1. Las revoluciones actuales y
la tecnología:
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo; así abría Karl Marx su manifiesto del Partido Comunista en el año de
1848.[1]
Más de un siglo y medio después podríamos nosotros decir que un fantasma
recorre el mundo; pero en esta ocasión es un fantasma que viaja a través de las
redes electrónicas y gracias a los desarrollos tecnológicos en materia de
comunicación. En los últimos meses hemos sido testigos de una nueva revolución
social; cientos de miles de “inconformes” se están manifestando contra los
sistemas políticos, las injusticias sociales y los programas económicos
neoliberales.
Lo que ha caracterizado a estos levantamientos
es la forma en la que la población ha sido convocada, en todos ellos los medios
de comunicación más avanzados se han puesto al servicio de las protestas; nos
referimos a Internet y la telefonía celular, y a todas las herramientas que
proveen como coreos electrónicos, twiter, face book, you tube, cámaras, etc.… Por otro lado hemos sido testigos de
cómo a partir de una reproducción del material transmitido por Internet se ha
exhibido al sistema oculto detrás de los acuerdos políticos y la diplomacia en
lo que conocemos como Wiki leaks.
Estamos siendo testigos de algo
insólito que no terminamos de comprender, inmediatamente aplaudimos la existencia
de estos recursos y queremos ver en su instrumentación una expresión de las
fuerzas democráticas, lo cual en parte es cierto, pero al mismo tiempo podemos
observar como estos mismos medios se utilizan para controlar y vigilar. Los
sistemas policíacos ya pueden invadir nuestra privacidad gracias a su acceso a
estos bancos de información, millones de seres humanos estamos “capturados” y
podemos ser localizados con facilidad. En las fronteras los muros electrónicos
se vuelven cada vez más eficientes impidiendo el libre flujo de personas. Al
acceder a las redes electrónicas y compartir nuestra información personal nos
exponemos a ser objetos de estudio para los grandes consorcios que nos
convierten en consumidores de sus productos.
Esta dialéctica emancipación-sometimiento o libertad-sujeción, está
acompañada de mucha violencia que en ocasiones nos es difícil de identificar
pero siempre está presente.
Para analizar este fenómeno de
actualidad presentaremos lo que en el
año de 1936 vislumbró Walter Benjamin como una prognosis y que dejó asentada en
un trabajo que tituló La Obra de Arte en
la Época de su Reproductibilidad Técnica.
2. La interpretación marxista de
Benjamin: Una acotación antes de entrar con Benjamin: Vivimos
en una época en la que ya no es filosóficamente correcto recuperar las teorías
de Marx para el análisis social, el fracaso del sistema político que decía
operar de acuerdo a está teoría se utiliza como prueba de la supuesta falla de
las propuestas del pensador alemán. Nos permitimos ir en contra de lo
filosóficamente correcto y recuperar el pensamiento marxista como herramienta
para comprender el sistema capitalista, es en este sentido que abordamos la
interpretación que hace Walter Benjamin. El abre el texto arriba señalado con
la siguiente afirmación:
Cuando
Marx emprendió el análisis del modo de producción capitalista éste estaba en
sus comienzos. Marx dispuso de tal manera sus investigaciones, que éstas
adquirieron un valor de prognosis. Descendió hasta las condiciones
fundamentales de la producción capitalista y las expuso de tal manera que de
ellas se podía derivar lo que habría de esperarse más adelante del capitalismo.
Se derivaba que del mismo se podía esperar no sólo una explotación cada vez más
aguda de los proletarios sino también, finalmente, la preparación de las
condiciones que hacen posible su propia abolición.[2]
En la lectura que hace Benjamin de
Marx nos dice que el estudio profundo de la manera en la que opera el sistema
capitalista de producción permite avizorar, de alguna manera, ciertas
características de la sociedad por venir, entre estas la dinámica de la
explotación y de los recursos que se tendrán para terminar con ella. Es a este
movimiento contra la lógica del tiempo al que hemos definido como “peinar el
futuro a contrapelo” recogiendo la tan conocida expresión que utiliza Benjamin
en sus Tesis sobre la filosofía de la
historia donde nos invita a “peinar la historia a contrapelo”.
3. Sobre el concepto de
superestructura: El autor parte de un análisis de uno
de los conceptos centrales de Marx, en el prólogo escribe: “El
revolucionamiento de la supraestructura avanza mucho más lentamente que la
infraestructura, ha requerido más de medio siglo para hacer vigente en todos
los ámbitos culturales la transformación de las condiciones de producción”.[3]
Para Marx las relaciones concretas de producción van determinando las otras
esferas de la vida social, a las primeras denomina “infraestructura” y a las
segundas “superestructura” para explicar estas afirmaciones pongamos algunos
ejemplos.
