A la
memoria de Natán Ofek
Soy
un judío. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos,
órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? […]Si nos pincháis, ¿no
sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos
morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo
demás, nos pareceremos también en eso.
(William Shakespeare El Mercader de Venecia)
1. Presentación
El
tema del antisemitismo no ha dejado de ser actual, de ahí que toda reflexión al
respecto no pueda considerarse agotada. Por otro lado, esta manifestación
particular de odio debe comprenderse como parte de un fenómeno social más
amplio que podríamos definir como odio al extraño; de alguna manera se le
podría entender como la expresión más conocida y generalizada de esta dinámica
de exclusión[1]. En
este breve ensayo recuperaremos algunas de las reflexiones del filosofó francés
Jean-Paul Sartre con respecto a la cuestión judía, el antisemitismo y el odio
al extranjero que desarrolló en un trabajo que tituló: Reflexiones sobre la cuestión Judía[2]
2.
Una vida en busca de autenticidad
Jean Paul Sartre nació en París Francia en 1905, en 1924
inició sus estudios universitarios en la École
Normale Supérieure, donde conoció a Simone de Beauvoir, con quien
estableció una relación que duraría toda su vida. Tras cumplir el servicio
militar, empezó a ejercer como profesor de preparatoria; en 1933 obtuvo una
beca de estudios que le permitió trasladarse a Alemania, donde entró en
contacto con la filosofía de Husserl y de Heidegger. Movilizado en 1939, fue
hecho prisionero, consiguió escaparse en 1941 y regresar a París donde colaboró
con Albert Camus en Combat, el
periódico de la Resistencia. En 1956 rompió con su amigo Camus, denunció el
estalinismo y protestó por la intervención soviética en Hungría. En 1964 rechazó
el Premio Nobel de Literatura, colaboró con Bertrand Russell en el
establecimiento del Tribunal Internacional de Estocolmo para la persecución de
los crímenes de guerra, y participó directamente en la revuelta estudiantil de
mayo de 1968. Murió en 1980 legando una obra filosófica y literaria muy
importante.
3.
Reflexiones sobre la cuestión judía
Sartre escribió su texto sobre la cuestión judía en el año de 1944, es
importante contextualizar sus palabras; fueron escritas poco tiempo después de
la liberación de París que había estado ocupada por los nazis. En esos momentos
ya se tenía información de lo que le habían hecho los alemanes a los judíos,
pero todavía no se conocía completamente la magnitud y las características del crimen.
Por otro lado, la actitud del gobierno de ocupación francés hacia los judíos
fue ambigua; protegieron de alguna manera a los que tenían ciudadanía francesa,
hasta donde les fue posible, pero deportaron
a los refugiados de otros países, la mayoría fueron exterminados[3].
Recordemos también que al finalizar la guerra todavía no se había
creado el Estado de Israel que se fundó en 1948, el drama de los sobrevivientes judíos que
buscaban refugio todavía no tenía una solución definitiva; estos recorrían
Europa en busca de sus familiares y buscando sus pertenencias. Europa se
encontraba en ruinas, ocupada por los ejércitos aliados y en una conmoción
donde era difícil entender la magnitud de la catástrofe. El escrito de Sartre
debe valorarse como el testimonio de un pensador que da cuenta de aquello que está viviendo y
que trata de organizar lo que siente, y
no como una reflexión depurada que puede elaborarse gracias a la distancia
emocional que regala el tiempo.
Otro aspecto a considerar es el de las diferencias entre el
antisemitismo francés, y lo sucedido en Auschwitz, el primero, más cercano a
las vivencias de Sartre, quedó “rebasado” por los resultados de la barbarie
alemana. En el imaginario francés estaba presente el “caso Dreyfus” en el que un
oficial judío fue acusado injustamente de traición como parte de una campaña
antisemita y que llevó al escritor Émile Zola en 1898 a
redactar su famoso Yo acuso (J'accuse)
donde denunció esta injusticia. No se le puede pedir a Sartre que comprendiera
en 1944[4] lo que habían
hecho los nazis por lo que muchas de sus conclusiones seguían respondiendo al
antisemitismo que el había conocido hasta ese momento.
