrealista » de sus hermanos judíos despertara
la sospecha de los árabes. « No puedo experimentar ninguna simpatía por una piedad extraviada que convierte en religión nacional un
fragmento del muro de Herodes, y por él desafía los sentimientos de los nativos
del lugar. » » (Freud a Einstein, 26 de febrero 1930, Freud Collection, B3, LC.) en:
[Peter Gay, Freud,op. cit. pp.
663-664.]
[90] Jacques Derrida, Mal de archivo; Una impresión Freudiana,
trad. Paco Vidarte, Madrid, Editorial Trota, 1997, p. 62.
[91] Yosef Hayim Yerushalmi, El
Moisés de Freud, op. cit., pp. 152-153.
[92] En: Peter Gay, Freud, op. cit., p. 714.
[93] George Sylvester Viereck, « Entrevista
a Sigmund Freud: El valor de la vida (1926) », art.
cit., pp. 7-19, p.12.
[95] Sigmund Freud, Moisés y la religión monoteísta, op
cit., p. 111.