En una economía de carácter agrícola las
relaciones concretas de producción tienen que ver con el trabajo específico de
la siembra y la cosecha, donde se explota la mano de obra de los que participan
en este proceso; esto corresponde a la infraestructura. Esta actividad depende
del clima y las estaciones del año, encontramos estonces saberes ligados a la meteorología,
rituales donde se adoran a deidades que
representan los elementos naturales como el Sol y la lluvia, y un arte que
reproduzca este culto por la materia; estos últimos están en el ámbito de la
superestructura. Podemos ver algo similar con la actividad de los pastores que
dependen de la crianza de los animales, mientras que esta actividad en sí
refleja la infraestructura; el desarrolló del cuidado de la vida, la
exploración topográfica, el pensamiento en un Dios que es nuestro pastor, y el
desarrollo de la música, corresponden a la superestructura.
En este sentido Benjamin entendió
que el elemento de la infraestructura capitalista consiste en la explotación
por medio de la reproductibilidad técnica, lo que podría definirse con otras
palabras como producción masiva por medios tecnológicos. Lo que sostiene es que
este tipo de economía tendría que desarrollar una superestructura que opere de
acuerdo a esta racionalidad, es decir por medio de saberes, cultos y
valoraciones estéticas que reflejen esta condición. Cuando nos menciona en el
año de 1936 que paso medio siglo desde los escritos de Marx para que se refleje
su teoría en las expresiones artísticas, es porque va a sostener que podemos
encontrar en el cine, que en esa época iba surgiendo cada vez con mayor fuerza,
la expresión superestructural de la economía capitalista.
4.
El cine y el culto a la reproductibilidad
Para
comprender mejor o anteriormente expuesto veamos como explica Benjamin la
situación del arte antes del cine. Según nos comenta: “Sería posible exponer la
historia del arte como una disputa entre dos polaridades dentro de la propia
obra de arte, y distinguir la historia de su desenvolvimiento como una sucesión
de desplazamientos del predominio de un polo a otro de la obra de arte. Estos dos
polos son su valor ritual y su valor de exhibición[4].
El ritual nos remite al momento del
mismo animismo cuando, por ejemplo, se pintaba en las cuevas a los animales que
se iban a cazar par intentar, por eso medio protegerse de ellos. En esta
situación vemos como hay un miedo mágico a la imagen a la que se teme y por lo
mismo su observación queda reducida a unos cuantos. El de exhibición va en el
sentido contrario tiene que ver con una manera de controlar por medio de la
trasmisión de esa fuerza mágica o ritual. Los sacerdotes utilizan la
representación como forma de extensión de su poder.
El resultado de está dialéctica es
la creación de lo que Benjamin denomina “aura” es ese hálito sacro que
depositamos en la obra de arte, nuestra veneración del aquí y el ahora que
encontramos al postrarnos frente a la reproducción original de la Mona Lisa de
Da Vinci o al escuchar en vivo a los Caifanes después de diecisiete años de
separación. No importa que el cuadro
original este todo deslucido y agrietado o que las voces y sonidos de los
interpretas ya estén gastados por el tiempo; lo que se convierte en un elemento
de placer estético es el sentirnos frente a lo original en un culto extraño a
la exhibición de lo auténtico.
Lo que sucede con el cine es que recoge
el elemento ritual, potencializa el de exhibición, y cambia por completo los
valores estéticos. Benjamin lo explica así:
Se
puede resumir estos rasgos en el concepto de aura, y decir: lo que se marchita
de la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica es su aura. Es
un proceso sintomático; su importancia apunta más allá del ámbito del arte. La
técnica de reproducción, se puede formular en general, separa a lo reproducido
del ámbito de la tradición. Al multiplicar sus reproducciones, pone, en lugar
de su aparición única, su aparición masiva. Y al permitir que la reproducción
se aproxime al receptor en su situación singular actualiza lo reproducido.[5]
La reproducción masiva de la imagen
de la Monalisa o de las canciones de los Caifanes termina con el “aura”,
desplaza el culto a la misma capacidad reproductiva y se o lleva a las masas.