Ya han pasado más de sesenta años desde que Sartre escribió este ensayo
y desgraciadamente no ha perdido vigencia, en Francia se sigue persiguiendo a
los judíos, profanando cementerios y haciendo pintas en las sinagogas. El odio
a los extranjeros se extiende a los musulmanes, orientales, africanos y
latinoamericanos, desde este punto de vista se justifica el continuar
estudiando lo que el filósofo francés escribió en su momento.
4. El hombre y la libertad
El tema que nos ocupa es el de la lectura que hizo Sartre de lo que
definió como “cuestión judía”, nos limitaremos a este aspecto exclusivamente,
sin embargo para comprenderlo es importante recuperar, aunque sea tangencialmente,
algunos aspectos de su propuesta filosófica. Él sostenía que al “hombre” había
que entenderlo en su situación existencial concreta, inmerso en las condiciones
con las que se enfrenta; “es decir, un conjunto de limitaciones y de
obligaciones: el hecho de tener que morir, la necesidad de trabajar para vivir,
de existir en un mundo ya habitado por otros hombres”[5].
Al mismo tiempo afirmaba que todas estas circunstancias no le impiden ejercer
su libertad. “Estamos solos, sin excusas, es lo que expresaré diciendo que el
hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo,
y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es
responsable de todo lo que hace.” [6]
Ante esta irremediable condición de libertad radical el hombre puede
actuar de dos posibles maneras: en forma “auténtica” aceptando su
indeterminación, rebelándose contra toda situación que busque cancelar su
libertad, o en forma “inauténtica”, “cosificándose” a sí mismo y a los demás
para evadir su responsabilidad. Dicho con otras palabras, lo que sostiene
Sartre es que la conciencia de nuestra libertad nos angustia ya que nos hace
ver que, a pesar de estar siempre rodeados de gente, actuando de acuerdo a
reglas o tradiciones, determinados por los espacios externos y las limitaciones
de nuestro cuerpo, siempre tenemos la posibilidad de decidir si es eso lo que
queremos ser. Lo que descubrimos es que no existe una esencia, o una verdad
absoluta que nos determina, a final de cuentas nos descubrimos solos y
desamparados frente a la responsabilidad de nuestras decisiones. Estamos
condenados a ser libres y obligados a asumir las consecuencias de nuestros actos.
La conciencia de nuestra
libertad, que parecería ser un don, se convierte en una condena de la que
buscamos constantemente escapar, la manera de hacerlo, nos dice Sartre, es auto
engañándonos por medio de un mecanismo de la misma conciencia “La mala fe
tiene, pues, en apariencia, la estructura de la mentira. Sólo que –y esto lo
cambia todo- en la mala fe yo mismo me enmascaro la verdad. Así, la dualidad
del engañador y del engañado no existe en este caso. La mala fe implica por
esencia la unidad de una conciencia”.
[7]
Este mecanismo por medio del cual escapamos de nuestra responsabilidad
se construye negando la libertad; la nuestra y la de los que nos rodean; nos
engañamos contándonos que estamos determinados por las circunstancias o que nos
regimos por fuerzas externas, físicas o metafísicas. Así como nos negamos como
seres libres, lo hacemos con los demás, los hacemos “cosas”, “objetos” que
carecen de albedrío. Para escondernos a nosotros mismos nuestra indeterminación
cosificamos a los otros.
5. El significado de la
“autenticidad” frente a la “mala fe”
El
hombre concreto se encuentra siempre en una situación que lo está determinando
y que le exige posicionarse frente a ella; reconocerse ahí implica asumir lo
que la acompaña incluyendo los aspectos desagradables, las emociones que se
desatan, las frustraciones, angustias y miedos. El reconocimiento de este
“estar arrojado en el mundo” nos enfrenta a la mirada cosificadora de los
otros, ellos nos posicionan en un espacio donde no somos lo que elegimos sino
lo nos es determinado.
A partir de este mecanismo de la
conciencia que Sartre define como “mala fe” nos entregamos a la mirada
cosificadora y somos lo que los otros deciden hacer de nosotros. Pero en una
parte de nuestra conciencia la indeterminación se rebela contra la cosificación
y se resiste al engaño, ahí radica la autenticidad, en esta decisión de
afrontar la angustia, superar el miedo y entenderse en la indeterminación.
“Si
se conviene con nosotros en que el ser humano es una libertad en situación, se
estará de acuerdo sin mayores problemas con que esa libertad puede ser definida
como auténtica o inauténtica, según la elección que ésta hace de sí misma en la
situación en la que surge. La autenticidad, ni que decir tiene, consiste en
asumir una conciencia lúcida y verídica de la situación, en asumir asimismo los
riesgos y responsabilidades que tal situación conlleva, en reivindicarla desde
el orgullo o la humillación, y en ciertas ocasiones desde el horror y el odio.”[8]
La autenticidad para Sartre implica
enfrentamiento con lo establecido y búsqueda de cambio, requiere de una
solidaridad que puede describirse como humanismo; lo humano consiste en el ser
indeterminado que se resiste a la cosificación. El ser auténtico vive su
humanidad en constante enfrentamiento con los mecanismos sociales de dominación
que tienden a definir el lugar que cada uno debe tener en la sociedad. Así es
como explica la existencia de instituciones como la Familia, la Iglesia, el
Estado que, dentro de una economía capitalista de explotación, buscan apropiarse de la libertad de cada
individuo para convertirlo en un objeto controlable. Para Sartre la revolución
debe entenderse desde la búsqueda de autenticidad en la conciencia, tanto en lo
individual como en lo colectivo.
Y
cuando decimos que el hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir que
el hombre es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable
de todos los hombres. […]Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que
cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que al
elegirse elige a todos los hombres. [9]
6.
Antisemitismo
Sartre comprende y explica la cuestión judía en términos de su
fenomenología existencialista como una manifestación colectiva de mala fe;
considera que en Europa, a lo largo de la historia se ha ido creando un
prejuicio de un ser al que se le atribuyen defectos y a quien se le deposita el
odio colectivo. El judío es el villano predilecto de la mala fe cristiana y de
sus manifestaciones secularizadas que llegan al fascismo, al respecto comenta:
“Nosotros
hemos creado a esta especie de ser humano que sólo adquiere su sentido como
producto artificial de una sociedad capitalista (o feudal), este ser humano
cuya razón de existir no es otra que la de ejercer de cabeza de turco para una
colectividad todavía prelógica. A esta especie de seres humanos que encarna la
condición humana más que ninguna otra porque nació de reacciones secundarias
surgidas del interior de la humanidad, a esta quintaesencia de lo humano,
desvalida, desarraigada, originariamente prometida a la inautenticidad o al
martirio. En semejantes tesitura, en tales circunstancias, no hay ni uno solo
de nosotros que no sea totalmente culpable y hasta criminal: la sangre judía
vertida por los nazis recae sobre todos nosotros.”[10]
Lo que sostiene Sartre es que las existencia de este colectivo
denominado “judío” responde a una creación del odio de aquellos que buscan
definirse a partir de lo negativo, su ser “europeo”, o “cristiano”, su ser “universalista”
o “generoso” o “incluyente” es al mismo tiempo “no ser judío”. De la misma manera les atribuye a los
“judíos” todos los males que le aquejan:
“Si
un hombre atribuye la totalidad o parte de las tribulaciones de un país así
como las suyas propias a la existencia de « elementos » judíos en la
sociedad, si propone resolver el « problema » privando a los judíos
de algunos de sus derechos, apartándolos de ciertas actividades de ámbito
económico y social, expulsándolos del territorio o exterminándolos a todos, se
dice que ese hombre tiene opiniones antisemitas.”[11]
Vemos entonces como para el autor “no es el carácter judío el que
provoca el antisemitismo, sino que, y por el contrario, es el antisemita el que
crea al judío.”[12] La
mala fe actúa en forma individual y colectiva, las personas evaden la
responsabilidad de sus acciones y enuncian a rebelarse contra los auténticos
causantes de sus males. En el judío, como villano tradicional, se depositan las
razones del malestar.
La economía está mal porque los “judíos”, que supuestamente controlan
la banca internacional, “especulan” con los ahorros de los trabajadores;
“ellos” no permiten la unidad nacional ya que son una “raza” de apátridas que solo
son leales al dinero y se confabulan entre sí, son los traidores por
excelencia, los “judas” que entregaron y mataron a Cristo. De estos prejuicios
desprenden que no se puede confiar en ellos; son cerrados y antisociales solo
se casan entre ellos y solo se apoyan a sí mismos. Su único dios es el dinero,
son avaros y ambiciosos, estafadores y mentirosos.