Los consumidores tenemos copias de las grandes obras maestra, reproducimos la
música en cualquier aparato, tenemos la figurita barata de la escultura del
“pensador” hecha de Rodin en el baño de la casa, lo que nos ha sucedido es que
adoramos la capacidad de reproducción, nos sentimos participando de un derecho
de señores.
En el cine no hay copia original,
las escenas son fabricadas, los personajes actúan y los efectos especiales
simulan realidades, lo que disfrutamos en el cine es su capacidad de engañar de
enajenar. Somos los espectadores de un proceso en el que somos cómplices,
asistimos a la destrucción del “aura” como un triunfo y nos dejamos sujetar por
esa misma máquina trituradora.
5.
Reproductibilidad y control
Lo que ha sucedido es que la
economía capitalista ha colocado su capacidad reproductiva como un ídolo para
ser admirado y adorado, nos sentimos fascinados con las ventajas que esta
reproductibilidad técnica nos ofrece, veneramos la eficiencia, nos
congratulamos con la comodidad, y nos volvemos embajadores del progreso
técnico. Lo que nos comenta Benjamin es que a final de cuentas “besamos la mano
que nos fustiga” adoramos la cosificación masiva de la que somos víctimas, nos
enajenamos en el culto de estos nuevos dispositivos. Él lo explica de esta
manera: “La proletarización creciente del hombre actual y el alineamiento
también creciente de las masas son dos caras de uno y el mismo suceso. (...) El
fascismo ve su salvación en que las masas lleguen a expresarse (pero que ni por
asomo hagan valer sus derechos).”[6]
La reproductividad técnica permite que las masas se expresen, millones de
usuarios de Face book son la prueba
concreta de este fenómeno, está compañía hace billones de dólares satisfaciendo
la necesidad masiva de comunicarse, los usuarios sienten que se expresan, se
sienten leídos, se sienten importantes pero la maquinaria los controla y maneja,
les abre las opciones de participación pero al mismo tiempo los censura y
controla como parte del “operativo lúdico”.
La reproductividad técnica utiliza
el cine, el radio y la televisión para enajenar, el Internet para vigilar y
archivar información, los celulares se han convertido en pequeños transmisores
de lo que pensamos y decimos y permite que se borre la frontera entre lo
público y lo privado, en el microbus vamos escuchando lo que platican los otros
pasajeros, de sus vidas privadas. El
“Gran hermano” del que hablaba Orwell en su texto 1984 se opera desde estos
mecanismos.
6. Reproductibilidad y
emancipación
Pero
como todo proceso dialéctico al mismo tiempo que se instrumentan mecanismos de
control se abren las posibilidades de revertir sus efectos e incluso de
desbordarlos a esto se refería Benjamin cuando afirmaba que:
El cine sirve para ejercitar al ser humano en aquellas
percepciones y reacciones que están condicionadas por el trato con un sistema
de aparatos cuya importancia en su vida crece día a día. Al mismo tiempo, el trato con este sistema de aparatos le enseña que la
servidumbre al servicio del mismo sólo será sustituida por la liberación
mediante el mismo cuando la constitución de lo humano se haya adaptado a las
nuevas fuerzas productivas inauguradas por la segunda técnica.[7]
La fuerza emancipadora en el sistema
capitalista, según lo entendía Benjamin, no consistía en reconstituir el “aura”
como lo pensaban algunos artistas y teóricos del arte, de lo que se trata es de
estar un paso adelante y aprender a impulsar el cambió por medio de la reproductividad
técnica. Benjamin hablaba de un cine revolucionario, nosotros podemos hablar de
una democratización de las redes sociales y de escapar a la censura de los
gobiernos por medio del uso de los celulares y de sus cámaras, tal y como está
sucediendo hoy en día.
7.
Conclusiones
Más
de setenta años después de que Benjamin escribiera su ensaño sobre La obra de arte en tiempos de la
reproductibilidad técnica vemos como los cambios sociales se van gestando a
partir del uso masivo de estos medios, como comentábamos al inicio de esta
exposición, en esta suerte de ontología del presente, las personas se rebelan
contra los sistemas autoritarios por medio de las herramientas tecnológica
producidas por el capitalismo así como los sistemas de control operados por el
mismo sistema.
Las personas han aprendido a pensar
de acuerdo a esta racionalidad pero no están dispuestos a someterse a su
manipulación. Para concluir podemos afirmar que desde el pasado Walter Benjamin
describió lo que podría suceder y está sucediendo en una suerte de profecía
materialista de la historia, mirando el pasado a contrapelo es posible también
abrir el horizonte de la imaginación y hacer un bosquejo plausible del
porvenir.