Sartre utiliza su análisis
filosófico para explicar cómo es que el antisemita proyecta sobre el judío
imaginario todo aquello que ve en sí mismo y rechaza, como en realidad, por
medio de un mecanismo de mala fe crea al judío que necesita, “Llegados a este
punto podemos, ya, comprender al antisemita. Es un hombre que tiene miedo. No
de los judíos, desde luego: de sí mismo, de su conciencia, de su libertad, de
sus instintos, de sus responsabilidades, de la soledad, del cambio, de la
sociedad y del mundo; de todo, salvo de los judíos.”[13]
El antisemitismo, así como otras
manifestaciones de odio a los extranjeros, es un mecanismo de evasión, falta de
autenticidad, actos de mala fe, tanto en lo individual como en lo colectivo; en
vez de asumir la responsabilidad por los efectos de las acciones propias se
busca un chivo expiatorio a quien responsabilizar. De ahí que se les segregue,
persiga, expulse o aniquile. En 1944 se trataba de judíos o gitanos, hoy en día
se extiende a musulmanes, latinoamericanos, orientales o africanos.
7.
Judaísmo como situación
¿Quién
es entonces un judío para Sartre? Esta es una pregunta central para poder
comprender su reflexión sobre la cuestión judía. Nos queda claro que existe “el
judío” en la mirada cosificadora del antisemita, pero ¿existe un ser auténtico
más allá del prejuicio? Sartre piensa que sí, pero que está determinado por la
imposibilidad de dejar de ser lo que el prejuicio le asigna. En su origen, nos
dice el filósofo, su identidad estaba ligada a una fe y a una nación pero a lo
largo de los siglos estos referentes se fueron perdiendo:
“Así
pues, los datos sobre la cuestión nos indican que: una comunidad histórica
concreta es en primer lugar una comunidad nacional
y religiosa; más la comunidad judía,
que fue ambas, se ha vaciado poco a poco de estas características concretas. De
buen grado la denominaríamos una comunidad histórica abstracta.
(…)
Lo que une a los hijos de Israel no es ni su pasado, ni su religión ni su
tierra. Pero si todos ellos tienen un nexo común, si todos merecen su nombre de
judío, es porque comparten su situación común de judíos, es decir, porque viven
en el seno de una comunidad que los tiene por tales.”[14]
Los judíos no se
definen por su religión, hay judíos ateos, tampoco por su nacionalidad ya que
muchos de ellos son ciudadanos de muchos países del mundo, tampoco los une una
misma lengua, muchos de ellos no hablan hebreo, tampoco se les puede
identificar con alguna supuesta “raza”, los hay blancos, negros, rojos y
amarillos; no los define su actividad económica, hay empresarios,
profesionistas, obreros, campesinos, desempleados, artistas, pensadores,
científicos, amas de casa, y estudiantes.
Lo que los define,
según Sartre, es la situación que les es conferida por los otros, son lo que
son en cuanto que deben rebelarse contra el prejuicio de la mirada antisemita.
Lo que hace a los judíos ser judíos, según él, es el enfrentarse a la
imposibilidad de dejar de serlo y al reto de construir un mundo donde se pueda
vivir sin llevar cosida la estrella amarilla:
“la autenticidad consiste, en su caso, en asumir hasta sus últimas
consecuencias su condición de judío, la falta de autenticidad en renegar de
dicha condición o en tratar de esquivarla. En su caso, la falta de autenticidad
le resulta mucho más tentadora que el resto de los seres humanos, ya que la
situación que ha de reivindicar y vivir es la propia de un mártir.” [15]
De esta manera explica
Sartre lo que le tocó ver en la Europa ilustrada, cómo millones de personas que
buscaron asimilarse a la cultura alemana o la francesa fueron excluidos,
recluidos y exterminados, los judíos
asimilados, incluso sus hijos o nietos ya convertidos al cristianismo fueron
aniquilados como judíos. La condición judía les fue impuesta desde la mirada
excluyente del antisemita. Desde esta realidad de la que Sartre fue testigo
directo, la condición de mártir del judío auténtico no fue una especulación
teórica, se convirtió en una verdad trágica.
7. El lugar del judío
Atrapado
por la mala fe del antisemita el judío tiene una doble misión, rebelarse contra
la cosificación externa y combatir su propia mala fe. “Mostrarse auténtico
reivindicándose como judío está muy bien, en efecto, pero no han comprendido
que la autenticidad se manifiesta en la rebeldía.”[16]
Sartre comprendió que el sufrimiento de los judíos a lo largo de la historia y
lo que acababa de suceder en el Holocausto los colocaba en una situación
insostenible y desesperada, la responsabilidad para él pesaba en todos los que
les habían negado su derecho a existir, esto exigía una respuesta política inmediata;
por esta razón fue de los pocos intelectuales de izquierda que apoyo el
sionismo y se pronunció siempre por el derecho de los judíos a tener un
territorio donde no fueran perseguidos.
Sin embargo su apoyo al sionismo no
significó que renunciara a una visión universalista que reivindicara el derecho
de los judíos a vivir en cualquier otro país incluida Francia:
“El
judío pude elegirse auténtico
reivindicando su espacio judío, con sus derechos (…) a reafirmarse como judío francés. Puede asimismo verse
abocado por su elección a reivindicar una nación judía poseedora de una tierra
y de una autonomía, puede persuadirse de que la autenticidad judía exige el que
el judío esté apoyado por una comunidad israelita.”[17]
Sartre llegó a esta conclusión
porque entendió que mientras el antisemita no le permitiera al judío una
completa emancipación éste no estaría a salvo. Hoy en día vemos como esta misma
condición puede extenderse y aplicarse a los inmigrantes musulmanes o
latinoamericanos que siguen siendo rechazados sin importar lo que hagan o dejen
de hacer.
8.La misión del Judío
Sartre
consideraba que los responsables de la segregación de los judíos son los
antisemitas ya que son ellos los que requieren del prejuicio para huir de su
libertad. Lo que los judíos buscan es la igualdad en un mundo donde puedan
asimilarse, pero la historia les ha enseñado a no ser ingenuos, “simplemente,
el judío auténtico renuncia para sí a una asimilación hoy por hoy
imposible y espera que sus hijos la obtengan mediante la liquidación del
antisemitismo.”[18] Siglos
de persecución que culminaron en el Holocausto tuvieron un efecto determinante
en la manera en la que los miembros de este colectivo se relacionan con el resto
de la sociedad. La autenticidad para el judío, según Sartre radica en
comprender su situación, entenderse como excluido y segregado, no negarlo para
poder combatirlo. El reconocimiento de esta condición impuesta por el
antisemita lo obliga a asumir la singularidad colectiva como parte de su
identidad, sólo así puede afrontar la persecución.
Sartre sostiene que el judío, al comprender su situación, al reconocer como
su condición de exclusión es producto del odio y la mala fe del antisemita se
solidariza con los que están en su posición; “lo que hace al judío es su
situación concreta; lo que le une a otros judíos es la identidad de situación.”[20]
Desde esta manera de entender la cuestión judía, el filósofo francés invierte
la lógica del antisemita, no es que el judío se margine y se excluya por
sentirse mejor o por negarse a la asimilación y que sólo busque a sus iguales
despreciando a los demás, más bien se solidariza con los excluidos a quienes se
les niega la posibilidad de integrarse al resto de la sociedad. Una revisión
histórica confirma lo que él sostiene.
9.
El judío imaginario
Como
ya hemos expuesto anteriormente, el escrito de Sartre debe comprenderse en el
momento en el que fue escrito, en ese momento todavía no existía el Estado de
Israel y por lo mismo no se podía comprender lo que sería el conflicto entre
Israel y los palestinos, por lo que no podemos cuestionar sus palabras a partir
de esta realidad. Lo que se podría desprender de su análisis es la advertencia
de un peligro en el que los judíos estarían siempre expuestos y es en
desarrollar como colectivo mecanismos de mala fe. En su momento, al término de
la segunda guerra mundial, conforme se iban sabiendo los pormenores de la Shoah, las palabras con las que
describió a las víctimas fueron las siguientes:
Los judíos son, de entre todos los hombres,
los más pacíficos. Son apasionados enemigos de la violencia. Y esa obstinada
dulzura que conservan en medio de las más atroces persecuciones, ese sentido de
la justicia y de la razón que enarbolan, como única arma defensiva, frente a
una sociedad hostil, brutal e injusta, es quizá lo mejor y más profundo del
mensaje que nos entregan y la auténtica señal de su grandeza.[21]
Hoy en día las cosas han cambiado en
muchos sentidos, el Estado de Israel cuenta con una fuerza militar bien
equipada, lleva más de medio siglo envuelto en un conflicto armado al que no se le
ve salida, al interior ha reproducido las mismas políticas de segregación hacia
los extranjeros como el resto de los países. Si bien Sartre, como se mencionó
anteriormente, fue de los pocos intelectuales de izquierda que apoyaron al
sionismo estamos seguros que no se identificaría con las políticas anexionistas
de algunos sectores del gobierno israelí y se sumaría a los grupos moderados,
tanto judíos como palestinos dispuestos a ceder territorios para alcanzar la
paz.
10.
Conclusiones
Las
reflexiones de Sartre sobre la Cuestión
Judía escritas al final de la segunda guerra mundial no han dejado de tener
vigencia. Es cierto que la situación de los judíos hoy en día no es para nada
equiparable a lo que se vivió durante el Holocausto, sin embargo los mecanismos
de odio y segregación siguen operando, y no sólo hacia el colectivo judío. Su
análisis puede ayudarnos a comprender los complejos mecanismos de exclusión que
operan hoy en día contra otros colectivos que, al igual que el judío, sufren
los efectos de la discriminación, la persecución y el odio.
Bibliografía
citada
1.Adorno
Teodoro W. y Horkheimer Max, Dialéctica
de la Ilustración; Fragmentos Filosóficos; Introducción y traducción de Juan
José Sánchez, Editorial Trota, Madrid 1994, primera edición en Alemán 1947
en la editorial Querido de Ámsterdam y se reeditó en 1969
2.Arendt
Hannah, Eichmann, en Jerusalén; Estudio sobre la Banalidad del Mal,
traducción de Carlos Ribalta, Editorial Lumen, Barcelona 1999 (segunda
edición) Publicado en Inglés en 1963
3. Sartre
Jean -Paul, El existencialismo es un humanismo, Ediciones Quinto Sol, México, 1999
4.__________, El ser
y la nada; Ensayo de ontología fenomenológica; Traducción de Juan Valmar,
primera edición en Francés 1943, Losada, Buenos Aires, 1966ss
5.__________,Reflexiones sobre
la cuestión Judía, Traducción del francés por Juana
Salabert, Seix Barral, Barcelona, 2005
[1] Para ahondar en esta manea de comprender el antisemitismo ver: T. W.
Adorno y M. Horkheimer, Dialéctica de la
Ilustración; Fragmentos Filosóficos; Introducción y traducción de Juan José
Sánchez, Editorial Trota, Madrid 1994, primera edición en Alemán 1947 en la
editorial Querido de Ámsterdam y se reeditó en 1969. en particular el capítulo
titulado Elementos del antisemitismo.
[2] J. P. Sartre, Reflexiones sobre la cuestión Judía,
Traducción del francés por Juana Salabert, Seix Barral, Barcelona, 2005.
[3] “En abril de 1944, dos meses antes de que los aliados desembarcaran en
Francia, todavía quedaban en el país doscientos cincuenta mil judíos, todos
ellos sobrevivieron hasta el fin de la guerra. En realidad, resultó que los
nazis carecían de personal y de fuerza de voluntad para seguir siendo
« duros », cuando se enfrentaban con una oposición decidida.” H.
Arendt, Eichmann, en Jerusalén; Estudio
sobre la Banalidad del Mal, traducción de Carlos Ribalta, Editorial Lumen,
Barcelona 1999 (segunda edición) Publicado en Inglés en 1963. p. 250
[4] A pesar de que ya todo había ocurrido, pasaron muchos años para que se
pudiera comprender lo que había sucedido.
[7] J.P. Sartre, El ser y la nada; Ensayo de ontología
fenomenológica; Traducción de Juan Valmar, primera edición en Francés 1943,
Losada, Buenos Aires, 1966. p.93
[8] J.P. Sartre, Reflexiones sobre
la cuestión Judía, op. cit. p. 101
[12] Ibid, p. 159
Publicado como Cuaderno de Investigación número 3 del Centro de Documentación e Investigación de la comunidad Ashkenazi de México.